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A veces los cristianos pueden dar la impresión de que agradar a Dios es una motivación no bíblica.

“Hemos sido justificados por completo”, podría decir alguien. “Somos totalmente aceptos. Si les decimos a nuestros hijos que agraden a Dios, simplemente les estamos dando más ley. Los estamos entrenando para ser pequeños moralistas. Estamos discipulándolos para pensar en Dios como una especie de Santa Claus que mantiene una lista de quién se porta bien y quién no”.

Obviamente (o tal vez no tan obviamente), no es así como Dios quiere que seamos padres, porque no es así como Dios es con sus hijos. Pero no permitas que el abuso potencial del lenguaje de “agradar a Dios” te lleve a suprimir lo que la Escritura dice claramente. Una de las principales motivaciones para la santidad es el placer de Dios.

  • Colosenses 1:10: Los que dan fruto en toda buena obra y crecen en el conocimiento de Dios son agradables a Dios.
  • Romanos 12:1: Presentar tu cuerpo como un sacrificio vivo agrada a Dios.
  • Romanos 14:18: Cuidar de tu hermano más débil agrada a Dios.
  • 1 Tesalonicenses 2:4: Enseñar la palabra en verdad agrada a Dios.
  • 1 Timoteo 2:1-3: Orar por tus autoridades gobernantes agrada a Dios.
  • 1 Timoteo 5:4: Apoyar a miembros de la familia en necesidad agrada a Dios.
  • Hebreos 13:16: Compartir con otros agrada a Dios.
  • 1 Juan 3:22: Cumplir los mandamientos agrada a Dios.

Una y otra vez, más de una docena de veces en el Nuevo Testamento, tenemos esta motivación. Debemos ser generosos. Debemos ser piadosos. Debemos amar y vivir de cierta manera porque le agrada a Dios.

Algunos de nosotros le hemos dado a la justificación el significado de que ya no tenemos una relación dinámica con nuestro Padre celestial, como si Dios fuera indiferente a nuestro pecado y a nuestra obediencia. Pero la Escritura dice que podemos afligir al Espíritu Santo, y en Hebreos 12 vemos que un padre disciplina a los que ama. Dios no se complace cuando pecamos. O como dice Juan Calvino, Dios puede estar “maravillosamente enojado con sus hijos”.

Esto no significa que Dios está jamás en contra de nosotros, pues somos su pueblo justificado. Él está siempre por nosotros. Pero así como un padre puede estar molesto con su hijo, así Dios puede considerar nuestras acciones graves y disciplinarnos de acuerdo a ellas.

Si ese tipo de dinamismo te desanima, considera el lado opuesto. También podemos agradar a Dios con nuestros esfuerzos. A través de la obra terminada de Cristo, nuestras buenas obras se hacen agradables a Dios. Cuando escuchamos el lenguaje de “agradar a Dios”, algunos de nosotros nos asustamos porque solo nos relacionamos a Dios como juez. Pero Él también es nuestro Padre.

Si piensas: “Tengo que complacer a Dios con mi obediencia porque Él es mi juez”, harás menos la buena noticia de la justificación por la fe solamente. Pero deberías razonar de esta manera: “He sido absuelto. El Señor es mi justicia. Estoy plenamente justificado y adoptado en la familia de Dios por toda la eternidad. Estoy ansioso por complacer a mi Padre y vivir para Él”.

Es bueno querer proteger la justificación, pero no lo hagas a expensas de una relación dinámica con el Padre celestial. Hay una diferencia entre decirle a tu hijo: “Dios está vigilándote, y cuando no compartes tus juguetes, haces llorar al niño Jesús”, a decirle: “Dios es nuestro Padre, y cuando escuchas lo que te dicen mamá y papá, y tratas de hacer lo que ellos quieren que hagas, eso hace que Dios se ponga realmente feliz. Él sonríe cuando ve que intentas hacer lo correcto”.

Eso es lo que una docena de textos del Nuevo Testamento nos enseñan. Es como Dios quiere motivarnos a todos nosotros.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Hugo Ochoa.
Imagen: Lightstock. 
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