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“¡Hipócritas! Saben examinar el aspecto de la tierra y del cielo; entonces, ¿por qué no examinan este tiempo presente?”, Lucas 12:56.

Vivimos en tiempos excepcionales en la historia de la humanidad. Podemos pasar horas leyendo y viendo análisis tras análisis de las condiciones políticas, económicas, y sociales a nuestro alrededor. 

En el mundo de la tecnología, se dice que la humanidad ha avanzado a un ritmo exponencial tal, que en los últimos 100 años ha habido más progreso que en todos los siglos anteriores juntos.

Nos jactamos de entender el clima y la naturaleza de manera que la podemos manipular como nunca antes. 

Sin embargo, el pasaje de hoy nos dice que, a pesar de esta realidad, podemos ser ignorantes de los tiempos de Dios y sus propósitos para este mundo. Podemos vivir ajenos a la obra de Dios, en lugar de entender la buena, agradable, y perfecta voluntad del Padre, no solo para nosotros, sino también para este mundo. 

Él nos ha dado el privilegio y la oportunidad de ser sus agentes de reconciliación y, “como si Dios rogara por medio de nosotros” (2 Cor. 5:20), ser intencionales en compartir las buenas noticias de la gracia de Dios. 

Además, ser agentes de restauración también es parte de nuestra nueva identidad, al considerar que Él está haciendo nuevas todas las cosas (Col. 1:20, Apoc. 21:5). Nosotros podemos ser esa presencia reconciliadora y restauradora en nuestras comunidades y círculos de influencia. 

Es importante desarrollarnos en nuestros planes, en nuestra vida profesional, y educativa en este mundo, así como en la sociedad donde nos toca desenvolvernos. Sin embargo, como la reina Ester, necesitamos (como parte de nuestras disciplinas espirituales) hacer una pausa en nuestra vida y considerar el lugar en donde Dios nos ha puesto en la sociedad. 

“¿Y quién sabe si para una ocasión como ésta tú habrás llegado a ser reina?” (Es. 4:14), le dijo Mardoqueo al ver la situación crítica del pueblo de Dios.

Jesús fue el único que entendió plenamente el propósito de Dios para su vida y venida a este mundo, para justificarnos y redimirnos por su muerte en la cruz. “Jesús, con determinación, afirmó Su rostro para ir a Jerusalén” (Luc. 9:51) sabiendo exactamente lo que le esperaba. 

Las buenas noticias para ti y para mí son que podemos confiar en la gracia y dirección de nuestro misericordioso Padre celestial para guiar nuestras vidas, viviendo centrados en el evangelio. Él guiará nuestros pasos para que podamos, como David, servir “el propósito de Dios en su propia generación” (Hch. 13:36).  ¡No hay mayor propósito, bendición, y gozo!

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.


Imagen: Lightstock.
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