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Una oyente del podcast que pide permanecer en el anonimato pregunta: “Pastor John, voy a una iglesia muy pequeña y con recursos limitados, y en los últimos dos años me he dado cuenta de que nuestro pastor está usando con mayor frecuencia series de sermones ‘preparados’, o ya hechos. Tanto es así que puedo buscar en línea y encontrar el bosquejo, o puedo encontrar otra iglesia que ha completado la serie, y escuchar el sermón casi exacto de antemano. ¿Qué piensa sobre eso? ¿Es bíblico o permitido? No me parece correcto pero no estoy segura por qué”.

Me alegra que hizo esa pregunta en lugar de preguntarme qué debe hacer al respecto, porque tengo sentimientos muy fuertes acerca de la pregunta que hizo, y me resulta fácil responder. En cambio no tengo convicciones tan fuertes ni ideas claras sobre qué estrategias debe tomar al respecto.

He intentado a lo largo de los años imaginar una situación en la que yo pudiera sentir paz o sentirme auténtico al usar el bosquejo o sermón de otra persona. Y nunca he sido capaz de imaginar una situación así. Francamente, me parece totalmente impensable que una predicación auténtica pueda ser el eco del encuentro que otra persona tuvo con la palabra de Dios, en lugar del sonido de trompeta de mi propio encuentro con la palabra de Dios. Por supuesto que mi sermón debe ser un eco. Debe ser un eco de la voz de Dios. Pero no un eco de un eco de la voz de Dios.

Así que esa es mi convicción. A continuación algunas de las razones para ello. Y tengan en cuenta que no estoy hablando del problema de plagio. Eso es claramente un pecado. Estoy hablando de utilizar un sermón o bosquejo de otra persona, incluso cuando se reconoce que proviene de otra persona, en cuyo caso no sería plagio porque se está dando crédito. La predicación en la adoración está justificada por la Escritura. No es simplemente algo que pensamos que es bueno hacer. Y se justifica, me parece, por la naturaleza misma de la verdad de Dios.

Justo después de describir la inspiración y la utilidad de toda la Escritura en 2 Timoteo 3, Pablo dice: “En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por Su manifestación y por Su reino te encargo solemnemente: Predica la palabra” (2 Timoteo 4:1-2). Por lo tanto, el contexto es que la predicación es útil en la vida de la iglesia. Y la palabra griega utilizada para “predicar” no es la misma que “enseñar”. Es una palabra que se refiere a anunciar y proclamar con gozo lo que se comunica.

Mi definición de la predicación es: exultación expositiva. “Expositiva” en el sentido de que siempre hay verdad y explicación, y “exultación” en el sentido de que el predicador nunca es indiferente a lo que está explicando. Él está emocionado por ello. Él está gloriándose en ello. Él está adorando a través de ello y en ello. Así que predicar no es lo mismo que enseñar, a pesar de que la predicación incluye elementos de explicación y enseñanza.

El contexto al que se refiere 2 Timoteo es la iglesia, no solo el evangelismo en las calles, en donde uno puede imaginarse levantar la voz y anunciar, sino en la iglesia, semana tras semana. Por lo tanto, el corazón mismo de la predicación es ver la belleza de la verdad y sentir el valor de la verdad. La predicación es anunciar la belleza que el predicador ha visto y proclamar con gozo la belleza que el predicador ha sentido. 

Ahora bien, esto significa que la primera razón por la que tengo problemas con los sermones de segunda mano es que exponen, a mi parecer, una falta de parte del predicador de ver la belleza de la verdad y sentir el valor de la verdad. Él tiene que ir a otra persona para ver lo que él debería ver en la Palabra. Él tiene que ir a otra persona para expresar los sentimientos que él debería sentir cuando lee la Palabra. Este es un síntoma de algo profundamente malo y que necesita un remedio rápido en el predicador.

En segundo lugar, tengo problemas con los sermones ya hechos porque creo que la predicación y la enseñanza son el llamado del pastor. Es su trabajo. Se supone que debe invertir lo que sea necesario para conocer las Escrituras y explicarlas al pueblo con sencillez. Y como pastor de una iglesia local, su trabajo consiste en leer las Escrituras y comprender las Escrituras, específicamente en relación con las necesidades de su rebaño. No debe ser un predicador genérico. Se supone que debe proteger a su rebaño y alimentarlo, porque lo conoce y lo ama.

Pablo dice en 1 Timoteo 5:17, “Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza”. La última frase —“los que trabajan en la predicación y en la enseñanza”— define el llamado del predicador. Este es su trabajo. Debe trabajar en el estudio de las Escrituras hasta que vea la palabra que Dios tiene para su pueblo, y la sienta con gozo. Esa es la segunda razón.

A continuación la tercera razón por la que no me gusta este tema de los bosquejos y sermones ya hechos. 1 Timoteo 3:2 dice que un anciano debe ser apto o capaz, dotado, para enseñar. En otras palabras, estudiar y predicar la palabra no es nuestro llamado solamente. Debe ser nuestro don. Y si no lo es, no deberíamos estar en este rol, dice la Biblia.

Tener el don de la enseñanza implica que no debe ser un predicador de segunda mano. Eso significa el don. Si usted tiene que ser un predicador de segunda mano, entonces no tiene el don de ser un predicador de primera mano. Ver y saborear y decir lo que Dios dijo, no lo que alguien más dice que Dios dijo; ese es el don de la predicación y la enseñanza. 

Así que en conclusión, Dios no está llamando a los pastores a ser elocuentes. Él no llama a tener la mejor predicación del mundo. Él no llama a tener frases inteligentes. Él no pide que tengamos la referencia más relevante en las noticias o en los medios de comunicación, o alguna profunda comprensión del texto que nadie más pueda tener. Lo que Dios pide de cada pastor es que seamos fieles y auténticos cuando nos encontramos con el significado del texto, por el bien de nuestro pueblo. Y que lo comuniquemos con pasión sincera por Dios y por el pueblo.  

Creo que la gente quiere que su pastor sea su pastor. Pastor, vea lo que está en el texto para nosotros. Ámenos con la Palabra, pastor. Enséñenos lo que ha visto en la Palabra, pastor. No queremos préstamos enlatados de otras personas. Queremos que se postre delante del Dios vivo y ante su Palabra. Argumente con Él. Luche con el texto hasta que vea lo que necesitamos oír de la Palabra. 

Así que, sí, estoy muy, muy preocupado con eso de usar sermones ya hechos, y oro que Dios imparta vida nueva, dones nuevos, llamado nuevo, y ojos nuevos a cada pastor que está utilizando bosquejos y sermones de otras personas.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Becky Parrilla.
Imagen: Lightstock.
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