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“Los Beatles dijeron que todo lo que necesitas es amor”, cantaba Larry Norman. “Luego, se separaron.”

El amor es lo que todos sabemos que necesitamos. Y sin embargo, el amor es eso que nos esforzamos tanto para hacerlo bien. Pensamos en ello en gran medida en términos de sentimientos, de “estar enamorado” o “enamorarse”, pero los sentimientos son efímeros. Esa clase de amor ciertamente no puede ser todo lo que necesitamos; ¡es tan difícil de mantener!

Recuerdo algunos de los mejores consejos de amor que he recibido. Fue justo antes de mi boda, y mi padre me había llevado aparte para animarme y orar por mí. En broma le dije: “¿Qué pasa si me desenamoro?”. El respondió a mi sarcasmo, “¡Entonces, vuelves a enamorarte!”. Mi papá realmente estaba marcando el punto de que el verdadero amor no es algo de lo cual se entra y sale por accidente. Es intencional. Tiene movimiento.

Pienso en esto cada vez que estoy asistiendo a una boda y se lee 1 Corintios 13. Muchas parejas pasan automáticamente a este gran “capítulo del amor”, simplemente porque es todo amor. Pero no creo que muchos están prestando mucha atención a lo que realmente dice. Porque cuando las cosas empiezan a ponerse difíciles, cuando el conflicto surge —como inevitablemente debe ser en una relación estrecha— de repente no mantener ningún registro de los males y esperar y soportar todas las cosas no parece tener mucho sentido.

El tipo de amor que es real, el tipo de amor que la Escritura enseña en realidad, el amor que es más alto y más profundo y más fuerte que todas nuestras estúpidas canciones pop y novelas románticas y películas de chicas, es imposible de fabricar por  emociones y la ambición humana.

Entonces, ¿cómo lo conseguimos?

Dios es amor

La persona religiosa sugerirá que el amor viene de Dios. Pero el cristianismo enseña que Dios es amor en sí mismo (1 Juan 4:8,16). El amor no es Dios. Pero Dios es amor. Por lo tanto, ¿qué significa que Dios sea amor?

No necesariamente significa que Dios simplemente ama. El Judaísmo, el Islam y el Mormonismo proclaman un Dios que ama. Pero cuando los cristianos enseñan que Dios es amor, están diciendo que el amor verdadero en sí mismo tiene su origen y esencia en Dios.

Y esto no puede ser verdad a menos que Dios sea una Trinidad.

Dios es uno y trino

Piense en esto: Un dios solitario no puede ser amor. Puede aprender a amar. Puede anhelar amor. Pero no puede en sí mismo ser amor, porque el amor requiere un objeto. El verdadero amor requiere relación. En la doctrina de la Trinidad vemos, finalmente, cómo el amor es parte de la estructura de la creación; es esencial para el eterno Creador que no necesita nada. Desde la eternidad pasada, el Padre, el Hijo y el Espíritu han estado en comunidad, en relación. Se han amado entre sí. Esa relación de amor está ligada a la naturaleza misma del propio Dios.

Si Dios no fuera una Trinidad, sino una divinidad solitaria, no podría ser amor ni ser Dios.

Por tanto, la Trinidad no es una extraña aberración religiosa a la que los Cristianos se han aferrado estúpidamente. Es la respuesta a los anhelos más profundos del corazón humano. La Trinidad responde al deseo más antiguo de la historia. Incluso aclara la cuestión. Nos hace ir más allá de las nociones sentimentales y sentimientos etéreos y emociones elusivas. Nos pone en tierra firme con todo esto del amor que hemos estado persiguiendo desde siempre. Todos estamos buscando amor. En el fondo todos lo necesitamos de maneras que no entendemos o incluso reconocemos. Buscamos y buscamos. Encontramos destellos, momentos, bocados y muestras de amor. Tenemos experiencias genuinas de amor. Y sin embargo, nada nos lleva fuera de nuestras propias heridas, nuestro propio interés, nuestros propios pecados. Necesitamos el amor más real que existe.

El máximo amor

“Nadie tiene mayor amor que este”, dijo Jesús, “que aquel que pone su vida por sus amigos” (Juan 15:13). El amor sacrificial es el amor máximo. Ahora imagina que Aquel que es el amor en sí mismo se sacrificó a sí mismo. Imagina que la comunión de amor eterno de la comunidad divina envió a uno de los suyos a morir no solo por sus amigos, sino por sus enemigos. ¿Por qué esta comunión de amor haría esto? Para hacer que los enemigos sean amigos, por supuesto.

Y esto es precisamente lo que Dios ha hecho. La segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios, se hace carne y viene a morir, para que aquel que es el verdadero Amor pudiera mostrar el verdadero amor y dar amor verdadero y transformar mediante el amor verdadero. Para que pudiéramos finalmente conocer el verdadero amor. Es por esta razón que Fred Sanders declara, “¡La Trinidad y el evangelio tienen la misma forma! Esto se debe a que las buenas nuevas de salvación es, en última instancia, que Dios abre su vida Trinitaria para nosotros”.

Esta es la esperanza de toda la humanidad, que la “doctrina rancia” de la Trinidad “vendría a la vida” al engullirnos a nosotros en el amor que Dios ha disfrutado desde antes de los siglos. C.S Lewis mismo, una vez un ateo, estaba en lo cierto: “Lo que importa en realidad es ser arrastrado hacia esa vida tripersonal”.

Y cuando alguien confía en el Jesús del cristianismo, él es arrastrado.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Johanna da Veiga.
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