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Miro hacia abajo y en las páginas de mi boletín veo las palabras:

Y por su muerte el Salvador

Ya mi pecado perdonó

Pues Dios, el Justo, aceptó

Su sacrificio hecho por mí 

Miro arriba, y al otro lado del recinto veo a Jeremy. Está sonriendo con gran entusiasmo. Está cantando a todo pulmón estas palabras, con el corazón. Y esto es lo sorprendente: me está mirando directamente a mí. Es como si deseara que las verdades de esta canción entren a mi alma por la sola fuerza de su contagiosa alegría. 

¿Ama usted a los miembros de su iglesia lo suficiente como para ministrarles a través del canto?

Si nos descuidamos, nuestro corazón individualista puede conducirnos a un enfoque egoísta al adorar a través del canto. Cerramos los ojos, meditamos en las palabras, y cantamos en voz baja junto con la banda mientras que perdemos una de las marcas que distinguen el canto congregacional: la mutua edificación del cuerpo de Cristo.

Tú estás en el coro

El Nuevo Testamento describe el canto como una actividad del cuerpo. Una característica distintiva de los que están llenos del Espíritu Santo es que se hablan los “unos a otros” en canto (Efesios 5:19). ¿Por qué? Porque el canto conduce al amor cristiano. Considera Colosenses 3:16, la famosa enseñanza de Pablo sobre cantar, en su contexto más amplio:

“Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad. Que la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones” (Colosenses 3:14-16).

Hay un sinnúmero de amenazas a la unidad del cuerpo (Colosenses 3:6-9). Pablo sabe que tanto hermanos como hermanas pueden quejarse unos contra otros (Colosenses 3:13). ¿Cómo se ve una comunidad de perdón y amor? Una parte importante de la respuesta, según el versículo 16, es el ministerio del canto que cada miembro hace. En otras palabras, Pablo acaba de poner en la lista del coro a cada creyente.

Recuerda, cada semana nos reunimos como personas heridas para que nuestras llagas espirituales sean tratadas por el Gran Médico. En su misericordia, Él utiliza nuestras canciones para aplicar su dulce bálsamo. 

El cristiano que soporta la persecución de su familia biológica necesita escuchar las decenas o centenas de voces que conforman su familia espiritual cantando: “Jesús, mi cruz he tomado, para abandonarlo todo y seguirte a ti”. El creyente que lucha contra la vergüenza necesita verte proclamar: “Quitó mi pecado, clavólo en la cruz; gloria demos al buen Salvador”. Aquel santo sobrecargado por el trabajo, el esfuerzo, y el desempeño, necesita escucharte afirmar: “Descansamos en ti, nuestro escudo y nuestro defensor”. 

Por supuesto, no solo nos hablamos entre nosotros al cantar. Efesios 5:20, al igual que los salmos de alabanza, enseñan que Dios es la principal audiencia de nuestras canciones y melodías. Aun así, levantar la voz para edificar a los demás es, de hecho, una de las maneras en que exaltamos el valor de Dios. Al cantar, apuntamos a nuestros hermanos y hermanas en dirección del deleite en la belleza de Dios.

¿Cual es la diferencia?

Si vemos el canto como parte de nuestro ministerio personal a otros, definirá de manera práctica la manera en que utilizamos la música en la iglesia. Aquí cuatro sugerencias para empujar las implicaciones del mandato de Pablo a todo rincón de nuestra adoración. 

1. Ore por los miembros de su iglesia antes y durante la reunión

Como parte de su preparación para el domingo, considere las luchas, temores, y pruebas de sus hermanos. Pida a Dios que les recuerde su bondad a través de los cantos. Si la frase de un canto trae a memoria la situación de alguien, ore para que las palabras le ministren a él o ella en ese momento en particular.

2. Cante con convicción

Como he mencionado antes, mi amigo Jeremy alentó mi fe simplemente al mostrar que en verdad creía en las palabras que cantaba. Una manera de demostrar convicción es cantando en voz alta. Hay pocas cosas espiritualmente tan estimulantes como el estar rodeado de creyentes que exaltan a Jesús a todo volumen. 

3. Utilize el lenguaje corporal

Esto variará de acuerdo a tu personalidad y cultura, pero incluso en los entornos más sutiles podemos transmitir mucho a través de nuestro lenguaje corporal durante el canto en la iglesia. Sonríe durante los himnos de gozo. Transmite contrición durante las canciones de confesión. Todavía más importante, no mantengas siempre los ojos cerrados. Hacer contacto visual con los demás de vez en cuando es una manera poderosa de mostrar que estás cantando teniéndolos a ellos en mente.

4. Deje a un lado sus preferencias de estilo

Dado a que uno de los propósitos principales del canto congregacional es edificar a los demás, la música nos da una oportunidad maravillosa de considerar “al otro como más importante que [uno] mismo” (Filipenses 2:3). Si las palabras son verdaderas, excelentes, y hermosas, intenta interactuar con cada canción, incluso si no es tu género favorito. Puede que la alegría que ves en los rostros de los demás te ayude a apreciar la canción por su capacidad de edificar a personas que tienen gustos diferentes a los tuyos. 

Cantamos porque Cristo nos ha amado primero. Amamos porque Él nos amó primero. Ojalá que podamos hacer las dos cosas cuando nos reunamos con su amada novia esta semana.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Wilmer Rodríguez.
Imagen: Lightstock.
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