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Si no me equivoco, nuestra iglesia es conocida en la ciudad como la “iglesia teológica”. Yo no lo digo para darme una palmada en la espalda. Después de todo, tomar en serio la teología no es garantía de fruto espiritual y madurez en Cristo. Ser conocido por la fe, la esperanza o el amor puede ser más seguro que una reputación de tener una erudición teológica. Sin embargo, considerando todas las cosas, me quedo con “iglesia teológica” antes que la “iglesia que recicla baterías”, la “iglesia con las consolas de Xbox en el grupo de jóvenes”, o la “iglesia con la máquina de humo”.

Desarrollar una iglesia basada en una teología buena —y una que tiene hambre de más de ello— comienza en el púlpito. Cuando llegué a la Iglesia Universidad Reformada en 2004, heredé un fuerte legado de predicación expositiva. He tratado de seguir con esta tradición con series largas, hasta ahora a través de Génesis, Levítico, 2 Crónicas, Esdras, Eclesiastés, los Profetas Menores, Marcos, Hechos, 2 Corintios, Efesios, 2 Timoteo, 2 Pedro, y Apocalipsis (solo para nombrar los principales esfuerzos).

Pocas iglesias van a profundizar en la Palabra si solo nadan en la parte menos profunda durante la mañana del domingo. Esto no significa que me enfoco en los profesores y doctores de mi congregación. Mi objetivo es el estudiante de primer año de universidad, alguien que tiene (¡ojalá!) el hábito de pensar y es abierto a enseñanzas cuidadosas, pero que puede que necesite ayuda con términos, nombres y conceptos nuevos. En otras palabras, supongo que la gente puede aprender, pero yo no asumo que saben de lo que estoy hablando.

Buen contenido no es suficiente

Estoy seguro que la gente de mi congregación diría que mi predicación es muy teológica. Creo que con eso se refieren a que pueden notar que trabajé duro en el texto durante la semana, que trato de ser un pensador cuidadoso, y que no tengo miedo de entremeter la historia de la iglesia, la teología sistemática, e incluso unas palabras de diez dólares de vez en cuando. Pero la buena predicación teológica no debe confundirse con una predicación sabionda. Es perfectamente posible que un intelectual de primer nivel que predique teología de clase mundial infunda en su gente un aburrimiento de clase mundial para con la reflexión teológica. Un buen contenido no es suficiente.

Hay al menos otras dos cosas que deben acompañar la predicación teológica si es que va a producir personas de mentalidad teológica.

En primer lugar, tiene que haber pasión. Las personas no escuchan todo lo que decimos. Ellos escuchan de lo que estamos entusiasmados. Hay una manera de hablar de la Definición de Calcedonia que comunica, “Esto es importante para las personas inteligentes que les gusta saber más que las personas menos inteligentes”. Y luego está la forma que dice: “¡No puedo creer que lleguemos a ver esto! ¡Vamos a tener una mañana excelente!” Es como esa historia de Ben Franklin y George Whitefield. Cuando alguien le preguntó a Franklin —quien decididamente no era evangélico— por qué él no paraba de ir y escuchar a Whitefield si él no creía una palabra de lo que el evangelista estaba diciendo, Franklin respondió: “Lo sé, pero él si lo cree”. La reflexión teológica nunca le importará al pueblo de Dios si saben que no les importa a los predicadores de Dios.

En segundo lugar, tenemos que lograr que la mejor teología baje hasta el corazón y suba hacia la gloria de Dios. Si le doy un sermón aprendido de Juan 10 sobre los detalles de la expiación definitiva, los calvinistas comprometidos se alegraran y el resto va a retorcerse. Pero si puedo mostrar cómo la muerte de Cristo de forma única para los elegidos es una expresión de su amor particular por las ovejas y su amor invencible por su novia, y si puedo demostrar que Dios es glorificado no solo por hacernos salvables en la cruz, sino por salvarnos hasta lo sumo, y si puedo hacer que el sermón cante de la maravilla de la muerte de la muerte en la muerte de Cristo; si puedo conectar esta doctrina difícil con nuestro corazón y para la gloria de Dios, entonces estoy ayudando a que a las personas les importe suficientemente la precisión teológica para obtener la mayor cantidad de meollo que pueden de sus carnosas Biblias.

Más que predicación

Por supuesto, hay más que pensar y reflexionar en la vida de una iglesia que solo la predicación. Trabajamos duro para entretejer instrucción y reflexión teológica en cada aspecto de nuestra iglesia. Queremos pensar teológicamente acerca de todo en la vida, especialmente nuestra vida eclesiológica juntos. Tratamos de pensar teológicamente acerca de las canciones que cantamos, las oraciones que hacemos, el orden del servicio, e incluso la colocación de los anuncios. ¿Cómo podemos esperar que la gente piense teológicamente sobre sus vocaciones si nosotros como ministros no pensamos teológicamente sobre las nuestras?

¿Y cómo va a crecer el pueblo de Dios en el discernimiento teológico? ¿Cómo van a ser afectados en sus afectos con las riquezas de la Palabra de Dios? ¿Cómo van a aprender a pensar los pensamientos de Dios acerca de él? ¿Cómo van a formar un pueblo teológico, a menos que tengamos una Iglesia teológica? Para nosotros, en nuestro contexto Reformado confesional, esto significa que estructuramos las clases de nuestros nuevos miembros alrededor de la Confesión Belga, el Catecismo de Heidelberg, y los Cánones de Dort. La mayoría de nuestros nuevos miembros son ajenos a las Tres Formas de la Unidad, pero siempre consideran un punto importante de la clase el leer por sí mismos estas formulaciones teológicas que han nutrido la fe del pueblo de Dios en todo el mundo durante siglos. Recientemente dedicamos un año entero a la predicación a través del Catecismo de Heidelberg durante 52 domingos por la noche.

Todos somos teólogos

Hay más que podría decir sobre nuestro curso de capacitación de liderazgo, nuestro proceso de selección de los ancianos y diáconos, nuestro ministerio universitario, nuestros grupos pequeños, nuestro programa de niños, y todo lo demás. No hacemos nada fuera de lo normal (a menos que consideres inusual que nos centramos en la Palabra, estar arraigados a una tradición confesional, catequizar a nuestro pueblo, y ser teológicos sin pedir disculpas).

Nuestro mundo superficial necesita iglesias de sustancia. Nuestra cultura superficial necesita profundidad en la adoración. Nuestra sociedad secular necesita un montón de maneras de pensar buenas y santas. Mi ministerio como pastor y nuestro ministerio como iglesia se basa en la suposición de que todos somos teólogos y la convicción de que si este es el caso, podríamos tratar de ser buenos siéndolo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Markos Fehr.
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