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Soy nacido y criado en Puerto Rico. Como decimos en mi país, boricua de pura cepa. Orgulloso de muchas cosas: los logros deportivos, la calidad musical, la belleza de nuestras playas, lo sabroso de nuestra comida. Otras cosas quizás no me hacen sentir tan orgulloso, como el auge del reguetón o la cantidad de asesinatos que hay en la isla anualmente.  Pero en esta semana, al enterarme de la noticia que el secuestrador de las tres mujeres de Cleveland, que fueron recientemente liberadas luego de diez años en cautiverio, era un puertorriqueño, me provocó que  mi corazón se fuera  al estómago.  Como muchos saben, Amanda Berry pudo escapar de su cautiverio con la ayuda de varios vecinos, y la policía logró liberar a dos jóvenes más que se encontraban en la casa de Ariel Castro encerradas por diez años.  En este lugar no solo se le privó de su libertad, sino que también fueron usadas para el beneficio sexual de este hombre. En estos días he estado pensando sobre esto y creo que he derivado varias lecciones de este suceso.

El hombre es pecador

Vivimos en un mundo caído donde vemos constantemente los efectos del pecado. Sea en desastres naturales, enfermedades o sufrimiento en general, esto nos apunta hacia la realidad que algo anda mal en este mundo. La explicación bíblica de esto es que evidenciamos los efectos del pecado en el mundo. Presenciar un acto tan horrendo como este debe despertar sentimientos donde deseemos que se haga justicia y que este hombre pague las consecuencias terrenales de estos viles actos.  Pero a la misma vez debemos de cuidarnos de no caer en la auto-justicia u orgullo, pensando que nosotros somos incapaces de cometer las mismas atrocidades.

Esos pecados existen en mí

La realidad es que la raíz de los pecados que Ariel Castro cometió también se encuentra en mí. No me mal interpreten: el nivel de dureza de corazón de este hombre fue tal que permitió que cometiera estos actos a través de tantos años. No estoy diciendo que todos los seres humanos hemos llegado a ese punto. Pero sí me refiero a que todos, de alguna u otra forma, hemos guardado las semillas de estos pecados en nuestros corazones. Todavía no conocemos a ciencia cierta las motivaciones de este hombre. ¿Fue la lujuria? Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido pensamientos lujuriosos. ¿Egoísmo? Todos hemos sido egoístas en cierto momento. Al final, si vamos la raíz de todo pecado desde una perspectiva bíblica encontraremos la rebeldía contra Dios; y todos hemos sido rebeldes contra Él.

Dios no entrega a todos los hombres a sus pasiones

¿Entonces qué me dice esto sobre mí? Me dice que Dios en su misericordia no ha permitido que mi corazón se entregue a mis pasiones. Romanos 1:18 dice que la ira de Dios se revela contra toda impiedad de los hombres.  Y luego es interesante ver cómo en el contexto de Romanos 1 esa ira es manifestada cuando Dios entrega los hombres a sus pasiones.  Romanos 1:24 dice,  “Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones”.  El versículo 26 nos expone nuevamente, “Dios los entregó a pasiones degradantes”. El apóstol continúa en 1:28, “Dios los entregó  a una mente depravada”.  Esto nos debe llevar a comprender que tan solo por la misericordia de Dios el mundo no es peor. Experimentamos gracia común al no presenciar más crímenes como estos. Dios, a través de diferentes medios, restringe el corazón del hombre a no ser tan malvado como podría serlo, y por ende experimentamos gracia común. La norma sería que hubiera más crímenes violentos y aún más horrendos; pero sólo por la gracia de Dios se limita el mal.

Solo la misericordia de Dios me protege

Veo que solo por la misericordia de Dios no soy Ariel Castro.  La tentación de todos en este momento es pensar, “¡yo nunca haría una cosa así!”.  Vemos los comentarios de los familiares separándose de este hombre; diciendo “no somos como él”.  La realidad es que solo por la gracia de Dios no somos como él. Hemos heredado de Adán una naturaleza caída, y todos merecemos la ira de Dios. Nuestros corazones deberían estar endurecidos al punto donde pecar de esta forma fuera normal en nosotros, pero su misericordia nos rescata de caer. Muchos preguntan dónde está Dios en estos momentos. La expresión correcta debería de ser que por la misericordia de Dios esto no sucede diariamente.

La cruz me ayuda a extender misericordia

Por último, cuando miro a Cristo crucificado por mi pecado me doy cuenta que sólo por su gracia puedo tener una relación con Dios y ser transformado por su Espíritu.  Así que puedo extender misericordia a Ariel Castro, puedo orar por que Dios salve su alma y no tenga que pagar las consecuencias de sus pecados en la eternidad.  Nada lo librará de las consecuencias de sus acciones ante las autoridades de Cleveland. Pero Cristo murió por pecadores, pecadores como yo, pecadores como Ariel Castro. Al final no somos tan diferentes a Ariel, mis pecados me condenan y al igual que este hombre mi única esperanza para vida eterna está en la persona de Cristo.

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