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Las palabras importan. Comunican tanto el qué y el cómo estamos pensando. ¿Consideramos cuidadosamente la manera en qué y cómo decimos las cosas?

En este artículo particularmente me estoy refiriendo a los pastores, o los que enseñan la Biblia regularmente. ¿Ha considerado cuidadosamente lo que está diciendo y cómo lo está diciendo?

Sabemos que esta examinación no es una pérdida de tiempo. La Biblia nos dice que todos daremos cuenta de lo que decimos (Mt. 12:36). Por otra parte, Santiago escribe que los que enseñan la Palabra de Dios incurrirán en un juicio más severo (Stg. 3:1). Por lo tanto, es importante que aquellos de nosotros que enseñamos la Biblia demos cierta consideración a lo que decimos y a la manera en que lo estamos diciendo.

Reciente aumento en la predicación autoreferencial

En los últimos años me he dado cuenta de un aumento en un par de frases de predicadores y maestros. No quiero ir tan lejos como para marcarlos como insultos homiléticos, pero lo que sí quiero hacer es dibujar un círculo alrededor de estas frases y preguntar por qué es que las estamos diciendo mucho. Estas dos frases son “yo creo” y “yo siento”.

Déjenme explicarlo: Supongamos que alguien está predicando en Colosenses y llega al capítulo 3. Luego lee en voz alta las siguientes palabras:

“Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col. 3:1-2).

Y luego dice, “Yo creo que lo que Pablo está diciendo aquí es que tenemos que estar buscando las cosas de arriba”. Después de una pausa, continúa diciendo, “Siento que esto es especialmente difícil para nosotros hoy en día debido a todas nuestras tentaciones de distracción”. Más adelante dice, “Siento que muchos de nosotros, incluido yo mismo, somos muy susceptibles a esto. Creo que realmente puede obstaculizar nuestro caminar con Cristo”.

Ahora, ¿qué hay de malo con esta fraseo? Por un lado, nada. Él no está diciendo nada malo. Pero al mismo tiempo, no lo dice como lo pudo haber dicho. Si no le está quitando las garras completamente al pasaje, por lo menos le está limando las uñas. Él lo está diciendo de una manera menos autoritativa y menos ofensiva. Y aún cuando él le siga pasando la pelota a su congregación para la aplicación, lo cierto es que la pelota está desinflada, o al menos no tan inflada como podría estar.

Una alternativa

Considere lo que él podría haber hecho. “La Biblia nos dice aquí lo que debemos estar buscando. Si usted es un cristiano, usted debe continuar buscando las cosas de arriba, ¡donde Cristo está!” Después de explicar los detalles del pasaje, él podría haber dicho, “Esto es especialmente difícil para nosotros hoy en día, debido a todas las tentaciones de distracción a las que nos enfrentamos”. Luego, “Ya que la Biblia dice que sigamos haciendo esto y no dejemos de hacerlo, tenemos que concluir que esto es una continua tentación con la que nosotros debemos lidiar. Usted es susceptible a esto y debe hacer que la prioridad de su vida sea seguir buscando las cosas de arriba. Si no hacemos esto, entonces sin duda va a obstaculizar nuestro caminar con Cristo”.

La diferencia es sutil en papel (reemplazando unas pocas palabras), pero en definitiva es un cambio masivo. En lugar de anclar nuestra enseñanza en lo que personalmente sentimos o creemos o pensamos, debemos anclarnos en lo que Dios ha dicho. Hay autoridad en la Palabra de Dios, y los maestros fieles deben estar atados a ella. Por otra parte, La fiel enseñanza no solo es acerca de la transferencia de contenido, sino que también implica ser un ejemplo (1 Pe. 5:1-2). Pastores en particular, deben ayudar a construir la confianza de la gente, así como la comprensión de la Palabra de Dios.

El expresar constantemente nuestra enseñanza en lo que sentimos o pensamos personalmente, por inocente o sutil que sea, no edifica a bien a la congregación. En cualquier momento un muy bien intencionado y preocupado miembro de iglesia podría decir: “Pastor, en última instancia, no me importa lo que usted piense o sienta, dígame lo que Dios dice”. Y, si bien puede parecer un poco rudo, este miembro de iglesia estaría exactamente en lo correcto. Serviríamos mejor a nuestra familia de la iglesia si les hablaramos menos acerca de lo que pensamos o sentimos y más acerca de lo que Dios ha dicho. En otras palabras, nos iría mejor salirnos de nuestros propios sermones y asegurarnos de que estemos manteniendo a Dios en ellos.

No creo que las personas que utilizan estas frases están tratando intencionalmente de desinflar las llantas del carro. Les doy el beneficio de la duda y espero cualquier cosa. Es una forma común de comunicarnos. Sin embargo, como pastores, parecería que nosotros, de todas las personas, debemos entregarnos a un escrutinio cuidadoso para asegurar que estamos administrando bien nuestra postura. Si la manera en que decimos algo puede aumentar o disminuir la apreciación de alguien por la Biblia, ¿vale la pena hacer un ajuste? Si la forma en que estamos hablando comunica algo acerca de cómo estamos pensando, ¿vale la pena considerar el por qué? ¿Qué es lo que realmente creemos acerca de la autoridad, infalibilidad, y suficiencia de la Biblia? ¿Cómo lo presentamos?

Una vez más, las palabras importan. Siempre fue así y así siempre será. Por lo tanto, aquellos que predican y enseñan la Palabra deben dar especial atención a sus palabras.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jhon Chávez.
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