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Recuerdo cuando un amigo tuvo la oportunidad de conocer a un conocido autor de libros cristianos de la actualidad. Cuando nos contó, para nuestra sorpresa, nos dijo que le había pasado su Biblia para que este autor la firmara. Ante esto, el escritor fue a la librería donde vendían uno de sus libros, lo firmó y le dijo: “Este sí lo escribí yo”.

Recuerdo que molestamos con risas a nuestro amigo, llamándole “idólatra”, pero cuando le preguntamos por su motivación, él simplemente confesó que quería un recuerdo del autor.

Y es que estos temas son así: muy simples o muy complejos. ¿Puede un autor cristiano autografiar sus libros? Supongo que subyacente a pregunta está la suposición que hay algo en el autógrafo en sí que es pecaminoso. Quizá algunos hermanos lo consideran una idolatría por parte de los lectores, o una actitud egocéntrica por parte del autor; tal vez alguien pueda ver en el autógrafo un modelo de marketing empresarial que busca generar dividendos, apelando a criterios mundanos de fama y poder. No está del todo claro. El hecho de que exista la pregunta ya supone una cierta incredulidad respecto al beneficio de su uso. Por otro lado, estoy seguro de que muchos hermanos no ven nada malo en pedirle un simple recuerdo un autor.

¿Qué hay en esa firma?

Una firma tiene poder. Diversas firmas tienen diversos niveles de poder. Una firma de Bill Gates en un cheque significa mucho más que la mía, te lo aseguro.

En el mundo artístico, un autógrafo tiene poder porque nos concede un vínculo personal especial con aquella persona que admiramos. Si lo piensas, la firma revela nuestro profundo anhelo de tener una relación más íntima con el creador de aquella obra que disfrutamos.

El séptimo día en el Edén, el día cuando Dios descansó de su obra, fue la forma en que Dios le puso su firma a la creación. En el séptimo día, Adán y Eva pudieron disfrutar de la creación y el Creador de manera perfecta. Ese gozo pleno es lo que anhela nuestro corazón cada vez que le pedimos un autógrafo a un autor, a un cantante, a un pintor, o a alguien que admiramos. Lo que le estamos diciendo a ese autor es: “Al admirar tu creación, algo en mí anhela tener una relación más íntima contigo”.

Su firma oculta… 

La posibilidad de tener una relación íntima con el Creador se perdió por causa del pecado y de la manera más extraña posible. Adán y Eva eran el pináculo de la creación de Dios pero decidieron borrar la firma de Dios en sus propias vidas y estampar la propia. Al hacerlo, rompieron la posibilidad de relacionarse íntimamente con Dios y desde entonces, el ser humano fue condenado a una vida en la cual no puede relacionarse con el Creador de todo lo que admira. Como resultado, el ser humano llena esa carencia con la adoración a creadores humanos y sus creaciones.

Su firma en nosotros… 

Es sorprendente que Dios haya querido perseverar con nosotros. Su evangelio nos vuelve a dar vida. El apóstol Pablo afirmó que “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas” (Ef. 2:10). Él es el Creador y RE-Creador más admirable de todos, y podemos relacionarnos íntimamente con Él ya que ha puesto su Espíritu (¡¿su firma?!) en nosotros. Eso nos debería librar de al menos tres reacciones muy comunes que tenemos ante todo creador y creación humana.

Tres reacciones: vanagloria, idolatría e indiferencia. 

Debido al pecado, el ser humano ya no sabe cómo relacionarse sanamente con las obras creadas, sus autores, y con el Dios que está detrás de todo. El primer fruto de esto es la vanagloria. Esto ocurre cuando un autor no reconoce que todo lo que es y ha hecho proviene de Dios y es para Dios. Cuando no sabemos darle gracias y gloria a Dios por lo que creamos, nuestra obra se transforma en plagio. Esto generalmente ocurre con artistas y autores no creyentes, pero es una tentación en la que muchos cristianos también caen. Si luchas con esto, recuerda que todos tus dones vienen de Dios y son para su gloria.

El segundo fruto del pecado en nuestro corazón es la idolatría a la obra y al artista. Lo tratamos como si fuera Dios. Solo vemos lo bueno. Queremos conocerlo, tocarlo, estar con él o ella. Si luchas con esto, recuerda que todo lo que encuentras digno de alabanza en un ser humano es un reflejo del Creador admirable.

Y por último, la reacción contraria (y también pecaminosa) es ser indiferentes a la obras de los seres humanos “para no caer en una adoración idólatra”. Este extremo es tan negativo como el anterior, ya que tampoco sabemos ver a Dios en la labor creativa de los seres humanos que —sabiéndolo o no— reflejan dones espectaculares del Creador en sus vidas. Si luchas con esto, aprende a honrar a todos y alégrate con aquellos cuyos dones te han bendecido en tu caminar con Cristo.

Tres preguntas para hacernos antes de firmar o pedir un autógrafo:

1. Si eres LECTOR: ¿Qué esperas que esa firma te dé? 

Si “solo quieres un recuerdo”, ¿qué es lo que quieres recordar con la firma? ¿A dónde irá tu mente en el momento de verla? Si tu corazón no se dirige a recordar la gracia de Dios en el autor, a adorar a Dios en gratitud, y a orar por el escritor, su familia y/o su ministerio, probablemente será un recuerdo inútil. Tienes que analizar tu corazón.

Si lo que esperas de esa firma es poder mostrarla por donde quieras que vayas y que ella “hable bien de ti” ya que tú estuviste cerca del autor, ya que tú pudiste viajar lejos para verlo, ya que tú “caminas entre los grandes”, entonces estás usando la firma para tu propia gloria y no para la de Dios. Recuerda, una firma tiene poder.

2. Si eres AUTOR: ¿Qué sientes cuando te piden una firma?

Imagino que las tentaciones para un autor cuyos libros recorren el mundo deben ser variadas. Sutiles tentaciones de vanagloria, de autoexaltación, de comparación con otros, de control y poder, son las que los autores —grandes y pequeños, experimentados, y novatos— deben aprender a reconocer y estrangular por medio del Espíritu. Probablemente esas tentaciones broten cuando se acercan a pedirte una firma; quizá podrías responder a esa persona con una linda dedicatoria que lo lleve de regreso a admirar al Admirable. Recuerda, una firma tiene poder.

3. ¿Eres libre de tu orgullo como para poder honrar a otros? 

Muchos cristianos creen que “hablar bien de otro cristiano” es adular a otro e idolatrarlo. Esa actitud no es bíblica. Al contrario, es orgullo encubierto en “celo por la gloria de Dios”. Un cristiano debe ser libre para “honrar a todos” (1 Pe. 2:17) y darles gracias por su disposición a servir a Cristo.


#Coaliciónresponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan la iglesia en nuestra región.

Imagen: Lightstock
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