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En todo el mundo, solo cinco países penalizan el aborto. La República Dominicana, mi país, es uno de ellos. El pasado martes 19 de julio la cámara de diputados del país aprobó un nuevo código penal que continúa imponiendo castigos contra el aborto, y los aumenta en ciertos casos. La decisión del Senado se dará a conocer dentro de los próximos días.

Tanto organizaciones internacionales, con sus filiales y aliados locales, y países con economías más fuertes, ejercen su influencia para que el aborto sea legalizado en la nación caribeña. La penalización del aborto ha sido catalogada como un atraso en el alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. La Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 comparte la misma opinión, y vincula la falta de acceso al aborto a la alta tasa de mortalidad materna.

Como mujer, médico y ginecóloga en la República Dominicana experimento a diario las tensiones y las situaciones dramáticas en torno al aborto. A continuación ofrezco unos breves comentarios sobre los recientes acontecimientos.

El aborto no es la solución para la mortalidad materna

Uno de los argumentos de la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 a favor de la despenalización del aborto tiene que ver con la tasa de mortalidad materna. En la República Dominicana esta tasa es altísima (106 mujeres mueren por cada 100.000 nacidos vivos) comparada al promedio de los países de la región (77 mujeres por cada 100.000 nacidos vivos). Según se postula, el acceso al aborto ayudaría a reducir esta tasa.

Pero, ¿es el aborto parte de la solución de la mortalidad materna? El aborto se define como la interrupción del embarazo, de forma espontánea o provocada, antes de 20 semanas de gestación o de un feto con un peso menor a los 500 gramos. Las principales causas de muerte materna son: hipertensión inducida por el embarazo, la cual ocurre luego de 20 semanas de gestación; hemorragias durante y después del parto; diabetes en pacientes adolescentes; y abortos en centros clandestinos, los cuales se practican mayormente después del primer trimestre (12 semanas) de embarazo.

La mortalidad materna es altísima en mi país, pero el acceso al aborto no parece tener ninguna relación directa con su disminución, aunque eso es lo que quieren dar a entender las organizaciones a favor del aborto. Desde una perspectiva médica, el argumento de la Estrategia Nacional de Desarollo 2030 parece ser más una estratagema que una estrategia. La solución tiene que ver con un mejor cuidado de salud y mejores consultas prenatales.

El aborto es un crimen contra Dios y contra el prójimo

Desde una cosmovisión cristiana el aborto un tema relevante porque Dios es un Dios de vida y de amor. Él contempla la vida desde la concepción (Sal. 139:13–16) y es el único que tiene derecho a crearla y a quitarla en el vientre. El aborto es un crimen contra el prójimo, pero fundamentalmente es un crimen contra Dios, porque atenta contra Él como Creador y dador de vida.

Por amor a Dios y a nuestro prójimo, los cristianos debemos denunciar la cultura de muerte e inmoralidad con amor y firmeza. Vivimos en un mundo que intenta desensibilizarnos al dolor de nuestro prójimo, y nuestro prójimo es también el no nacido, quien a la vez es el más vulnerable e indefenso. Se nos inculca que la mujer puede —más bien, que es su derecho— hacer lo que quiera con “su cuerpo”. Nuestra cultura nos enseña que lo que no sirve se bota, y esta misma manera de pensar se aplica tanto a los seres humanos que aún no han nacido como a los que ya han envejecido, a quienes se considera como estorbo, sin tomar en cuenta que su dignidad y derechos son los mismos que los de cualquier otra persona.

Debemos orar por las autoridades, los médicos, y los ciudadanos

Como pueblo de Dios, ya sea en la República Dominicana o en cualquier otra nación, debemos estar al tanto de lo que ocurre en nuestro medio. Debemos orar por nuestras autoridades para que sean dirigidas por Dios (1 Tim. 2:1-3) y para que se mantengan firmes, particularmente frente a las presiones de organizaciones nacionales e internacionales y de países con economías influyentes, no solo en cuanto a la despenalización del aborto sino también al paso de otras leyes contrarias a la palabra de Dios.

Los creyentes que trabajamos en el área médica necesitamos oración, por nosotros individualmente y por nuestro gremio. A menudo recibimos presiones por parte de las autoridades y pacientes para transar nuestras convicciones y prácticas. Pero también corremos el riesgo constante de volvernos insensibles ante el dolor y el sufrimiento de nuestros pacientes, empezando por aquellos en su estado más frágil.

Como ciudadanos en general debemos velar para que las leyes como la que penaliza el aborto sean aplicadas y no solo escritas y aprobadas formalmente. Como médico testifico que a diario se puede encontrar decenas de mujeres en hospitales públicos con abortos provocados, y muchas veces las autoridades no ponen en práctica la ley sancionando a quienes lo ameritan.

Los retos para la Iglesia

Como Iglesia debemos estar prestos a llevar el evangelio a toda persona, y en este caso especialmente a las mujeres en estado de vulnerabilidad. Debemos brindarle el amor de Cristo, su misericordia, su perdón, y su restauración (Rom. 5:8; Col. 1:21-22).

Si decimos estar de parte de la vida, debemos actuar de parte de la vida. Por lo tanto, como Iglesia, además de denunciar la cultura de la muerte y de predicar el evangelio, también debemos dar apoyo y guía. Muchas mujeres optan por el aborto porque no se sienten capaces de llevar a cabo la tarea de criar, mientras que otras lo escogen porque su embarazo es el fruto de una violación o incesto. Debemos ayudar a estas mujeres a ver que, aunque no tengan la madurez ni las condiciones para criar a un bebé, y aunque no estén obligadas a vivir el resto de sus vidas con el fruto de un abuso, hay más opciones que simplemente asesinar a un bebé inocente (como las casas de acogida y la adopción). ¿Estamos dispuestos a crear las condiciones para que esas otras opciones se vean reales?

Tal como en otros países, los políticos, los médicos, y los ciudadanos en República Dominicana están divididos en cuanto al tema del aborto. Las tensiones continúan, y las presiones probablemente aumenten. Los que estamos a favor de la vida del no nacido tenemos que mantenernos firmes en su defensa, en la predicación del evangelio, y en la asistencia a los indefensos y vulnerables.

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