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Los quehaceres del hogar nunca terminan. Sacudir, barrer, organizar, arreglar las habitaciones, lavar ropa, planchar, cocinar, atender a los niños… la lista pareciera no terminar. Y si esto fuera poco, sin darte cuenta se termina el día y comienza todo otra vez. Entre tantos afanes, podría parecer como si estuviéramos echando nuestro tiempo a un agujero negro que nos consume y no nos devuelve nada a cambio.

¿Alguna vez te has sentido así?

En medio de tantos quehaceres y rutinas pudiéramos preguntarnos, qué propósito hay en todo esto. ¿Podemos en realidad ver a Dios en las responsabilidades del hogar? ¿Es posible barrer día tras día para la gloria de Dios?

Permíteme compartir contigo algunas reflexiones sobre el propósito que podemos encontrar en medio del cuidado de nuestra casa:

1. Los quehaceres pueden ser hechos para el Señor:

Colosenses 3:23 nos enseña: “Y todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. El cuidado de tu hogar debe ser hecho para el Señor. Esta es motivación suficiente, aun si no hubiese alguna otra.

Dios es digno de todo tu esfuerzo, de que cada pieza de ropa que debas lavar o cada cosa que debas poner en su lugar sea para Él. Cuando sientas que el trabajo es agotador, recuerda que es para Él; cuando sientas que estás sola en lo que haces, recuerda que es para Él; cuando sientas que tu esfuerzo no es valorado, recuerda que es para Él. Es a Cristo a quien servimos y nuestro trabajo en Él no es en vano.

2. Al hacerlo cumplimos con nuestro diseño:

Para todos, el mandato de la creación de enseñorearnos sobre la tierra implica –en un mundo caído– el limpiar las espinas y cardos (o las ventanas y platos) de nuestros diversos jardines. Ahora, para las mujeres, la Palabra nos enseña de manera clara que debemos ser hacendosas en el hogar (Tito 2:5). Cuando nos ocupamos de nuestra casa estamos cumpliendo con una parte del diseño perfecto de Dios para nosotras.

3. Servimos a aquellos que viven con nosotras:

Filipenses 2:4 nos enseña que no debemos vivir buscando nuestros propios intereses sino los intereses de los demás. Cuando mantenemos un hogar limpio y organizado, con la actitud correcta,  estamos sirviendo a aquellos que conviven con nosotras, y estamos haciendo que su hogar sea un lugar donde ellos deseen estar.

Olvidarnos de nosotras mismas no es tarea fácil, pero es el ejemplo que encontramos en Jesús. Nuestro Señor no consideró ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó de sí mismo entregándose por pecadoras como nosotras. Pídele Dios que te permita encontrar gozo al servir a los demás a través del cuidado de tu hogar, y que forme en ti la actitud de siervo que hubo en nuestro Señor.

4. Glorificamos a Dios a través de un orden sano en nuestro hogar:

Dios es un Dios de orden; la creación misma nos muestra este atributo de su carácter. Cuando tenemos cuidado de nuestro hogar, glorificamos a Dios al reflejar esta característica de Él.

Por supuesto, no debemos convertir nuestra casa en un ídolo. No se trata de que sea un lugar en el que nadie puede hacer ni tocar nada, para que todos vean lo hacendosa y organizada que eres. Eso no refleja el Dios del universo que nos hace partícipes de sus planes.

Cuida tu hogar sin descuidar tu corazón

Si nos descuidamos, el cuidado de nuestro hogar y familia puede consumir todo nuestro día. No debemos atender nuestro hogar a expensas de descuidar nuestra relación y tarea más importante: conocerle a Él a través de su Palabra y pasar tiempo en oración.

Esto no siempre podrá ser en un espacio tranquilo y silencioso. Puede que a veces tu tiempo de oración sea mientras planchas la ropa, o que tu tiempo en la Palabra sea mientras alimentas a tu bebé. Tenemos hoy la bendición de poder escuchar la Biblia en audio y tener sana doctrina para escuchar en nuestro celular.

No importa cómo luzca cada día, tu llamado es buscar ser intencional en conocerle y en alimentar tu espíritu cada día. Que el Señor sea con nosotras y nos permita ver su gracia en medio de los afanes y la cotidianidad, y que podamos hacerlo con gozo, agradándole a Él y sirviendo a los demás.

“Pero si alguien se gloría, gloríese de esto: De que Me entiende y Me conoce, Pues Yo soy el Señor que hago misericordia, Derecho y justicia en la tierra, Porque en estas cosas Me complazco,” declara el Señor”, Jeremías 9:24.

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