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El entretenimiento es un fenómeno que ha inundado nuestra sociedad.  Tenemos cientos de canales a nuestra disposición con tan solo mover un dedo. Nuestros hijos pueden perderse en el mundo de los juegos electrónicos: Nintendo DS, Xbox, Wii… Vacacionar en un mundo imaginario y de fantasía se puede conseguir con solo tomar un corto vuelo a Orlando para pasar unos días con el mágico ratón. Diariamente experimentamos una sobrecarga de entretenimiento. Es por esto que puedo entender cómo muchos pastores se sienten tentados a entretener a sus congregaciones en lugar de predicarles. ¿Por qué hablar de un libro que tiene más de dos mil años?  ¿Cómo podemos competir con la TV o los juegos electrónicos? El problema es que con buenas intenciones y motivados por una misión, decidimos entretener a nuestras congregaciones para que la gente “venga” a la iglesia.  No nos damos cuenta de que le estamos robando el enfoque de aquello que más necesitan: la gloria de Dios, su resplandor. Pablo entendía la importancia de predicar a Cristo:

2 Corintios 4:5: Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por amor de Jesús.

Nuestra tentación es dar a la gente algo que no necesitan; proporcionar soluciones prácticas, pensamientos positivos o aparentes pasos para mejorar sus vidas. Pero lo que realmente necesitamos es el resplandor de Cristo. Por eso Pablo no procuraba predicar sobre sí mismo, sino a Cristo. Predicarse a uno mismo en este tiempo se puede ver de muchas formas. Dedicamos gran parte del sermón hablando de nuestras experiencias personales en lugar de exponer la Palabra de Dios. O predicamos de nuestras preferencias en comportamiento por encima de lo que la Biblia nos llama a proclamar. El peligro está en que podemos diluir el evangelio por miedo a perder nuestra identidad en el ministerio al perder personas de la congregación. Pablo conocía el poder de Cristo, por eso predicaba a Cristo.

2 Corintios 3:18: Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.

Lo que transforma al ser humano es poder contemplar la gloria de Dios. Es ver quién es Él, reconocer su grandeza, su santidad, su poder, su misericordia. Cuando vemos a Cristo por lo que realmente es vemos la gloria de Dios, y esto nos transforma. El problema es que los predicadores hemos perdido la fe en que ver la belleza de Cristo puede transformar vidas. Y hemos perdido la fe porque no experimentamos la belleza de Cristo personalmente. Cuando contemplamos la gloria de Dios, como lo hizo Moisés, nuestras vidas van a resplandecer con su gloria y predicaremos con poder sobre Cristo. El trasfondo de 2 Corintios 3:18 nos presenta la dureza del pueblo de Israel que no podía ver el resplandor de Dios en el rostro de Moisés. Moisés tenía que ponerse un velo porque ellos no podían ver la gloria de Dios por la dureza de su corazón. Y este es el problema, presentamos un evangelio que tiene un velo porque no mostramos la gloria de Cristo, entonces las personas no son salvadas. Le robamos a la iglesia lo que hace que el cristianismo tenga sentido: observar la gloria transformadora de Dios en la persona de Cristo. Si no ves vidas transformadas, no ves personas que son salvas en tu ministerio, quizás tu predicación tiene un velo:

2 Corintios 4:3-4: Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado, en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.

En la iglesia evangélica este velo se puede reflejar de varias formas durante la predicación:

  • Prédicas llenas de información, pero faltas de presentar a Cristo. En lugar de predicar, el pastor da una clase.
  • Prédicas llenas de experiencias y que apelan a las emociones del individuo.
  • Predicaciones llenas de consejos prácticos y de humanismo sicológico sin incluir la fuente de la transformación.
  • Predicaciones llenas de entretenimiento pero faltas del poder del evangelio.

Hacemos todas estas cosas y se nos olvida darles lo más importante: darles a Cristo. Si vas a fallar en algo, falla en darles mucho de Cristo, mucho evangelio y menos de ti y tu sabiduría. No me malinterpreten, no estoy diciendo que seamos aburridos o faltos de ser relevantes con situaciones actuales. Pero si usamos humor o ilustraciones no es con el fin de entretener a la congregación, es con el fin de mostrar a Cristo. Quizás algunas personas leyendo este artículo pueden pensar que me refiero a no darle importancia a la teología. No me malinterpreten, es todo lo contrario. Nuestros sermones y prédicas están llenas de Cristo y de su gloria porque nuestra teología y nuestro profundo estudio de la Palabra está centrado en la Biblia y en la persona de Cristo.

2 Corintios 4:6-7: Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros.

Dios es quien ilumina, Dios es quien salva, y lo hace por medio de iluminarnos con la gloria de Cristo. El verso 7 nos da la razón del porqué predicar a Cristo. Él se lleva toda la gloria de esta forma. Si usamos métodos humanos, tendemos a robarle la gloria a Dios. Así que olvidémonos de métodos de crecimiento y prediquemos puramente a Cristo. Para que Dios se lleve toda la gloria. Por último, predicamos a Cristo porque Dios está trabajando para que todo el universo exalte a Cristo. Tomé una clase de escatología este año y una de las cosas que me ayudó a ver es que todo es acerca de Cristo, ya que Dios está dirigiendo todos los eventos del mundo para la exaltación de Cristo.

Muchas veces podemos pensar que esta idea de tener iglesias centradas en el evangelio y Cristo es la nueva tendencia o moda. Es lo que funciona hoy en las iglesias conservadoras. Pero la idea de que la iglesia esté fundada en Cristo no es una moda. Es la realidad bíblica y la realidad que viviremos por toda la eternidad. Dios traerá a todos los enemigos a los pies de Cristo para que Él sea exaltado. El plan claro de Dios en la redención de la creación es el de unir todas las cosas en Cristo. Por eso Pablo dice en 1 Corintos 2:2 que solo predicará a Cristo y a éste crucificado; y en 1 Corintios 15 dice que el evangelio es de primera importancia.

No es porque fuera algo que la iglesia de Corinto necesariamente prefiriera, es porque es el plan de Dios que Cristo tenga la supremacía en todo. Hebreos, Colosenses, Apocalipsis muestran esta realidad claramente: Cristo es supremo sobre todo. Si Él es supremo sobre todo, entonces debe ser supremo sobre nuestras iglesias, y por consiguiente debe ser supremo sobre nuestra predicación. Hacia eso se dirige la iglesia, hacia vivir eternamente disfrutando la supremacía de Cristo. Vivamos en el presente para proclamar esta supremacía de Cristo en todo.

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