¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

“El temor al hombre es un lazo, pero el que confía en el Señor estará seguro”, Proverbios 29:25.

Todos hemos sentido la horrible opresión del lazo del temor al hombre. Puede ser que evites comentar acerca de temas controversiales pero importantes para que nadie se ofenda. Tal vez digas siempre “sí” a cualquier petición para complacer a todos. O quizá dejas de comer con tus hermanos cuando llega alguien con quien quieres quedar bien.

Ni siquiera el apóstol Pedro estaba exento de caer presa de este lazo.

En medio de su apasionada epístola a los gálatas, Pablo nos narra la fuerte confrontación que tuvo con Pedro en Antioquía (Gál. 2:11-21).

En las palabras de Pablo, Pedro “era digno de ser censurado” (v. 11). Describió su manera de comportarse como “hipocresía” (v. 13) y estableció que el apóstol de la circuncisión no andaba “con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio” (v. 14).

Pedro estaba de visita en Antioquía, la ciudad donde se fundó la primera iglesia gentil.1 Al principio todo iba muy bien; Pedro disfrutaba de comer junto a los cristianos gentiles. Sin embargo, cuando varios judíos llegaron al lugar, el apóstol empezó a retraerse y apartarse. Como si esto fuera poco, Pedro no hacía esto solo. En su hipocresía arrastró a varios judíos más, incluyendo a Bernabé, compañero cercano de Pablo.

Pedro sabía que compartir los alimentos con sus hermanos gentiles –cristianos convertidos del paganismo– no tenía absolutamente nada de malo. De hecho, él mismo ya había enseñado acerca de esto (Hch. 10:28; 11:03). En el contexto de la situación, el acto aparentemente inocente de dejar de comer con los gentiles hacía ver como si Pedro estuviera respaldando la enseñanza de los juidaizantes, quienes enseñaban que los cristianos tenían que vivir conforme a las costumbres judías (especialmente la circuncisión) para ser salvos.

Claramente, el incidente de Antioquía no era poca cosa. El entendimiento correcto del evangelio estaba en juego. Tanto así que Pablo reprendió a Pedro delante de todos: “Si tú, siendo Judío, vives como los Gentiles y no como los Judíos, ¿por qué obligas a los Gentiles a vivir como Judíos?”.

¿Por qué Pedro actuó de esa manera? Porque tenía miedo (Gál. 2:12).

El evangelio lo cambia todo

El ser humano siempre ha querido ser su propio salvador. Desde que tomó hojas de higuera para cubrir su vergüenza, el hombre busca la manera de sentir que está haciendo algo para poder obtener recompensa. Los judaizantes no eran la excepción. “Sí, Cristo murió, pero si realmente quieres ser salvo tienes que…”.

Pero Pablo tenía muy claro cuál era la verdad al respecto: “No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la Ley, entonces Cristo murió en vano” (Gál. 2:21).

El apóstol sabía que esta idea no sería atractiva para aquellos que andan conforme a su propia sabiduría; aquellos que quieren salvarse a sí mismos. Para Pablo, los días de buscar ganarse la aprobación de los demás a través de sus méritos humanos habían quedado atrás (Fil. 3:3-8). Uno no puede ser siervo de Cristo y temer al hombre al mismo tiempo.

“¿Busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo”, Gálatas 1:10.

Pablo estaba firme en el evangelio de Jesús. Gracias a lo que Cristo hizo en la cruz, él podía ser libre de la hipocresía. Él sabía que la verdadera intención de los celosos de la circuncisión era solo evitar la persecución. A final de cuentas, aunque ellos cumplieran ese aspecto de la ley, jamás podrían cumplir con el resto de ella a la perfección (Gál. 6:12-13). Eso solo lo hizo Cristo, y su justicia ahora es la nuestra.

Pedro tuvo miedo y rechazó a sus hermanos por temor al hombre. Su afán por agradar a quienes lo observaban lo llevó a la hipocresía y a arrastrar a otros en su pecado. Fue necesario que Pablo condenara públicamente esta conducta, que negaba el evangelio que nos ha sido confiado. Como el resto del Nuevo Testamento evidencia, Pedro aceptó la corrección y su confianza en el Señor fue renovada.

En Cristo, el lazo del temor al hombre ha sido desatado. Ahora podemos buscar agradar a Dios, no para quedar bien con los que están a nuestro alrededor, sino para amarles como Dios nos amó a nosotros primero.


1. ​Biblia de Estudio MacArthur, p. 1641.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando