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Llevo dos meses en mi nuevo rol como publicista de Biblias y libros de referencia en LifeWay, donde tengo el privilegio de administrar una traducción de la Biblia y la producción de recursos que ayudan a las personas en la lectura y la comprensión de la Palabra de Dios.

Pero hay una parte de mi trabajo que da miedo, un elemento espiritual que no puedo evitar.

Lo entendí de golpe recientemente, mientras estaba revisando las notas de estudio para la Biblia de Estudio Spurgeon, que se publicará en inglés el próximo otoño. Jeremías 8:8 dice: “¿Cómo pueden decir: ‘Somos sabios, y la ley del Señor está con nosotros’?” Y Spurgeon comenta:

Las sociedades bíblicas puede seguir imprimiendo millones de Biblias, pero mientras las personas no obedezcan lo que se enseña en la Biblia, el trabajo de las casas publicitarias, como el del copista, será en vano.

Necesitamos más que la letra de la Palabra, por más valiosa que sea. Tenemos que saber, en espíritu y en verdad, lo que el Espíritu enseña a través de las letras, y también debemos ponerlo en práctica. ¡Dios nos permita que incluso nuestras Biblias no puedan levantarse a juzgarnos!

Las encuestas muestran que el 88% de los hogares estadounidenses posee una Biblia. De hecho, hay un promedio de 4.7 Biblias por hogar. Sin embargo, solo el 37% lee la Biblia una vez a la semana o más.

Es a este entorno saturado de Biblias que vienen las sociedades bíblicas y casas editoriales a verter millones de Biblias adicionales, donde se sientan por un tiempo en las estanterías de venta al por menor antes de ser compradas y transportadas a nuestras casas y oficinas, donde (por desgracia) a menudo permanecen cerradas y estancadas en nuestros estantes.

Cuenta el número de Biblias que tienes en tu casa. Mejor aún, ¡cuenta cuántas traducciones se pueden consultar en tu teléfono!

Tenemos un acceso más fácil a la Palabra de Dios que cualquier otra generación en la historia, y sin embargo, aquellos de nosotros que tenemos Biblias podríamos estar fallando al no leerlas con regularidad, y aquellos de nosotros que sí leemos la Biblia podríamos estar fallando al dejar poner la Palabra de Dios en práctica.

La advertencia de Spurgeon aterriza con fuerza en mi corazón. Estoy rodeado de estanterías llenas de todo tipo de Biblias. ¿Qué pasaría si esas Biblias pudieran hablar? ¿Qué si hablaran de la frecuencia con la que fueron consultadas, o con qué frecuencia se les obedecía? ¡Dios quiera que incluso nuestra Biblia no se levante en juicio contra nosotros! Exclamó Spurgeon.

En el Salmo 19, cuando el rey David habló de la Palabra de Dios, usó palabras que expresan alegría, placer, y deseo. La lectura de la Biblia no debe sentirse como una tarea, no si se ha desarrollado el gusto por ella. El salmista quiere comerse este libro. Lo compara con la miel que es dulce y deliciosa. Incluso, considera como sabrosas las advertencias que encuentra: esas secciones de la Biblia que dicen ”¡arrepiéntete o muere!” El salmista ha aprendido a amar incluso a las partes de la Biblia que lo confrontan duramente.

Si lees la Biblia y lo único que te gusta son los versículos que te inspiran, pero no los capítulos que te confrontan e infunden temor en ti, entonces tienes un cristianismo barato. Tienes un Dios que solo te afirma tal como eres, no te cambia en lo que Él quiere que seas. El salmista ha aprendido a amar –incluso cuando es doloroso– ese proceso de transformación.

Así que, mientras nos encontramos con Jesús en las páginas de este libro, veamos cómo cambian nuestros hábitos y como cambian nuestros deseos. Leamos este libro, tanto individualmente como en comunidad, porque aquí es donde Dios se revela a nosotros, nos cuenta la historia de su Hijo, y nos hace nuevos.

Las Biblias de estudio puede ser ayudas fenomenales para comprender, pero solo si dan lugar a la obediencia. Tener un mayor conocimiento en la cabeza no es la meta; un cambio de corazón es lo más importante. Necesitamos más que la letra de la Palabra, dice Spurgeon. Tenemos que estar inmersos en la Biblia, iluminados por el Espíritu, e intencionales acerca de obedecer los mandatos de Dios.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition
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