“Tampoco pueden morir, pues son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección”, Lucas 20:36.
En nuestra sociedad contemporánea escuchamos mucho de la necesidad de continuamente “reinventarnos”. La moda, la tecnología, el internet y el mismo paso del tiempo nos obliga a ajustarnos continuamente y como nunca antes en la historia a nuevas realidades.
Es raro hoy en día, por ejemplo, el hecho de que se pueda dedicar uno a lo mismo o esté en un mismo trabajo por mucho tiempo. Es prácticamente imposible subsistir si uno no tiene el compromiso de moverse con los tiempos y ante la realidad de este mundo vertiginosamente cambiante.
Es mantenerse flexible, relevante, entendedor de las tendencias en el mundo y poder navegar en la cúspide de las olas culturales que operan en nuestra sociedad. De esta habilidad depende mucho nuestro “éxito” y aún nuestra identidad ante los demás.
Sin embargo, el vivir a la luz de la resurrección es diferente. Es tener una vida basada en algo más fundamental y objetivo.
El vivir a la luz de la resurrección es vivir bajo una nueva identidad. Una identidad que no cambia con el tiempo, la moda o la tecnología. Es haber muerto a esas cosas que muchas veces nos definen como personas y haber experimentado una transformación tan radical que literalmente nuestra naturaleza y afectos son otros. Somos ahora y como dice el versículo, “hijos de la resurrección”, ¡hijos de Dios!
Es vivir con la convicción de que la obra de Jesús y de justificación en nuestro favor fue completa, perfecta y suficiente. Es atesorarla al entender que Su sacrificio ante el Juez Supremo fue aceptado. Es reconocer que fue además hecho por mí. Es saberme ahora como parte de Su familia, Suyo, amado y aceptado en El.
Como cristianos, no tenemos más la necesidad hoy en día de reinvención para tener una identidad segura, pero recordar y vivir a la luz de la resurrección.
Piensa en esto y encuentra tu descanso en El.
