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Este es un fragmento adaptado de “El poder de la Palabra para transformar una nación”. Miguel Núñez. Poiema Publicaciones. Para más información sobre el autor y el libro, visite este enlace.

Probablemente ningún otro país ha sido tan influenciado desde su fundación por la Palabra de Dios como lo fue Estados Unidos.

Aún se debate si Estados Unidos fue fundado como una nación cristiana. Algunos piensan que este país fue influenciado por los valores de la Ilustración cuando se escribió la Declaración de Independencia, señalando la postura en contra del cristianismo de algunos de los padres fundadores. Es un hecho que “no todos los padres fundadores eran fervientes cristianos ortodoxos”; algunos eran deístas.

Aun así, no hay duda de que la influencia cristiana en Estados Unidos a lo largo de los años ha sido importante. Incluso historiadores como Mark Noll, quienes no creen en la idea de un Estados Unidos cristiano, están de acuerdo con que “los cristianos han jugado roles centrales en la historia de la nación y los valores cristianos han sido importantes en la vida pública del país”.

Cuando los puritanos llegaron a Estados Unidos, hicieron de la educación una prioridad, y en 1642 aprobaron una ley que estableció la educación obligatoria para todos los niños. Esto explica por qué la iglesia cristiana fundó muchas de las primeras escuelas y universidades. La Universidad de Harvard (1636) fue fundada “con el propósito de educar ministros puritanos”. Los puritanos llamaban a la Universidad de Harvard “la sal de las naciones”. En 1701 Yale se fundó con el propósito de educar clérigos.

La influencia de la fe cristiana se ha dado porque las leyes de Estados Unidos están basadas o al menos son congruentes con la verdad dictada en los Diez Mandamientos, siquiera hasta hace poco. Hasta hace pocos años, aquellas leyes estaban presentadas en los edificios del gobierno, pero algunos ciudadanos se quejaron de esta tradición por considerarla ofensiva. Y de repente, años de historia comenzaron a derrumbarse. […]

Han sucedido grandes cambios en los últimos 50 años, aunque las cosas empezaron a cambiar desde mucho antes. En 1933 John Dewey, padre de la educación moderna, firmó el primer manifiesto humanista que incluía tres principios fundamentales: 1) no existe el Creador; 2) no existe la creación; y 3) no existe la moral absoluta de Dios. Casi 30 años después (en 1962), la oración fue prohibida en las escuelas públicas (después de 300 años de oración pública en las escuelas); el año siguiente (en 1963) la lectura de la Biblia también fue prohibida en las escuelas públicas; en 1968 las leyes que prohibían enseñar la evolución fueron declaradas inconstitucionales. Pero la caída en espiral no paró ahí. En 1973 el aborto fue declarado legal. En 1987 las leyes que requerían la enseñanza de la creación junto con la evolución fueron revocadas. Cambios estremecedores tuvieron lugar para finales del siglo 20. Una agenda muy sutil, desconocida para muchos, había estado en movimiento desde hace varias décadas.

Deberías tomarte el tiempo de revisar los resultados de la encuesta nacional publicada en el libro The Day America Told the Truth [El día que Estados Unidos dijo la verdad], que presenta datos de un estudio realizado en los 50 estados de Estados Unidos a principios de 1990. Las personas encuestadas respondieron más de 1800 preguntas. Los autores resumieron la primera sección del libro en veintitrés conclusiones principales del estudio. Diez de estas conclusiones son violaciones a los Diez Mandamientos de una u otra forma. Los porcentajes presentados a lado de los datos representan la proporción de estadounidenses que contestaron a la pregunta de forma afirmativa:

  • No veo sentido en guardar el día de reposo (77%).
  • Robaría a aquellos que tienen bienes que les sobran (74%).
  • Mentiría a mi favor, siempre que no cause mucho daño (64%).
  • Conduciría mi auto embriagado si me siento capaz (56%).
  • Sería infiel a mi esposa, ya que después de todo, ella probablemente haría lo mismo (50%).
  • Puedo procrastinar en mi trabajo y no hacer nada uno de cada cinco días, esto es normal (50%).
  • Usaría drogas en forma recreativa (41%).
  • Mentiría en mi declaración de renta (30%).
  • Pondría a mi pareja en riesgo de una enfermedad de transmisión sexual. Tengo sexo de forma ocasional, pero ¿quién no? (31%).
  • Tal vez dijo que no quería sexo, pero estoy seguro de que ella lo quería y lo hice (20% reportó haber sido violado así).

[…] Tristemente, nuestra sociedad es antinómica. Aquellos que no creen en la verdad absoluta deben ser considerados antinómicos porque es imposible tener la ley de Dios si no existen verdades absolutas. Esto es precisamente en lo que cree la sociedad posmoderna. Si no hay valores absolutos, no hay ley; y si no hay ley, no hay legislador; y si no hay legislador, no hay leyes que rijan el mundo.

La nación estadounidense y su moral a la deriva son una advertencia a Latinoamérica acerca de las consecuencias de alejarse de la ley de Dios. Como hemos repetido, la ley no nos salva, pero sí nos refleja el carácter justo de Dios y lo que le agrada. Las naciones y sus leyes pueden acercarse o alejarse de los estándares divinos. En un momento de la historia, mientras cada líder laico ruso declaraba que no hay Dios, los billetes estadounidenses proclaman el eslogan “en Dios confiamos”, el cual apareció en las monedas por primera vez en 1864 y en los billetes en 1957. Por otro lado, el Juramento a la Bandera declara “Una nación bajo Dios” desde 1954. Sabemos que estas frases no reflejan las vidas de los ciudadanos estadounidenses, pero describen la conciencia de la nación hasta hace pocos años atrás, o por lo menos reflejan la influencia cristiana de su pasado.

Los países que actualmente son influenciados por la Palabra de Dios en Latinoamérica necesitan prestar atención a la historia de Estados Unidos. Como nación fuertemente influenciada por la verdad de Dios en sus inicios, de contar con la aprobación del cristianismo, una conciencia cristiana y una influencia cristiana, Estados Unidos ha pasado a ser enemiga de los principios que una vez defendió.

Los cristianos debemos tener una fuerte influencia donde estemos, en todas las áreas de la vida. Y una de esas áreas se relaciona a las leyes del país. Cuando esto no sucede, las personas (creyentes y no creyentes) sufrirán las consecuencias como hemos observado. Las palabras de Santiago (Stg 1:25) son ciertas: la ley de Dios es la ley de libertad. Nos libra del pecado y de sus consecuencias.

Los líderes evangélicos que predican la Palabra de Dios en Latinoamérica, en países donde la Palabra llega como un nuevo mensaje, necesitan recordar que ella debe continuar siendo predicada por siglos. Los seguidores de Dios no pueden quedarse en silencio. Los ateos, rebeldes, irreverentes, falsos maestros y “evangelistas” de la cultura secular seguirán levantando su voz. Pidamos a Dios el valor para proclamar y vivir Su verdad “en medio de una generación torcida y perversa” (Fil 2:15).

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