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Por mucho que queramos idealizar la infancia, los niños viven en el mundo real, el mismo mundo hermoso y roto habitado por los adultos. A través de sus escritos, el Dr. Timothy Paul Jones me recuerda regularmente que la trama de la Biblia nos ayuda a mirar nuestro mundo de manera integral, es decir, de una forma que une lo que a menudo percibimos como realidades separadas, de niños o de adultos. 

“La Biblia debe enmarcar todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo la vida familiar”, dice Jones. En otras palabras, una cosmovisión bíblica debe dar forma a la manera en la que vemos a los niños. Los teólogos a menudo resumen esta visión bíblica como un movimiento de cuatro partes: creación, caída, redención, consumación. ¿Qué nos enseña esto acerca de los niños?

En primer lugar, nuestros hijos son creados a la imagen de Dios. Mis hijas son una creación admirable. Sus vidas están impregnadas de la gloria de un universo que refleja la belleza de Dios. Dios y la genética de su mamá les han dado cierta capacidad atlética. Mis niñas han sido dotadas de imaginación y capacidad de pensar y conocer. La vida de un niño tiene valor porque él o ella está hecho a la imagen de Dios.

En segundo lugar, nuestros hijos son criaturas caídas. Incluso los niños son solo polvo. Ellos experimentan el dolor de un mundo corrompido por el pecado, el abuso, el sufrimiento, y la muerte. Rob Plummer escribe: “A veces, la gente dice venir de familias disfuncionales. La realidad es que, a causa del pecado, todos somos ‘disfuncionales’ en lo más profundo”. Mis hijas necesitan consuelo, atención, y un toque sanador. Y cuando intercambian el deleite en la gloria de Dios por el deleite en los placeres del momento, necesitan disciplina y corrección. 

En tercer lugar, nuestros hijos necesitan a Jesús como salvador. Ellos necesitan redención. Jesús mismo dice: “Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a Mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos” (Mt. 19:14). Las palabras de Jesús nos deben animar a llamar a los niños a Él. Sus palabras deben inspirarnos para ayudarles a ver que las buenas nuevas de Jesús son su única esperanza.

Por último, a la luz de la consumación venidera, nuestros hijos son potencialmente hermanos y hermanas en Cristo. Si mis hijas están a mi lado en los cielos nuevos y tierra nueva, no serán como mis hijas, sino como mis hermanas redimidas por la sangre de Jesús. Ser abrazados por la redención de Dios es ser adoptados como hijos de Dios, obteniendo una nueva identidad que trasciende todo estado y relación terrenal.

Este bosquejo simple parece bastante básico. Pero si soy sincero, tengo que admitir que me inclino hacia una visión más fracturada del ministerio y la crianza de los hijos. Me cuesta creer que todas las partes del mensaje bíblico aplican todo el tiempo. Como padre, sé que soy responsable de proteger a mis hijos, de cuidar sus cuerpos, de proveer, y de enseñarles a tomar decisiones que los conduzcan a una vida más exitosa. Estas son responsabilidades que corresponden a la verdad que conozco de la doctrina de la creación, la humanidad, y la caída. Pero es fácil (incluso como pastor) descuidar las doctrinas de la redención y la consumación cuando estoy en casa.

Has escuchado a líderes en el ministerio de la familia quejándose de padres que tienen una mentalidad de “dejar”. Muchos padres asumen que es mejor delegar la responsabilidad de la evangelización y la formación de los niños a los ministros. Como escribe Jones: “Los maestros de escuela se perciben como las personas responsables del crecimiento de la mente de los niños, los entrenadores como los que están a cargo de la formación de sus cuerpos, y los ministros en la iglesia como los que tienen el deber de desarrollar sus almas”. No hay duda de que esto es un problema, pero me pregunto si el asunto es uno mucho más profundo.

Aun si con regularidad disciplino, instruyo, y animo a mis hijas a seguir lo que es puro y bueno, ¿con qué frecuencia pienso en ellas como mis hermanas potenciales en Cristo? Puedo ayudarles a reconocer el camino correcto y restaurarles cuando se desvían hacia el camino equivocado. Cuando estoy disciplinando a una de mis chicas, puedo incluso ir más allá de la mala conducta y pastorear las motivaciones de su corazón. Pero como un hermano mayor en Cristo, ¿estoy dispuesto a confesar mi propio pecado y arrepentirme delante de mis hijas? Si no es así, estoy en peligro de ser un padre carente de gracia.

Una tentación igual pero opuesta me seduce como pastor. Debido a que el evangelismo y el discipulado son partes principales de la descripción de mi trabajo, me siento tentado a encarnar el papel de un “arréglalo todo”. En medio de la preparación de las clases y el manejo de los programas, con demasiada facilidad olvido que Dios me ha llamado a equipar a los padres para evangelizar y enseñar a sus propios hijos. Más allá de eso, tiendo a olvidar lo difícil que es para los padres vivir la realidad de las doctrinas de la redención y la consumación delante de sus hijos cuando hay tantas otras cosas que dominan su tiempo. La práctica de hockey, inyecciones para combatir las alergias, viajes compartidos a la escuela o el trabajo, y la fiesta de Navidad de la escuela (sin mencionar la pierna rota, un matrimonio roto, o el desempleo) tienden a desplazar los tiempos ideales para la devoción familiar. Si me falta conocer las necesidades reales que los padres en nuestra iglesia experimentan todos los días, entonces el evangelio que estoy predicando es esencialmente uno gnóstico, es decir, un mensaje espiritual que está falto de aplicación en el mundo real.

Gloria a Dios por un Salvador que no lucha con ver el ministerio solamente a través de una o dos de las partes de la historia bíblica. En Jesucristo, Dios se hizo hombre y vivió entre nosotros. Él unió nuestra belleza y quebrantamiento en su carne. Él trajo la redención, y está provocando la consumación del reino a través de su Iglesia.

Estoy particularmente agradecido por algunas formas nuevas en las que las iglesias evangélicas en este tiempo están viviendo ese tipo de ministerio integral modelado por Cristo. Un énfasis renovado en la atención a huérfanos y justicia social para niños, por ejemplo, ayudan a luchar contra una vida falta de gracia o hiperespiritualidad. Mi oración es que el ministerio familiar en nuestras iglesias incorpore la verdad de cada parte de la historia bíblica. Oro que tengamos ministerios más sólidos que ayuden a los líderes a pasar de ser simplemente los que “dirigen un departamento” o “lideran un montón de programas” a ministrar verdaderamente a las familias de una manera que represente mejor la misión del Salvador.

La autora Megan Marshman ha desarrollado una actividad de reflexión usando notitas adhesivas que ayudó a nuestro equipo a ser más consciente e intencional sobre las necesidades de las familias en nuestra comunidad. Se trata de ayudar a enfocar nuestro ministerio donde es más necesitado. Espero que les ayude a ustedes también:

  • Escribe las palabras “hogar” e “iglesia” en una pizarra. Deja un espacio en medio.
  • Bajo la palabra “hogar”, escribe las partes de la historia bíblica que normalmente enfatizan los padres —creación y caída— así como el peligro asociado a ello —una familia sin gracia— cuando nuestra atención se centra en estas partes sin tomar en cuenta el final de la historia.
  • Bajo la palabra “iglesia”, escribe las partes de la historia bíblica que normalmente enfatizan los pastores y el personal ministerial —la redención y la consumación— así como el peligro —un ministerio hiperespiritual— cuando la atención se centra en estas partes de manera aislada y sin tomar en cuenta el principio de la historia.
  • Luego, utiliza notitas adhesivas para anotar los diferentes programas que ofrece tu ministerio (escuelas bíblicas de verano, grupos pequeños, noche de diversión familiar, entrenamiento de líderes, retiros de discipulado, escuela dominical, campamentos juveniles, etc.). Utiliza una papelito diferente para cada programa. Colócalos en la pizarra bajo la palabra “iglesia”.
  • Ahora, usa un nuevo color de notitas adhesivas para anotar las necesidades reales o luchas de los individuos y familias de tu ministerio (como la depresión, la soledad, el divorcio, el abuso de drogas o alcohol, la sexualidad inapropiada, la apatía, la ira, etc.). Utiliza un papelito diferente para cada necesidad o lucha. Colócalas en la pizarra bajo la palabra “hogar”.
  • Traza una línea desde cada notita que contiene un programa hacia las necesidades que ese programa en particular atiende. Identifica las necesidades que se quedaron sin cubrir y pregúntate lo siguiente: ¿Por qué hay necesidades no satisfechas en la estructura del ministerio actual? ¿Cómo se podrían satisfacer esas necesidades teniendo en cuenta lo limitado de los recursos financieros o humanos? ¿Podemos asociarnos con otras iglesias o ministerios paraeclesiásticos para atender juntos las necesidades de la iglesia? O, ¿por qué tienes un programa que no está cumpliendo con las necesidades específicas de la iglesia? ¿Cómo se pueden utilizar estos programas para ayudar a otras iglesias en el área?

Publicado originalmente en Am I Called? Traducido por Rebecca Parrilla.
Imagen: Lightstock.
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