¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Somos responsables del pobre en nuestra iglesia

Más de Alejandro Anchondo

Quiero que conozcas al hermano Juan. Él es un cristiano joven y lleno de conocimiento teológico. Lo veo sirviendo incansablemente en su congregación. Es un maestro nato, con una pasión por presentar la sana doctrina. Sus padres tienen años sirviendo en la congregación, apoyando fuertemente con su tiempo y sus ofrendas.

Pero Juan no se lleva bien con todo el mundo. De hecho, ya se le ha mencionado que tiene un problema de juzgar a los demás. Y es muy evidente en su trato con los pobres.  

Se le ha escuchado decir sobre un hermano en necesidad que ” seguramente está así porque no trabaja bien”. En el grupo de jóvenes, ves que no se sienta cerca de los muchachos que están visitando desde el barrio al lado de la iglesia. De hecho, algunos han visto arrogancia en Juan, que piensa (aunque no lo dice) que su prosperidad es el resultado de su mucho esfuerzo.

En su actitud para con los pobres, Juan está mostrando áreas de su corazón en las que el evangelio no ha tenido un impacto verdadero.

La manera en la que tratamos a nuestros hermanos en necesidad económica revela mucho de lo que hay realmente dentro de nosotros, y por ende es un indicador de la condición de nuestra vida espiritual. De hecho, el reformador Juan Calvino enseñaba que Dios coloca a individuos pobres delante de su pueblo para probar lo que hay en sus corazones1.

Sustenta a tu hermano

El libro de Levítico es uno que los cristianos muchas veces no sabemos qué hacer con él. Pero el capítulo 25 tiene un pasaje muy fácil de entender. Aquí aprendemos que el Señor desea que sus hijos aprendan a vivir como hermanos, cuidándose y cubriéndose mutuamente como consecuencia de la obra que Él ha hecho por y en ellos:

“En caso de que un hermano tuyo empobrezca y sus medios para contigo decaigan, tú lo sustentarás como a un extranjero o peregrino, para que viva contigo. No tomes interés y usura de él, pero teme a tu Dios, para que tu hermano viva contigo. No le darás tu dinero a interés, ni tus víveres con ganancia. Yo soy el Señor su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para darles la tierra de Canaán y para ser su Dios” (Levítico 25.35-38).

¿Por qué es que el Señor les está pidiendo a los Israelitas que no cobren interés a los préstamos que se hagan entre ellos? ¿Será que el convertirse en banquero o hacer préstamos a intereses sea pecado? De ninguna manera. En Deuteronomio 23.19-20 el Señor les prohíbe también cobrarles intereses a sus hermanos, pero los libera para cobrarle intereses a los extranjeros en transacciones comerciales. La distinción se hace no porque cobrar intereses sea pecado, sino porque el Señor desea que entre sus hijos haya una actitud de hermandad, que los lleve a buscar amorosamente ayudarse, darse el bien, y sostenerse mutuamente cuando uno de ellos se encuentre en necesidad.

Cuando uno de los israelitas empobrecía, el Señor ordenaba que el pueblo lo ayudara, ya sea prestándoles dinero, o dándoles alimento y vestido gratuitamente, y que lo hicieran motivados por amor y por un genuino interés en su bienestar. El pecado era que, cuando alguien viera a uno de sus hermanos en necesidad económica, en lugar de mostrar misericordia y ayudarlo, se aprovechara de la situación y obtuviera ganancia de la debilidad de su hermano.

¿Cómo tratamos al pobre en la iglesia?

Si la actitud de Juan hacia su hermano en necesidad no es compasiva, buscando ayudarlo como le sea posible, probablemente revele que la realidad del evangelio no está operando sanamente en su corazón.

¿Será posible que tenemos un poco de Juan en nosotros? ¿Cómo estamos tratando a los pobres y necesitados alrededor nuestro?

Regresando al capítulo 25 de Levítico, en el versículo 38 encontramos dos verdades del evangelio que nos ayudarán a cultivar un corazón compasivo para con otros hermanos que se encuentran en necesidad:

  1. “Yo soy el Señor su Dios”. Necesitamos recordar continuamente que por Jesús y su obra en la Cruz podemos caminar seguros de que el Creador del cielo y de la tierra ¡es nuestro Dios! Él está con nosotros, Él ha perdonado todos nuestros pecados y Él está a nuestro favor (Jn 20.17). Tener al Señor es suficiente, y deleitarnos en esto nos libra de la mentira de que nuestra seguridad y satisfacción están en nuestros bienes materiales. Así, podemos ser libres para ser generosos con los que están en necesidad.
  2. “…para darles la tierra de Canaán”. Todo lo que como creyentes tenemos, el Señor nos lo dio por pura gracia. Esta verdad nos recuerda que Él es nuestro fiel proveedor, que Él cuidará de nosotros, que todo lo que tenemos no sólo proviene de Él sino que le pertenece a Él también. Por lo que si Él nos pide que apoyemos a los hermanos necesitados podemos hacerlo generosamente, confiados en Él, sin miedo a que algo nos vaya a faltar a nosotros.

A pesar de nuestro pecado y nuestra terrible pobreza espiritual, el Señor nos ha aceptado gratuita y completamente en Cristo por la fe. Creer en el mensaje del evangelio debe producir en nosotros no solo gratitud sino gradualmente un corazón misericordioso que me lleva a querer hacer algo por cubrir a mi hermano que se encuentran en una situación de necesidad económica crítica.

La próxima vez que seas tentado a tener una actitud como la de Juan, sintiéndote superior a los pobres en la iglesia, recuerda el evangelio. Nosotros no teníamos absolutamente nada que ofrecer, y el Dueño de todo lo que hay se entregó a sí mismo por nosotros. Ahora, Él te llama a entregarte por tu prójimo.

Reconoce que tu prosperidad no es fruto de tus habilidades, sino de la gracia de Dios. Puedes orar para que Dios abra tus ojos y transforme tu corazón para amar y tener misericordia. Acércate a aquellos en necesidad y deja que el Señor te use para sustentar a tu hermano. Tal vez Dios mismo ya ha puesto alguien en tu cabeza mientras estás leyendo esto: ve y muéstrale el amor del Señor a ese hermano tuyo.


Imagen: Lightstock
[1] Calvin, J., & Bingham, C. W. (2010). Commentaries on the Four Last Books of Moses Arranged in the Form of a Harmony (Vol. 3, p. 158). Bellingham, WA: Logos Bible Software.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando