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Hay necesidades humanas que son inevitablemente universales. Amar y sentirnos amados; el perdón, el alimento, la gracia. A la vez, ciertas civilizaciones sufren de necesidades específicas con mayor intensidad debido a sus circunstancias particulares. Ese es el caso del mundo cristiano hispanoamericano. No es que nuestras necesidades sean únicas. Pero en nuestra herencia cultural, hay ciertos aspectos que han sido descuidados históricamente, y por lo tanto necesitamos suplirlos con fundamentos bíblicos para poder crecer y madurar. Esta lista puede ser larga, pero permíteme presentarte dos áreas que necesitamos suplir urgentemente.

Necesitamos urgentemente: Predicación expositiva.

Esta situación es crítica al considerar que “no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). El creyente madurará por medio de la Palabra de Dios que pueda comprender y asimilar. Desde luego que creemos que cada creyente tiene al Espíritu Santo que le enseña todas las cosas (Jn. 14:26). Sin embargo, de igual manera creemos en la necesidad elemental que tiene el pastor a predicar la Palabra (2 Ti. 4:2), y de hombres y mujeres maduros capaces de instruir a otros en la verdad, al interpretar la Biblia correctamente.

El Dr. John MacArthur ha dicho que “el significado de la Escritura es la Escritura”. En otras palabras, no escucharemos correctamente la Palabra de Dios a menos que un texto sea interpretado con exactitud. De lo contrario será más bien una opinión personal, que en el mejor de los casos dará una enseñanza moral o cívica, y en el peor de los casos, simple herejía.

Por un lado, cada padre y madre tiene la responsabilidad de explicar y enseñar la Biblia en su familia. Pero en el ámbito eclesiástico, esta responsabilidad recae propiamente en el pastor-maestro (Ef. 4:1), y la predicación expositiva es el medio por el cual la Biblia puede ser enseñada con más exactitud.

Los evangélicos necesitamos que nuestras iglesias sean centros de doctrina bíblica explicada y luego aplicada en humildad. La predicación expositiva desempaca las verdades bíblicas de un texto al tomar en cuenta el contexto histórico, al hacer énfasis en la intención original del autor, y al interpretar el texto gramáticamente. Es decir, la predicación expositiva valora el orden de las palabras, así como su uso y propósito, preferentemente en el idioma original. Así el oyente entiende el significado de la Palabra, y con la ayuda del Espíritu Santo lo aplica a su vida. Todos los creyentes necesitamos la inalterada Palabra de Dios para vivir (1 Pe. 2:2).

La verdadera predicación de la Palabra no solo es necesaria para el crecimiento, sino fundamental para vivir. En el mundo hispano es vital que busquemos que nuestros pastores prediquen la Palabra “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Tim. 4:2). No estoy hablando de revolución religiosa. Estoy hablando de orar fervientemente, con un deseo sincero de escuchar solo la Palabra de Dios. Necesitamos discernimiento y sabiduría para conocer cuándo alguien está verdaderamente predicando la Palabra y cuándo no. No hacerlo como jueces o creyentes arrogantes, sino como mendigos buscando dónde encontrar alimento.

Necesitamos urgentemente: La gloria de Dios.

En su reciente libro, A peculiar Glory (Una gloria peculiar), el Dr. John Piper dice que la Palabra de Dios tiene una gloria que el creyente necesita percibir si es que quiere leer la Biblia de una manera efectiva. Es decir, la Biblia no se debe leer como si fuera un amuleto que solo hay que mirar casualmente para tener un buen día. Es más, no se trata de “pensar” en lo que leímos como si fuera algo mágico, individual, o místico.

Por supuesto, debemos meditar en las palabras de Dios (Sal. 119:11). Pero entendamos que la Biblia no es un libro de meditación. En 2 Corintios 4:4, Pablo explica que nuestro enemigo, Satanás, “ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios”. La luz del evangelio es la gloria de Cristo. Es la misma gloria, por cierto, que Moisés vio en Éxodo 33. Sin embargo, a diferencia de Moisés, nosotros no tenemos que ponernos un velo, sino que “todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” (2 Co. 3:18). ¡Esto es fascinante!

Leer la Biblia no se trata principalmente de cómo ser mejores padres, hijos, o creyentes. Se trata, principalmente, de la gloria de Dios. Encontramos en ella la naturaleza y esencia de Dios. Es en nuestra lectura de la Biblia que podemos conocer cómo es Dios. No solo cierta parte de Él, sino toda la gloria que ha sido revelada en las Escrituras. Lo que nos lleva de “gloria en gloria” es mirar a cara descubierta la gloria del Señor. Observar sus atributos y escuchar su voz a través de las páginas de la Biblia es lo que nos transforma. La Biblia no es un libro que leemos para aprender qué hacer externamente. La Biblia es la gloria revelada al creyente, para que al ser expuesto a ella continuamente, sea transformado internamente.

La gloria de Dios nos transforma. No tenemos que subir a un monte, ni tenemos que experimentar un evento metafísico. Simplemente tenemos que abrir nuestras Biblias y entender las riquezas de su gloria con nuestros ojos espirituales abiertos. Es exactamente lo que Pablo dice en Efesios 1:17, “El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él”. Si esa era la oración de Pablo para los creyentes de Éfeso, esa debe ser nuestra oración también, ver “las riquezas de la gloria de su herencia” (Ef. 1:18).

Así que busquemos que la predicación de la Palabra sea fiel. Pidamos ayuda a Dios para servir a una iglesia donde se busque una predicación sana y bíblica. Y leamos nuestras Biblias con un profundo deseo de encontrar la gloria de Dios, para que todo lo terrenal pase a segundo plano. Los tesoros que esta tierra te puede ofrecer no se comparan con la permanente, transformadora, e impactante gloria de Dios. El Dios de toda gloria ha puesto su gloria en la Escritura para que te transforme en una manera personal, única, y exclusiva, de acuerdo a lo que Dios tiene planeado para ti.  


Imagen: Lightstock
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