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Nota del editor: El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa: Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.

“Pastor John, tengo un hijo pródigo de 16 años que se fue de la casa y dejó de caminar con Cristo. Estoy luchando por saber si debería apoyarlo económicamente en el mundo, como el padre de la parábola del hijo pródigo. O como debió haberlo hecho Elí, debería tomar una posición más estricta en relación a la rebeldía de mi hijo. El hijo pródigo recibió su herencia, la derrochó en su estilo de vida, y luego regresó a casa arrepentido. Los hijos de Elí eran perversos, viviendo en todo tipo de pecado sin ningún arrepentimiento, y por ello murieron. ¿Una gracia abundante o una restricción severa? ¿Qué debería hacer el padre de un hijo pródigo, especialmente en el área económica?”.

Me da mucho gusto la manera en que él ha pensado acerca de esto, y que lo ha hecho a la luz de las Escrituras. Francamente, cómo quisiera tener respuestas claras y precisas, pero quiero compartir lo que tengo, y tal vez el Señor lo usará de alguna manera.

Una de las cosas que hace de la relación con el hijo pródigo algo complejo es la interacción entre los pasajes de la Biblia en cuanto a la disciplina en la iglesia, y pasajes en cuanto al rol como padres. Una de las cosas más duras en la disciplina como iglesia es que, por una parte, tenemos un llamado, por ejemplo, a ni siquiera comer con alguien que dice ser creyente y vive inmoralmente (1 Co. 5:11). Por otra parte, las expectativas normales de lo que significa ser padres piadosos pudiera hacer muy difícil llevar acabo esta pauta. Y existen otro tipo de ambigüedades al tratar de entender el rol especial que un padre tiene en la vida de su hijo quien ya no se somete a la autoridad de sus padres, o que ya no cree en lo que sus padres creen.

Entonces, en cuanto a la ayuda económica para un hijo pródigo, no veo que exista una sola regla que se aplique a cada situación. A mí me parece que hay muchos factores que hacen la diferencia. ¿Cuántos años tiene? ¿Cuán serio es su comportamiento pecaminoso? ¿Cuáles son los efectos de ello en otros y el daño que se hace a sí mismo? ¿Todavía existen rasgos de respeto en su corazón? ¿Se fue de la casa? ¿Su salida fue por rebeldía o solo por una diferencia honesta de convicciones? ¿Está motivado a sostenerse por sí solo económicamente, o no tiene un objetivo y simplemente está de vago? Y la lista de preguntas a responder puede seguir y seguir.

La razón por la que creo que estas preguntas son importantes es porque son el tipo de cosas que debemos preguntarnos acerca de nuestra generosidad hacia otros, especialmente con aquellos que nos han maltratado. Estoy pensando en las palabras de Jesús en Mateo 5:38-42, “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pero Yo les digo: no resistan al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. Y cualquiera que te obligue a ir un kilómetro, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda”.  

Sin embargo, por más radical que suene, y voy a retornar a esta radicalidad en un minuto, es obvio en la Biblia misma que hay estructuras en la sociedad, hay esferas en la sociedad donde la Biblia pone límites a sus enseñanzas. Por ejemplo, en la familia, los hijos deben obedecer a sus padres y los padres deben disciplinar en vez de siempre dar la otra mejilla (Ef. 6:1, 4). En el gobierno, el estado tiene el derecho a castigar a los criminales en vez de dar la otra mejilla (Ro. 13:1, 4). En las escuelas, los profesores tienen el derecho a poner malas calificaciones a los estudiantes que no hacen sus tareas. En los trabajos, los jefes tienen el derecho a observar si sus empleados han cumplido las expectativas para así ganarse un salario; caso contrario, ellos podrían perder su trabajo. En la iglesia, las personas pueden ser excomunicadas. Pero tomando en cuenta todas las esferas de la vida, Jesús sí fue radical cuando dijo: “Cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.” Y cuando dijo: “Al que te pida, dale”. 

Así que, mientras más viejo me pongo, más me inclino a tomar esos mandamientos literalmente en vez de tratar de justificarme para no llevarlos a cabo. No creo que hay una regla simple que dicte cuándo debes ayudar a tu hijo pródigo económicamente y cuándo no. Por una parte, quieres mostrarle a tu hijo que Jesús es el tesoro que satisface todas tus necesidades. Y cualquier retención económica, aplicada con sabiduría, en cualquier situación, no se debe a avaricia o miedo o ambición o inseguridad. Sino que se debe al deseo de hacerle un bien a tu hijo. Queremos que él vea eso. Eso significa que los padres deben buscar otras maneras para continuamente hacer el bien a sus hijos.

Creo que este es un principio importante: si tienes que decir no en un área porque ves que las expectativas de tu hijo son dañinas, intenta ayudarle a ver que tu corazón está todavía ahí para él, demostrándolo en otras maneras. Continuamente lo buscarás en lugar de rechazarlo. Continuamente le ofrecerás ayuda a pesar de que no le ofrecerás dinero. Y eso será todavía más difícil. Tomar un avión y cruzar el país es más difícil que hacer un envío de dinero. Tú irás a donde tu hijo esté, y lo harás por él.

Y sí, en un momento sorpresivo, puedes darle un maravilloso regalo que no está diseñado para que continúe en pecado, sino para limpiarlo con la gracia, en la esperanza de que Dios abra sus ojos. Sobre todo, quiero decirle a este papá: sumérgete en la Palabra de Dios y une tus manos junto con las de tu esposa en continua oración por sabiduría y amor y valentía, e incluso gozo, aun mientras sus corazones estén siendo destrozados. Y creo que Dios, en medio de ello, te mostrará el camino hacia adelante.  


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Fanny Stewart-Castro.
Imagen: Lightstock.
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