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En 1932, la Universidad del Sur de California inició la impresión de “Propiedad de la USC” en las camisetas atléticas con el propósito de prevenir el robo. Su estrategia antirobo fracasó cuando el atuendo estampado se hizo más popular que los originales sin estampado. USC convirtió este problema en un beneficio al producir y vender camisetas con “Propiedad de la USC” a los estudiantes. Hoy en día, casi todas las universidades y equipos deportivos en los Estados Unidos proveen y venden algún tipo ropa deportiva de “Propiedad de”.

Las frases “reino de sacerdotes” y “sacerdocio santo” (Ex. 19: 6; 1 Ped. 2: 5) son como camisetas “Propiedad de” que Dios pone a todo el que él ha elegido y comprado como propio. Cuando Dios se refirió a Israel como un “reino de sacerdotes”, estaba declarando su pueblo a ser “propiedad de Dios.” El apóstol Pedro aplicó esta terminología a la iglesia, identificando nuevos creyentes del pacto como una comunidad elegida dedicada a los propósitos de Dios.

El liderazgo en un Santo Sacerdocio

Unidos a Cristo, el gran sumo sacerdote, el nuevo pueblo del pacto de Dios se convierte en propiedad de Dios, dedicado a los propósitos de Dios. Esta devoción de toda la comunidad libera a los líderes de al menos dos engaños mortales sobre su papel en la iglesia. A través de esta devoción a los propósitos de Dios, los líderes son liberados del engaño de que las personas son propiedad del líder y del engaño de que el líder es propiedad del pueblo.

El engaño de que las personas son propiedad del líder.

Es un privilegio liderar al pueblo de Dios, pero el privilegio de ser un líder del pueblo de Dios nunca transforma a las personas en la propiedad del líder. El liderazgo piadoso resulta en la administración humilde, no la propiedad soberbia. Los líderes de la iglesia no son llamados a estar por encima de un conglomerado de individuos como si el propósito de estas personas fuera cumplir con nuestra visión. Dios nos llama a servir como pastores en medio de una multitud que se ha dedicado por completo a Sus propósitos.

Y, sin embargo, el engaño de que las personas son nuestra propiedad sigue siendo una tentación persistente.

Algunas expresiones de este engaño son obvias. Ahí está el pastor dictatorial que ha conducido a la rabia cuando la gente no está a la altura de sus expectativas, el anciano intimidante que silencia el disentimiento al abusar del don de la disciplina de la iglesia, el líder que no rinde cuentas y exige el control sobre las finanzas de la iglesia. Un líder puede acumular cargos en la tarjeta de crédito de la iglesia que no contribuyen claramente a los propósitos de la iglesia. En cada uno de estos casos, la gente y sus recursos claramente están siendo tratados como si fueran propiedad del líder en lugar de propiedad de Dios.

Pero esta ilusión también se manifiesta en formas más sutiles, en formas que pueden estar ocultas o incluso aceptadas entre los líderes de la iglesia.

La tentación de tratar a las personas como una plataforma

A veces, el engaño se revela a través de nuestra queja e impaciencia cuando la iglesia no aplaude inmediatamente nuestros planes trazados. En otros casos, se ha visto cuando una iglesia se utiliza como plataforma de un pastor para promover su propia marca personal con el propósito de obtener ofertas de libros y multiplicar su popularidad en el mundo de las redes sociales. Bernabas Piper ha señalado que “con el Internet siendo lo que es, el ministerio de la iglesia local ya no es el ministerio de la iglesia local. El orgullo es un riesgo laboral para todos nosotros: si eres escritor, si tu nombre está en un libro, o si tienes un podcast, esto viene con el orgullo.”

Es tratar a una pequeña congregación o un papel asociado en el ministerio como un inconveniente pasajero hasta que una posición más prominente esté disponible. Es cualquier acción o actitud que trata a la iglesia como una herramienta para ser manipulada para nuestro beneficio en lugar de una comunión santa en la que compartimos una mayordomía sagrada. Dietrich Bonhoeffer describió bien los resultados desesperantes de este engaño cuando escribió:

“El hombre que modela una vision ideal de la comunidad … accede a la comunidad cristiana con sus demandas, establece su propia ley, y juzga a los hermanos y Dios mismo en consecuencia. Él actúa como si fuera el creador de la comunidad cristiana, y como si su sueño fuera lo que mantuviera unido a los hombres. Cuando su imagen idealista es destruida, él ve la comunidad de camino a la destrucción. En consecuencia, él se convierte primero en un acusador de sus hermanos; luego, en un acusador de Dios; y, finalmente, en un desesperante acusador de sí mismo”.

La iglesia no es una plataforma para poner en órbilta las visiones ideales de un pastor alrededor de sus propios sueños deseados. La iglesia tampoco está para servir como fuente de posición social o el bienestar emocional. La iglesia es propiedad comprada con sangre de Dios. Así que un pastor que trata a las personas como su plataforma comete un acto de robo y traición, robando para sí mismo lo que Cristo nuestro gran sumo sacerdote ha comprado con el costo de su propia sangre.

El engaño de que el líder es propiedad del pueblo

“Déjame decirte algo, Dr. T.”, el diácono se inclinó sobre la mesa del almuerzo para asegurarse de que yo no me perdiera ni una sola palabra de lo que tenía que decir, “si tu esposa alguna vez tiene que llamarme sobre esto de nuevo, voy tomar el control de tu agenda de forma que estés en casa cuando tengas que estarlo”. Más de una década en retrospectiva, me doy cuenta de que esta amenaza de un diácono que me amaba probablemente salvó mi ministerio.

Yo había servido cuatro años como pastor asociado de esta iglesia cuando el pastor principal se marchó para liderar la plantación de una iglesia. Unos meses después de que el pastor renunció, la congregación me pidió que tomara su lugar, y acepté el llamado. Pero había un problema: incluso después de llamar a un miembro más, yo no estaba dejando las tareas que había tenido como pastor asociado. Y así, además de dirigir el personal y la preparación de varios mensajes cada semana, todavía estaba supervisando entrenamientos mensuales para los maestros de escuela dominical, asistiendo a todas las reuniones de jóvenes y comité del ministerio de niños, tocando la guitarra en la banda de culto juvenil, y ayudando con la logística para tres próximos viajes misioneros. El resultado fue que mi esposa estaba pasando demasiadas noches sola en casa con nuestra primera hija.

Mi esposa trató de hablar conmigo sobre dejar ir algunas de mis anteriores responsabilidades, pero no vi los mismos problemas que ella estaba viendo. Así que Rayann llamó a un fiel diácono llamado Mark y describió lo que estaba ocurriendo en nuestro hogar. Y así es como terminé siendo interrogado durante un almuerzo en Applebee’s acerca de por qué estaba envuelto en reuniones de la iglesia en vez de volver a casa.

Esa tarde, empecé el proceso de delegar y asignar una larga lista de responsabilidades, pero encontré que la liberación de esta responsabilidad fue más difícil de lo que pensaba que sería. Después de una hora aproximadamente de luchar con esta lista, dolorosamente llegué a reconocer: estaba viviendo bajo el engaño de que la iglesia no podría llevar a cabo cualquiera de estas tareas sin mi participación directa. Un resultado de este engaño era que yo estaba viviendo como si le perteneciera a las personas y a los programas de la iglesia en lugar de vivir, ante todo, como un hijo adoptado de Dios.

En cierto modo, la noción de vivir de esta manera parecía noble y sacrificial. Recordé escuchar a otros pastores más viejos presumir de gastar todas sus tardes en la iglesia e incluso amonestar a los pastores más jóvenes, “Cuida de la iglesia, y Dios va a cuidar de tu familia”. Pero la Escritura no es compatible con esa división de responsabilidades. Según el apóstol Pablo, nuestra integridad como líderes en la iglesia se basa en nuestros hábitos de liderazgo en nuestros hogares (1 Tim. 3:4-5). Un pastor que descuida a su familia y actúa como si fuera propiedad de la iglesia no está demostrando amor sacrificial para la iglesia. Lo que está revelando en cambio, es su falta de voluntad para desarrollar y desplegar el pueblo de Dios para la obra de Dios (Ef. 4:12).

En muchos casos, los líderes que viven como si la iglesia dependiera de ellos se ven obligados a vivir detrás de una máscara de fortaleza, sin revelar jamás sus debilidades. Ellos no pueden permitirse decepcionar o desilusionar a nadie, porque son la propiedad esencial, sin la cual la iglesia no puede funcionar, o eso creen. El problema con este patrón es que ninguno de nosotros puede aislar con éxito nuestra vida interior de nuestra vida exterior. Cada vez que descuidamos los aspectos invisibles del ministerio, eventualmente nos encontramos incapaces de participar en las prácticas visibles del ministerio en el poder de Cristo. Lo que empeora las cosas es que muchas iglesias celebran los líderes que están demasiados ocupados y que no pueden delegar responsabilidades. Cuando las iglesias tratan a sus líderes como propiedad indispensable de la congregación, las personas de la iglesia pierden oportunidades para usar los dones que el Espíritu les ha dado.

Entonces, ¿cuál es la respuesta a esta lucha?

El pastor tiene que aprender a ver su identidad central no como una propiedad del pueblo de Dios, o incluso como un líder del pueblo de Dios, sino, ante todo, como un hijo de Dios y un seguidor del Hijo de Dios. El pastor está al servicio de la iglesia, pero la iglesia no es dueña del pastor. Los líderes y laicos no son propiedad uno del otro; juntos, son la propiedad dedicada a Dios y solo a Dios.


Publicado originalmente en SBTS. Traducido por Addis Álvarez.
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