“Así que todos los que somos perfectos, tengamos esta misma actitud; y si en algo tienen una actitud distinta, eso también se lo revelará Dios.” Filipenses 3:15
Muchas veces en nuestras interacciones interpersonales diarias somos rápidos en recordarnos los unos a otros que nadie es perfecto. Y es que sí interesantemente hay un anhelo en nuestro corazón de esa relación perfecta y para la que fuimos creados, que es nuestra relación con Dios.
Lamentablemente si llevamos esa espectativa a cualquier relación humana, siempre habrá frustración y desilusión. Nadie es perfecto.
Muchas veces también esto se puede convertir en excusa y una manera fácil de salirnos de nuestras responsabilidades y expectativas reales, y normales en la vida.
Sin embargo este versículo nos recuerda que en la provisión de Dios para nosotros está este aspecto funcional y práctico para hoy. Dice que ya somos perfectos, que en ese sentido no nos falta nada, que desde la perspectiva de Dios tenemos todo lo necesario. Una paz interior sobrenatural, un sentido de seguridad eterna, una satisfacción orgánica aún en medio de necesidades, además del propósito, dignidad, valor e identidad que son fundamentados en esta provisión de Dios en el evangelio.
En Colosenses 2 Pablo habla de “todas las riquezas que proceden de una plena seguridad de comprensión” (vs. 2) y de que en Cristo, “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” (Vs. 3)
El mundo todos los días nos va a recordar de que nos falta algo más, que no somos perfectos y aunque en cierto sentido es verdad (Pablo también lo reconoce en el vs. 12); las buenas noticias para ti y para mí son que no sólo un día tendremos esa perfección completa en Su presencia, pero podemos vivir hoy en la realidad de que, como también dice Col. 2 y en el 10,
“ustedes han sido hechos completos (han alcanzado plenitud) en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad.”
Piensa en esto y encuentra tu descanso en El.
