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Parece que los medios sociales y de comunicación mundial han decidido que la noticia de la captura del capo mexicano, Joaquín “El Chapo” Guzmán, es digna de la mayor cobertura. Las especulaciones y exageraciones abundan tanto como las noticias triviales acerca de su persona. Parece que al mundo le interesa saber si El Chapo deseaba filmar una película autobiográfica y quién será el actor que lo protagonizará en la segura producción de Hollywood basada en su escape y su vida. Al mismo tiempo, quiere saber cuál marca de teléfono celular prefería, cuántos hijos en realidad ha procreado y sobre si tenía un romance con una famosa actriz mexicana. Lo que debe ser evidente para cualquiera es que todo esto eleva la figura del famoso narcotraficante a proporciones míticas.

Pero hay una realidad que no se está comunicando en los medios, así como un análisis bíblico del caso que es necesario para poder formular una opinión y respuesta correcta acerca de lo que todo esto significa. Como pastor mexicano, quiero dar mi opinión al respecto y contribuir a dicha discusión desde un punto de vista de vivir en un país y en una ciudad (Ciudad Juárez) que son el escenario de lo que se ha llamado “la guerra contra las drogas”.

Juzgar con justo juicio

Primero que nada, debemos saber que el famoso “Chapo Guzmán” es un criminal brutal y sanguinario. Un hombre ambicioso que ama el poder y la riqueza y que está dispuesto a mandar matar a cientos, tal vez a miles, para asegurar una posición de mayor poder y beneficio económico. Este hombre nunca debe ser considerado a la ligera. Hay miles de personas en México y en otros países de América que han sufrido las consecuencias de su afán delictivo. Este hombre no es un héroe, no es un benefactor, no merece ser exaltado en una película, ni merece que se canten sus hazañas en una canción popular. Este es un hombre que debe ser castigado por la justicia por sus crímenes, y se le debe impedir que continúe haciendo el mal. Aunque hasta El Chapo tiene acceso a la gracia de Dios y oportunidad de arrepentimiento, es importante que nuestros juicios sean justos y que sepamos considerar a las personas correctamente en base a lo que la Biblia dice acerca de ellos.

Es muy fácil emitir opiniones acerca del “fenómeno” del Chapo. ¿Por qué se producen hombres así? ¿Qué hay detrás de los grandes capos del narcotráfico? ¿Son los gobiernos? ¿Es la pobreza? La respuesta bíblica es que El Chapo Guzmán es producto de un mundo caído y de una naturaleza humana pecaminosa. Es un ejemplo de lo que Pablo advertía a Timoteo que sería el carácter de los hombres en los últimos tiempos:

“Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles.  Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes, sin amor, implacables, calumniadores, desenfrenados, salvajes, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los placeres en vez de amadores de Dios; teniendo apariencia de piedad, pero habiendo negado su poder; a los tales evita”, 2 Timoteo 3:1-5

Consecuencias en un mundo caído

Un mundo caído produce hombres implacables y salvajes que por amor a los placeres y de sí mismos generan todo tipo de maldad, violencia, corrupción, abuso, vicio e injusticia. En nuestra consideración de su persona debemos tener cuidado de no interpretar su existencia como el resultado de una nacionalidad o raza, o de una condición social, educativa o económica. El problema del hombre siempre está dentro de sí mismo y no en su entorno. Está en su propio pecado.

A final de cuentas, cuando el pecado no es frenado, sino alentado, sucede lo que ahora vemos está sucediendo en países como México, donde el crimen organizado se atreve a desafiar al gobierno y a la sociedad. Si el gobierno establecido por Dios (Rom. 13:3-4) no combate ni contiene eficazmente la maldad, el crimen y la violencia se incrementan y multiplican. Jesucristo nos enseña que el pecado siempre está al acecho en el corazón del hombre dispuesto a surgir de la peor manera (Mat. 15:19). No hay país en el mundo en donde no haya evidencia de esa maldad interna del hombre natural; pero en Latinoamérica, las fallas gubernamentales han contribuido a que la maldad prospere a lamentables proporciones.

También ante estas noticias, es importante pensar en el efecto que produce la criminalidad del narcotráfico en toda una nación, en este caso por ejemplo, la de los mexicanos. Aunque el crimen organizado representa sólo el 0.3% de la población de México, esa cantidad de personas son suficientes para mantener a mucho de nuestro país en un ambiente de inseguridad, violencia y crimen. Ese porcentaje es suficiente para desestabilizar a todo un aparato gubernamental, de manera similar que un porcentaje mínimo de extremistas religiosos pueden aterrorizar a toda una nación o región. Por eso a la operación de los carteles de la droga se le ha llamado también Narco-terrorismo, violentando aún más una nación en donde prolifera la pobreza, la ignorancia y la injusticia social. Por eso, una respuesta más piadosa a la noticia de la captura del narcotraficante más famoso sería pensar en el sufrimiento y opresión que su operación ha causado a tanta gente, contribuyendo y a su vez empeorando la lamentable condición de nuestra población. Nuestra compasión debe llevarnos a orar por sus víctimas y por nuestros países que viven esta realidad.

Batalla incorrecta

Aunque los gobiernos parecen no hacer suficiente en el combate al narcotráfico, la realidad es que en los últimos 8 años el gobierno mexicano se ha enfrascado en un guerra sangrienta contra el narcotráfico, con el resultado de un estimado de más de 140,000 personas muertas (muchos de ellos miembros de los carteles), y decenas de miles de criminales detenidos. Desgraciadamente, esa estrategia de guerra, promovida y apoyada también por el gobierno de los E.E.U.U., ha demostrado ser completamente inefectiva.

México está pagando un precio muy alto por ser el país colindante del mayor consumidor de drogas ilegales del mundo. En marzo del 2009, la Sra. Hillary Clinton, en ese entonces Secretaria de Estado de Los Estados Unidos , afirmó: “La demanda insaciable {de América} de drogas ilegales es lo que alimenta el tráfico de drogas… y los Estados Unidos comparten la carga de la responsabilidad por la narco-violencia que está invadiendo a México”. ¿Porqué es inefectiva la guerra contra el narcotráfico? Simplemente, porque mientras la demanda de más de 26 millones de usuarios americanos de drogas ilegales no decrezca, la captura o muerte de un narcotraficante solo ocasionará que sea reemplazado por algún otro sucesor, que muchas veces son más violentos y voraces que los anteriores.

Solución real

Cuán necesario es que cada consumidor de drogas ilegales sea consciente de que cada dólar gastado para dicho consumo contribuye a la existencia y crecimiento de los carteles de droga y de su violencia acompañante. El fumar un cigarrillo de mariguana promueve la existencia de hombres como El Chapo Guzmán. Como respuesta a esto, los gobiernos se han inclinado mejor hacia promover la legalización del uso de las drogas, con la intención de eliminar su criminalidad y tratar de frenar la violencia que acompaña a su tráfico y mercadeo ilegal. La solución que los gobiernos proponen es facilitar el acceso a las drogas, ya que aparentemente se han rendido en la lucha por tratar de reducir su consumo.

La única guerra efectiva contra el narcotráfico es aquella que transforma el corazón de un consumidor. Se requiere cambiar de raíz el corazón de una persona, para que deje su egoísmo y su amor por el placer (que la droga produce), y se convierta en un amante de Dios y de su prójimo. Solamente el evangelio tiene ese poder transformador de vidas. La noticia de la captura del Chapo Guzmán, en lugar de alarmarnos de que existan personas como él, debe animarnos a proclamar aún más fuertemente al mundo que sí hay una solución al problema. La solución se encuentra en el poder transformador del evangelio de la gracia de Jesucristo.

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