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En América Latina hay muchas personas cristianizadas, pero pocas evangelizadas. Es por esta razón que formo parte de un equipo que está plantando una nueva iglesia con el fin de poder ayudar a personas a entender, aceptar, y aplicar el mensaje del evangelio. ¡La plantación de iglesias es un proceso necesario si queremos que el evangelio profundice en las vidas de nuestra gente!

Sin embargo, eso nos lleva a un punto complicado. Es tan fácil —en medio de tanta predicación falsa, pastores abusadores, y congregaciones maltratadas— sentir que nuestra iglesia es la solución a todos los problemas de America Latina, o al menos de nuestra ciudad. Eso es una ejemplo perfecto de poner el carro delante del caballo.

Es importante que los plantadores de iglesias recuerden siempre comunicar el evangelio en los métodos que usan para plantar iglesias. Después de todo, es el evangelio que cambiará el corazón, no nuestros programas ni servicios dominicales. Si bien, esas cosas son necesarias, pero son medios para el evangelio, no el fin en si mismos.

Entonces, aquí hay tres cosas que siempre deberías de recordar al empezar una iglesia.

1. Nosotros no edificamos nuestra iglesia. Jesús edifica Su Iglesia.

Cristo claramente dice que la Iglesia será edificada (Mt. 16:18). No hay ninguna duda de eso. Sin embargo, creo que muchos de nosotros cambiamos las palabras de Jesus de “Yo edificaré a mi Iglesia” a “Tu edificarás tu iglesia”. A menudo pensamos que si estamos en el ministerio del evangelio, Dios dará éxito a nuestras labores. Y es posible que tengamos algo que parezca a éxito humano, pero lo verdaderamente exitoso requiere un poder mucho mas allá de lo que tú y yo tenemos.

Los pastores y plantadores de iglesias sirven como mayordomos de algo que no les pertenece. La Iglesia es la esposa redimida por Jesus (Ef. 5:25-27). El la compró. El la rescató. Y el la crecerá como Él quiera.

2. Tus métodos y programas son solo una herramienta. 

La Palabra de Dios describe cuales son las necesidades de los cristianos y que nuestra tarea es hacer discípulos (Mt. 28:18-20). Cada iglesia debe encontrar los métodos, sistemas y procesos que les ayude llevar a cabo su ministerio.

Sin embargo, los métodos no siempre son los mismos. Algunos tienen escuela dominical, otros tienen grupos pequeños, células, o incluso comunidades misionales. Es muy fácil perdernos en el amor de nuestro método y olvidar que el método y el programa es simplemente una herramienta. Nuestros creyentes deber vivir en comunidad cristiana, rindiendo cuentas, estudiando la Palabra de Dios, orando, y compartiendo el evangelio con sus vecinos. Queremos que crezcan en gracia. Esas cosas deben ser nuestra meta.

La meta no es tener más grupos pequeños o más programas. Eso es elevar el método mas allá del concepto que queremos lograr con nuestro método.Tal vez no toda tu iglesia esta en grupos pequeños. Pero si están caminando en gracia y están viviendo en comunidad cristiana, tal vez no sea necesario que ellos estén involucrados en ese programa. No sobrecarguemos a nuestra gente. Es posible que ellos no necesiten nuestros programas para cumplir los mandamientos de Dios.

3. ¿Que estás promocionando? 

Aunque no nos guste usar las palabras “promoción” y “mercadeo” cuando hablamos sobre la iglesia, no podemos negar que cada semana estamos promocionando algo. Casi cada iglesia local tiene un tiempo de anuncios, un boletín, una pagina de web, etc. También comunicamos a través de nuestros programas, eventos, sistemas, procesos etc. Mucha de nuestra comunicación viene de cómo medimos el éxito.

El problema es que demasiadas veces nos emocionamos tanto con nuestros programas y eventos que mucha gente no tienen el tiempo de ser testigo en su propia comunidad porque pasan todas las noches en el edificio de la iglesia. Muchos no pueden ayudar a sus amigos o animar a un invitado porque siempre están dirigiendo una clase en la iglesia. ¿Qué estamos promocionando al hacer esto? Mejor usemos los medios de comunicación para promover la centralidad del evangelio, en vez de promocionar a nosotros mismos o nuestros programas. Anunciemos la majestuosa redención de Jesus con cada oportunidad que tenemos.

En conclusión

No nos perdamos en nuestra propia gloria. Que la gente salga de nuestras Iglesias con un solo nombre en sus labios: el nombre de Jesús. Esto será un proceso de morir constante a uno mismo. Sin embargo, es en nuestra muerte que encontramos la vida de Cristo, y esa vida es mucho mejor que cualquier fama, influencia, o poder posible. Cuando el nombre de Cristo sea reconocido sobre todo lo demás, en ese momento veremos una gran reforma y un gran avivamiento en America Latina.

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