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Nehemías 8-9 y Marcos 11-12

Entonces todo el pueblo se fue a comer, a beber, a mandar porciones y a celebrar una gran fiesta, porque comprendieron las palabras que les habían enseñado.
(Nehemías 8:12)

Santiago de Chile se vio conmocionada en el verano de 1909. Se había perpetrado un horrendo crimen en la embajada de Alemania. El cónsul alemán Wilhem Becker había sido asesinado y luego se había incendiado la legación diplomática. Nunca antes se había realizado un asesinato de un personaje de tan alto nivel social y político. El presidente Montt envió a su edecán a presentar condolencias junto con otras altas autoridades del país que se asistieron al imponente funeral.

La policía estaba tras las huellas del asesino. Todas las pistas estaban dirigidas en contra del mozo chileno de la embajada, un joven de apellido Tapia, quien estaba desaparecido. Sin embargo, ocho días después del crimen se pudo descubrir la terrible verdad: el crimen había sido cometido en contra del humilde mozo. Era Becker quien había urdido un diabólico plan para asesinarlo y luego escapar con el dinero que la embajada guardaba en su caja fuerte. Todos supondrían que el cadáver era el de él, pero la verdad es que huyó con una cuantiosa suma de dinero.

Al ser descubierto en la frontera, intentó sobornar a los policías, pero fue finalmente detenido. La familia del humilde mozo había sufrido mucho al no entender la conducta de su desaparecido pariente. Los titulares de los diarios, los comentarios de pasillo y los chismes del vecindario torturaban a la familia Tapia con un sordo rumor de vergüenza y oprobio. Pero la verdad descubrió la verdadera víctima y el verdadero victimario. La Liverdad volvió a vencer. No, no me he equivocado al escribir. Lo que pasa es que estoy tratando de acuñar un nuevo término que incluya el vínculo íntimo que existe entre libertad y verdad.

Nehemías sabía que no bastaba con terminar la muralla de la ciudad de Jerusalén para que se dé comienzo a una nueva etapa en el pueblo judío. Él sabía que era importante levantar también la muralla del alma, devolviéndole a los judíos el entendimiento de la razón y el propósito de las cosas que están haciendo, los valores por las que su pueblo era más que geografía, una ciudad o una raza. Ellos habían dejado atrás 70 años de esclavitud física, pero ahora había llegado el momento también de liberar el alma.

Era el momento de entender y Esdras, el sacerdote-escriba, era el encargado de entregar verdad liberadora, “Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, pues él estaba en un lugar más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso en pie” (Neh. 8:5). Junto a él estaban los levitas que respondían las preguntas de la gente, “… y los Levitas, explicaban la ley al pueblo mientras el pueblo permanecía en su lugar. Y leyeron en el Libro de la Ley de Dios, interpretándolo y dándole el sentido para que entendieran la lectura” (Neh 8:7-8).

Las autoridades también se dispusieron a entender los propósitos de Dios: “Al segundo día los jefes de casas paternas de todo el pueblo, los sacerdotes y los Levitas se reunieron junto al escriba Esdras para entender las palabras de la ley” (Neh. 8:13). El hambre por entender la verdad era producto de la pasión por gozar sin limitaciones de la nueva libertad que ellos tanto habían anhelado.

El psiquiatra Gonzalo Rojas explica así el doble significado de la Liverdad: “La idea de verdad (libertad) se relaciona con tres conceptos: el griego Aletheia, el latino Veritas y el hebreo Emunah. El primero significa lo que está develado o descubierto y que se manifiesta con claridad; se refiere especialmente al presente. Veritas quiere decir lo que es exacto y riguroso; de hecho, procede de Verum, lo que es fiel y sin omisiones; habla más del pasado, de lo que ya sucedió. Y finalmente Emunah que deriva de la raíz amén: asentir con confianza; por eso se suele decir al final de cada oración “amén”, ya que Dios es por esencia el que cumple lo que promete; expresa sobre todo el futuro, lo venidero”.

Esta verdad liberadora no está en la perspectiva de nuestra cultura moderna que percibe la verdad como una mera utilidad tecnológica o satisfacción de deseos individuales. Pero la verdad divina es la que está por encima de nosotros y que nos permite, al conocerla, seguirla y obedecerla, alcanzar la coherencia para vivir una vida lo más “vivible” posible. No se trata sólo la verdad circunstancial, sino la suprema verdad que sustenta y le da sentido a todas las cosas.

A esta verdad divina, superior e indiscutible se sujetaron los judíos post-cautiverio para encontrar la verdadera libertad. Después que la verdad fue expuesta y entendida, ellos comprendieron sus circunstancias, los pecados y errores cometidos, se arrepintieron y pactaron con Dios una nueva oportunidad. Ellos lo expresaron así: “Pero Tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros, Porque Tú has obrado fielmente, Pero nosotros, perversamente….. A causa de todo esto, nosotros hacemos un pacto fiel…” (Neh 9:33,38a). A partir de ahora podrían vivir la Liverdad.

¿Sobre qué bases evalúas tu pasado? ¿Cómo entiendes tu presente? ¿Cuáles son tus seguridades que garantizan tu futuro? ¿Qué valores te sostienen para ser considerado una persona confiable? Las complicaciones de nuestras vidas se dan cuando somos incapaces de articular con entendimiento las respuestas fundamentales de la existencia. Una escala de verdad obliga a que las circunstancias siempre se sometan a una interpretación superior, como bien dice el dicho: “La experiencia es buena sierva… pero mala señora ”.

Hoy en día, el cristianismo es sumamente cuestionado y la oferta religiosa genera una profunda superficialidad al querer escoger una de ellas solamente por lo vistoso del envase, por su gusto o utilidad. Sin embargo, ¿cuál es el resumen vital y verdadero del cristianismo? “Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor es uno. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mc. 12:29-31).

La maravilla de la fe cristiana radica en su tremenda consistencia en su ofrecimiento de verdad y libertad… ¿La has comprendido a cabalidad hasta el punto de ser el sostén de tu propia vida?

Foto: Lightstock
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