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Hace un tiempo descubrí un programa de televisión que me encantó desde el primer día en que lo vi: American Ninja Warrior. Este programa es una competencia deportiva que presenta a cientos de competidores de diversas partes completando una serie de obstáculos cada vez más difíciles, con el propósito de llegar a las finales nacionales y ahí completar la última y más difícil estación de obstáculos.

Estos competidores pasan todo un año completo entrenando día y noche. Muchos dejan sus trabajos para poder entrenar, invirtiendo grandes cantidades de dinero preparando obstáculos similares a los que tendrán que enfrentar en estas competencias. Lo que más llama mi atención es que todo ese tiempo de entrenamiento puede terminar sin logro alguno literalmente en segundos. Todo un año de intensa preparación llega a su fin al dar un mal paso, o no saltar lo suficientemente alto.

Sin haber visto nunca esta competencia, el apóstol Pablo nos advierte sobre esto y pone nuestra mirada en el lugar correcto: ” …disciplínate a ti mismo para la piedad. Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura”, 1 Timoteo 4:8-9.

Nuestro llamado a la santificación

El crecer espiritualmente es un llamado para todo creyente, sin importar las muchas responsabilidades que tengamos o el poco deseo que a veces tenemos.

En el pasaje de 1 Timoteo vemos cómo Pablo nos exhorta a disciplinarnos en la piedad, y podemos ver la piedad como ese proceso de santificación que nos lleva a ser más como Cristo.

Así como los competidores de American Ninja Warrior se disciplinan a sí mismos para tratar de ganar estas competencias, así debemos nosotras disciplinarnos para la piedad, y esta disciplina implica que debemos ser intencionales en cultivar aquellas cosas que contribuirán en ese proceso de santificación en nuestras vidas.

El ejercicio para la piedad

Como mujeres, estamos llenas de muchas responsabilidades con nuestras familias, hogares, estudios, trabajos, vida de iglesia y muchas otras cosas que demandan nuestro tiempo y que muchas veces nos agotan.

En medio de todo este desfile de responsabilidades, podemos vernos en la tentación de descuidar aquello que tiene un valor eterno y vivir nuestras vidas en piloto automático, sin ser intencionales en buscar la piedad.

Necesitamos aprender a ser sabias en el manejo de nuestro tiempo y buscar ser mujeres que lo invirtamos y no solamente lo usemos. En nuestra búsqueda de la piedad hay algunas áreas que necesitamos ser intencionales en cultivar:

1. El estudio de su Palabra.

No podemos ser mujeres piadosas despegadas de su Palabra. Aquello que tiene el poder de transformarnos, santificarnos y renovar nuestras mentes es la Palabra de Dios. El tiempo que dedicamos a estudiar su Palabra es un tiempo que tiene provecho para esta vida y la venidera. Sé intencional en ser una mujer del Libro. Su Palabra atesorada y obedecida te lleva cultiva la piedad. “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad”, Juan 17:17.

2. La oración.

La oración es desbordar nuestros corazones a Dios en adoración, petición, confesión, y acción de gracias. Es nuestro canal directo de dependencia de Dios. Su Palabra nos enseña que  aquel que esté falto de sabiduría la pida a Dios y eso lo hacemos a través de la oración. Mi querida amiga: separadas de Él nada podemos hacer, le necesitamos aun para aquellas cosas que estamos llamadas a hacer. Procura cultivar la piedad a través de la oración.

3. Vida de iglesia.

Como creyentes, estamos llamadas a congregarnos, a ser parte de un cuerpo que se reúna a exponerse a la sana predicación de su Palabra y a tener comunión con otros creyentes. 

No hay manera en la que podamos cultivar la piedad solas. Necesitamos de otros creyentes con los cuales caminar. Somos un cuerpo donde cada parte necesita de la otra. “El hierro con hierro se afila, Y un hombre aguza a otro”, Proverbios 27:17.

Sé intencional en ser parte de una comunidad de creyentes en las que tengas personas a las que le has dado el permiso de involucrarse en tu vida y colaborar en tu proceso de santificación.

Recuerda, todo esto se trata de Jesús

No hay dudas de que debemos ser intencionales en cultivar la piedad, a eso nos llama la Palabra. Pero no debemos perder de vista el fin poniendo nuestros ojos en los medios.

Es muy fácil olvidar el propósito real de aquellas disciplinas que cultivan la piedad. Actividades espirituales sin propósito se convierten en rutinas secas en nuestras vidas.

Colosenses 1:18 nos enseña que Cristo debe tener preeminencia en todo, y ese todo incluye nuestra vida espiritual. Nuestra disciplina es con el propósito de la piedad, con el propósito de ser conformadas a la imagen de Cristo.

Entonces, cuando vayamos a la Palabra, vayamos a ella buscando principalmente qué tiene esta que enseñarme de Jesús, qué nos dice Jesús en lo que estamos leyendo, y cómo le respondemos a Él.

Cuando cultivemos la disciplina de la oración, hagámoslo en el nombre de Jesús, acercándonos al trono de la gracia a través de su obra redentora y orando en cada situación siguiendo el modelo de Cristo.

Al ser parte de una comunidad de creyentes, hagámoslo recordando que Cristo es la cabeza del cuerpo al que pertenecemos, que es su novia.

Disciplinémonos a nosotras mismas para la piedad recordando que al final se trata de Él.

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