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Recuerdo el día en que mi profesor de Teología Sistemática dijo que teníamos que leer “La cabaña”, de Paul Young. ¡¿Por qué leer este libro?! Él nos motivó a leerlo porque muchas ovejas de las congregaciones que iríamos a pastorear luego de graduarnos lo habrán leído y, lo que es más grave, han creído lo que Young enseña.

“La cabaña” ya no es solo un libro. Hoy viernes 3 de marzo, la película basada en esta novela se estrenará en los Estados Unidos, y se espera que tenga gran éxito. Tal vez te estés preguntando si deberías ver la película. Antes de responder a esa pregunta, quiero presentarte un breve resumen del libro.

Lo bueno

Young escribe de una manera muy clara y atrae al lector a seguir leyendo su historia. El libro se trata de Mack, un hombre que vive una tragedia con su hija. Él luego recibe una invitación para regresar a la cabaña, el lugar en donde sucedió ese horrible episodio. Mack acepta, y por un periodo de tiempo se encuentra con una representación de Dios trino para que su fe sea restaurada, y sale de la cabaña transformado.

En la historia, Young explica la trinidad como una que es constituida en amor y gozo mutuo. El autor expone también que cada miembro en la Trinidad tiene un rol específico. La novela declara que todo aquel que mira a Jesús mira al Dios trino y que las tradiciones que no están sujetas a la Biblia ciegan a las personas de ver y conocer a Dios, y destruyen vidas como la de Mack.

Otra cosa que Young hace muy bien es tratar el tema del sufrimiento y la necesidad de Dios en medio de él. De cierta manera, nos ayuda a ver que en medio del sufrimiento necesitamos venir a Dios.  

Lo malo

Sin embargo, detrás de todas estas enseñanzas se encuentran otras que son completamente contradictorias a la Palabra de Dios. Aunque sea una novela, muchas personas que lean este libro o vean la película pueden asumir que lo que dice es lo que la Biblia enseña.

“—Entonces, ¿dónde nos deja eso a nosotros?— [Mack] sintió que hablaba por toda la raza humana.

—Donde estaba planeado que estuvieran siempre: en el centro mismo de nuestro amor y nuestro propósito” (p. 120).

Yo creo que la ficción tiene un lugar en la Iglesia, pero la ficción no está sujeta a la mente de una persona, sino sujeta a la mente de Cristo y a su Palabra. Un ejemplo de ficción de acuerdo a la Biblia puede ser el caso de los libros de C.S. Lewis. Pero en el caso de Young, el libro presenta una verdad a medias, y por tanto no es la verdad que vemos en la Biblia.

“Yo [Jesús] soy el mejor medio por el que cualquier ser humano puede relacionarse con Papá o con Sarayu” (p. 119, énfasis añadido).

El problema con este libro es que no presenta a Dios como Él se ha revelado en su Palabra. Primero, no se menciona la santidad de Dios ni cómo la cruz muestra que la ira santa de Dios ha sido propiciada por el sacrificio perfecto de Cristo (Rom. 8; Heb. 9:11–15). Tampoco se menciona la trascendencia de Dios, y la distinción entre Él como Creador y nosotros como criaturas (Ex. 3:4–5; Is. 6:1–7; Hech. 9:3–8).

“—Papá está tan sometido a mí [Jesús] como yo a él, o Sarayu a mí, o Papá a ella. Esta sumisión no es por autoridad ni por obediencia; es por una relación de amor y respeto. De hecho, estamos sometidos a ustedes de la misma manera.

Mack se sorprendió.

—¿Cómo puede ser? ¿Por qué querría el Dios del universo someterse a mí?

—Porque queremos que tú te unas a nosotros en nuestro círculo de relación. No quiero esclavos de mi voluntad; quiero hermanos y hermanas que compartan la vida conmigo” (p. 157).

Además, el libro no presenta el problema verdadero de la humanidad. Pareciera que para Young el problema solo son las heridas del pasado, y no el pecado. Pero la Biblia nos dice claramente que el mayor problema de la humanidad no son sus heridas por causa del pecado, sino el pecado mismo en cada uno de nosotros (Rom. 1:18–32).

Por otra parte, aunque hay ciertas cosas ciertas que Young expone acerca de la Trinidad, él deja fuera otras que son esenciales para la fe cristiana y la enseñanza bíblica. Por ejemplo, se menciona a Dios Padre como una mujer afroamericana y a Dios Espíritu Santo como una mujer asiática. Esto va más allá de lo que Dios nos ha revelado en su Palabra, y por lo tanto es algo que no puede ser enseñado. El autor no está alegorizando, utilizando personajes que representan cada persona de la trinidad, sino narrando un evento que parece suceder en la vida real y utilizando personajes que dicen ser cada persona de la Trinidad. Esto es algo notablemente peligroso, que tuerce nuestra visión de Dios como se revela en su Palabra, y se puede argumentar convincentemente que es una afrenta al mandamiento de no hacer imágenes de Dios.

“Por más que lo hacía, Mack no podía escapar a la posibilidad extrema de que, después de todo, la nota procediera efectivamente de Dios, aun si la idea de Dios mandando notas no encajaba en su educación teológica. En el seminario le habían enseñado que Dios había cancelado por completo toda comunicación con los modernos, prefiriendo que solo escucharan y siguieran la Sagrada Escritura, apropiadamente interpretada, desde luego” (p. 72).

Pero quizás uno de los problemas más graves de “La cabaña” es que pareciera que Jesús no puede al mismo tiempo ser tanto hombre como Dios.

La Biblia una y otra vez nos dice que Jesús es Dios y hombre (Jn. 1; Col. 1; Heb. 1). Aquel que había de venir como el siervo sufriente (Is. 53), pero también como el Rey que tendría un reino para siempre (2 Sam. 7:12–13).

Estas son solo algunas de las razones por las que pienso que no es apropiado ir a ver la película o promocionar este libro. Sí tiene mucha verdad, pero a medias, y combinada con la mentira. Una verdad a medias no es más que una mentira completa. Por tanto, “La cabaña” hace mucho más daño que bien a la Iglesia. Que Dios nos ayude en su gracia a discernir toda media verdad a la luz de su Palabra, por medio de su Espíritu Santo.

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