¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Era el elefante en la habitación. Uno simplemente no puede escribir un libro sobre la ambición sin hacer frente a la presencia descomunal de la humildad. En la historia, la humildad siempre ganó. ¿Por qué no solo hacer campaña por la codicia? … ¿O el robo? Pero lo que he descubierto estudiando las Escrituras y la experiencia de las personas que practican la ambición —algunos histórica, algunos silenciosamente heróicas— realmente me atrapó. He aquí un vistazo: Las mayores ambiciones se realizan en el camino de la humildad. En esta breve serie de publicaciones, quiero explorar la meta de la ambición que se encuentra en el camino de la humildad. Pero primero, una pequeña lección de historia.

Salmon Chase es un nombre que probablemente significa poco para ti a menos que seas un ávido lector de la guerra civil, lo que prácticamente me elimina. Él sirvió como el secretario tesorero, en el gabinete del presidente Abraham Lincoln. Salmon Chase tuvo un trabajo repugnante. Tuvo que encontrar dinero para un gobierno casi en bancarrota en crisis económica para financiar una guerra que nadie tenía ganas de pelear. Chase era inteligente, estratégico, y se nutría de afrontar problemas, lo que era bueno, ya que con un nombre como Salmon es mejor traer algo bueno sobre la mesa. Seleccionado personalmente por el presidente Lincoln, Chase fue reclutado agresivamente para su papel. Y lo llevo a cabo de manera brillante.

Pero hubo problemas. Aunque excepcionalmente dotado, Chase no jugaba bien con otros. Tenía que ser un mandamás. De hecho, Salmon Chase se desempeñaba mejor en un equipo de uno. Un colega lo describió como poseedor de “ambición excesiva, egoísmo intenso por la distinción oficial … y una considerable vanidad”. Considere este pequeño proyecto de vanidad: como secretario tesorero, Chase era responsable de la impresión de dinero. Así que suponga ¿Qué imagen apareció en la esquina de cada billete de un dólar? Como un historiador comentó: “[Chase] había elegido deliberadamente colocar su foto en el billete omnipresente de un dólar en lugar de uno de una denominación más alta, sabiendo que su imagen en consecuencia llegaría a alcanzar al mayor número de personas”.

Cuando Salmon Chase se analiza en retrospectiva, es a menudo en referencia a su pasión voraz por su propio nombre. El mismo empuje que lo posicionó para hacer una diferencia lo traicionó, dejando un legado que nadie desea. Salmon Chase tenía una combinación de clase mundial de talento y ambición. Lo que le faltaba era un camino para mantener el motor de ambición batiendo hacia adelante. El camino para la ambición es la humildad.

¿Qué quiero decir cuando digo “humildad”? En su libro “Humildad: Grandeza Verdadera”, mi amigo C. J. Mahaney ofrece una definición simple pero muy útil: “La humildad es evaluarnos honestamente a nosotros mismos a la luz de la santidad de Dios y nuestra pecaminosidad”. C. J. después crea una inseparable conexión entre la humildad y la cruz.

Lo que me gusta de esta definición es que el enfoque es hacia Dios, no hacia mí. Sí, tengo que mirarme a mí mismo, pero solo en comparación con el Santo Dios que se hizo hombre y sufrió como nuestro sustituto. ¡Considera eso y eso te hará humilde! Pero nota otra cosa. No hay nada acerca de la humildad que signifique que no soñamos, aspiremos y planeemos grandes cosas. De hecho, la humildad, comprendida bíblicamente, debe avivar grandes ambiciones para nuevas formas de llevar gloria a Dios.

Si Salmon Chase solo hubiera aplicado el sencillo consejo de Santiago: “Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará” (Stg. 4:10). Nunca se imaginó que la gloria que más importa solo podría lograrse a través de la humildad.

Las oportunidades para la ambición piadosa están en todas partes, no cometamos el mismo error.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eri Miranda. Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando