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“Nuera eres y suegra serás, lo que le hagas a tu suegra tu nuera te hará”.

Este es solo uno de los muchos refranes dedicados a la infame relación entre la nuera y la suegra. Lamentablemente, esta tensión está presente en las vida de los cristianos.

Cuando voy a presentarle a la madre de mi esposo a alguien y utilizo la palabra “suegra”, siento en ella un deseo de aclarar que, aunque es mi suegra, nos llevamos muy bien. ¡Qué hermoso sería que en la Iglesia no existiera esa mala imagen de la relación entre suegra y nuera! Pero, ¿cómo podría esto ser posible?

El lugar de las suegras

Alguien dijo que antes, las suegras, se encargaban de atender a sus hijos personalmente, ahora se encargan de supervisar a la nuera para asegurarse de que su hijo encuentre en el matrimonio todo lo que recibía en la casa.

Una suegra que actúa de esta manera no ha entendido bien la enseñanza de Génesis 2:24: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Cuando los hijos se casan ellos forman un nuevo núcleo familiar, el cual debe funcionar de forma totalmente independiente.

Los hijos se separan no solo físicamente, sino también de manera emocional y económica de los padres, lo cual es imprescindible para que la pareja madure, se haga responsable, y para que cada quien pueda vivir su rol dentro de este nuevo núcleo familiar.

La constante intromisión de la suegra en el nuevo matrimonio —la cual es la queja de la mayoría de las nueras— se debe a que ella no ha roto el cordón umbilical que la une a su hijo. El Salmo 127:4 dice que los hijos son como flechas en manos del guerrero, por lo que llegará el momento en donde esas flechas, después de haberlas lijado, están listas para ser lanzadas y no volver más.

Soy madre de dos varones, y aunque aún están muy pequeños, sé que en un abrir y cerrar de ojos ellos partirán de mi lado para formar su propia familia. Desde hoy ya estoy llorando esa partida y luchando con los sentimientos porque extrañaré tenerlos bajo mi regazo, guiarlos, y acomodarlos. Pero como madre que quiere agradar a Dios, debo confiar en su diseño, porque sé que es viviendo conforme a este que mis hijos serán felices. Dios decretó que una vez ellos se casen, nos dejarán para formar una nueva familia. Para mí fue muy beneficioso haber cortado el cordón umbilical con mis padres, por lo que debo de confiar en que será igual de beneficioso para mis hijos.

El lugar de las nueras

Dicho lo anterior, es importante no caer en el error de que las suegras sean apartadas completamente de las vidas de las nueras. Ella siempre será la madre de tu esposo y la abuela de tus hijos; tú siempre serás la esposa de su hijo y la madre de sus nietos. Un despegue total de la relación es imposible, e incluso es inconveniente.

Aparte del esposo, los mayores beneficiados de la presencia de la suegra son los nietos. La fe de Timoteo fue alimentada por su madre y su abuela (1Timoteo 1:5). Aun si no son creyentes, la ayuda y soporte que brindan las abuelas es a veces invaluable. Piensa en tus hijos: no le quites el privilegio de crecer cerca del amor y cuidado de sus abuelos. La Palabra de Dios nos dice que los nietos son la corona de los abuelos (Prov. 17:6) y que a Dios le agrada que cuidemos de ellos (1 Ti. 5:4).

La queja más común de las suegras hacia las nueras es que ellas no hacen las cosas como se deben hacer, a lo que la nuera responde con un silente “no se entrometa”. Las expectativas incorrectas convierten a las suegras en mujeres criticonas y a las nueras en mujeres hipersensibles a las críticas constructivas.

Manejando las diferencias

La Palabra nos da suficientes principios y enseñanzas para ver relaciones de suegras y nueras más conformes al evangelio:

1. “No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás” (Filipenses 2:3-4).

Si la suegra y la nuera aplicaran este principio bíblico en su relación, la gran mayoría de los conflictos desaparecerían. Gálatas 5:20 nos dice que las enemistades, pleitos, enojos, celos, rivalidades son obras de la carne. Contrario a los deseos de la carne es el andar en el Espíritu, y el versículo 22 nos recuerda que el amor, la paciencia, la bondad, y la mansedumbre, son parte del fruto que todo cristiano debe de exteriorizar. Puede que tu suegra o tu nuera no ame a Dios, pero, ¿y tú? ¿Estás haciendo tu parte?

Cuando la suegra sigue este principio, sus opiniones o sugerencias serán en general permitidas y bien recibidas, porque vienen de un corazón que no está siendo egoísta ni vanaglorioso. Cuando la nuera sigue este principio, le es más fácil inclinar su oído a escuchar con humildad y un corazón enseñable lo que la suegra quiere observar.

2. “Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano” (Mateo 18:15).

El hablar las diferencias es liberador. Nunca podemos asumir que el otro sabe que está pecando, por obvio que parezca. Hay pecados que me son ocultos (Salmos 19:12), y por eso necesito ir con sabiduría y amor donde mi prójimo y hacerle ver lo que está haciendo mal.

En este punto es importante el saber elegir las batallas, lo cual no solo me evita estar molesta por todo, sino que ayuda que mi carácter en paciencia, en amor, y perdón hacia el otro. Guarda los momentos de confrontación para cuando realmente sean importantes; eso aumentará la probabilidad de que seas escuchada.

3. “…de gracia recibieron, den de gracia” (Mateo 10:8).

Puede darse el caso de que una de las partes no sea cristiana. Si ese es el caso, a la parte cristiana le toca dar por gracia lo que por gracia ha recibido. Te recuerdo que cuando viniste a los pies del Señor, tu perdón era inmerecido y aun así Él te lo dio. Eras enemiga de Dios y aun así, Él vino a reconciliarse contigo.

Una suegra o nuera no cristiana tiene el entendimiento entenebrecido, por lo cual no puede pensar ni actuar bíblicamente. Ser consciente de esa imposibilidad en el otro aumenta mi paciencia y mi sentido de misericordia hacia la otra persona. Piensa en cómo eras y cómo actuabas antes de ser creyente. Ahí donde está ella estabas tú, y solo fue la misericordia de Dios la que te sacó de ahí. Por tanto, debes orar al Señor para que toque ese corazón.

Por otro lado, si tu suegra o nuera es cristiana la esperanza de cambio es una certeza, ya que en ella mora el Espíritu Santo. En oración y con valentía, busca que Dios les revele áreas que no se conforman al evangelio, y que pronto su relación sea como la de una Rut y Noemí.

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