¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

El 4 de julio de 2011 me encontraba frente al hombre que hoy es mi esposo. Tras meses de orar y esperar, el día llegó sin avisar. Él me dijo que me amaba y que quería casarse conmigo. Yo estaba lista para decir que sí.

En nuestra ingenuidad, pensábamos que estaríamos casados en menos de tres meses, pero pasaron casi tres años antes de que pudiéramos ser marido y mujer. Nuestra historia está muy lejos de ser lo que habíamos esperado, pero no puedo cambiarla. Ni siquiera quiero. Es la historia que Dios escribió para nosotros. No es digna de Pinterest, pero es digna del Señor… y eso no lo cambio por nada.

No recibí mi anillo con una cena súper elegante, ningún fotógrafo profesional estaba escondido entre los arbustos, ni tampoco hubo una gran coreografía en el centro comercial. Eramos él y yo en una laguna desierta… ¡AL FIN!

Pensábamos que lo más difícil había quedado atrás. Estábamos muy equivocados.

La preparación para el día de nuestro matrimonio fue una montaña rusa. Sí tuvimos despedidas de solteros, pláticas prematrimoniales, y palabras de aliento. Pero también vivimos tensiones familiares, dificultades económicas, y pérdidas de seres muy amados.

Oh Señor, Tú me has escudriñado y conocido.
Tú conoces mi sentarme y mi levantarme;
Desde lejos comprendes mis pensamientos.
Tú escudriñas mi senda y mi descanso,
Y conoces bien todos mis caminos.
Aun antes de que haya palabra en mi boca,
Oh Señor, Tú ya la sabes toda.
Por detrás y por delante me has cercado,
Y Tu mano pusiste sobre mí.
Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
Es muy elevado, no lo puedo alcanzar
(Salmo 139:1-6).

Nada fue como lo planeé, pero el Orquestador de todo estaba observando. Él fue quien me rodeó con su brazo y me dirigió cuando más sola me sentía. Él fue quién me fortaleció cuando creía que iba a derrumbarme. No entendía por qué todo tenía que ser tan complicado. Pero Dios estaba trabajando en mi corazón.

Ese tiempo no se trató de vestidos, anillos, fiestas, o regalos. Se trató de que Dios tomó mi corazón y lo probó de maneras que nunca antes lo había probado. Me enseñó a temer a Él y a nadie más. Me enseñó a ser valiente y hablar, y también a ser humilde y callar. Me enseñó que nada es imposible para Él.  

Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
Y guíame en el camino eterno
(Salmo 139:23-24).

Mi historia es hermosa. Y no es hermosa porque la ceremonia haya sido perfecta, o porque haya tenido el vestido de ensueño. Mi historia es hermosa porque Dios la escribió, y a través de ella me hizo más a la imagen de su Hijo.

Si estás pasando por una temporada de pruebas y dificultades, deja de mirar a tu alrededor. El enemigo quiere distraernos y engañarnos. No te afanes envidiando lo que otros tienen, ni tampoco te lamentes de que las cosas parecen ser mucho más fáciles para los demás que para ti. 

Recuerda el Salmo 139. El Señor no está ajeno a tus dificultades. Él lo conoce todo y está en soberano control. Si le amas, todo lo que ha permitido, lo ha permitido para tu bien (Romanos 8:28). Tu única tarea es caminar en la Verdad, con los ojos fijos en Jesús (Hebreos 12:1-2). Él se encargará del resto. 

Sea cual sea, agradece a Dios por tu historia. No es perfecta. No se trata de comodidades, riqueza, o belleza. Ni siquiera se trata de ti. Se trata de corazones transformados para gloria de un solo nombre; no el tuyo ni el mío: el nombre de Jesús.

Imagen: Lightstock
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando