¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

La orden ejecutiva del presidente de los Estados Unidos con relación al uso de los baños en las escuelas públicas ha causado un gran revuelo en las últimas semanas. En resumen, la orden presidencial establece como ley suprema que el uso de los baños en las escuelas no se determine según el género de nacimiento, sino según el género de identificación. Es decir, al momento de usar el baño, ya no importa el sexo biológico de los estudiantes, sino cómo ellos mismos decidan definirse sexualmente.

Es de esperarse que el revuelo continúe, especialmente entre aquellos que afirmamos que es Dios quien define nuestra identidad y nuestro valor como seres humanos. Los cristianos creemos que Dios creó al hombre y a la mujer a imagen de Dios (Gn. 1:26-31). Por lo tanto, todo ser humano tiene valor, desde el vientre de la madre hasta la vejez, en virtud de reflejar la imagen de Dios. Pero si permitimos que sea el ser humano el que defina su propia identidad, la base de su valor esencial inevitablemente se pierde.

Es por eso que considero que el problema con la orden presidencial se trata de algo más profundo. No se trata de la incomodidad ni de la inseguridad que la orden puede causar. Se trata, en cambio, del valor de los seres humanos creados a imagen de Dios.

Reacciones incorrectas

Lo que más me ha causado preocupación con relación a estos sucesos ha sido la reacción de muchos cristianos. Muchos en Estados Unidos hemos salido a defender nuestra seguridad y comodidad, en vez de defender al ser humano definido según la palabra de Dios. A final de cuentas, el problema que enfrentamos no es el uso de baños por parte de personas transexuales, sino cómo Dios ha sido expulsado del entorno cultural en el que vivimos, y la manera que estamos respondiendo como sociedad a tal secularización.

En Mateo 13:24-30, el Señor Jesús nos dice que el trigo y la cizaña crecerán juntos en este mundo. Así que no nos debe tomar por sorpresa que, aunque observemos el avance del evangelio, a la par veamos el avance de ideas contrarias al evangelio, aun dentro de los que se profesan como cristianos. Como creyentes, debemos aprender a vivir en medio de un mundo donde las ideas seculares reciben más aceptación cada día. A muchos de nosotros nos vendría bien tomar nota del ejemplo de Daniel para aprender a vivir en medio de un mundo hostil.

Ensenanzas extraviadas

Con respecto al tema en cuestión, debemos estar al tanto que el problema de fondo no es lo que sucede en los baños, sino lo que sucede en las aulas y en los hogares. Una de las razones por las cuales una orden presidencial como esta puede encontrar aceptación en la sociedad estadounidense de hoy es porque, por generaciones, hemos abrazado ideas seculares en la educación. Por muchos años hemos permitido que nuestros hijos reciban instrucción sin filtro en temas tales como evolución, educación sexual, y psicología. Los enviamos a que sean educados por César, ¡y luego nos quejamos que terminan actuando como romanos!

Lo más preocupante no es que una persona transgénero pueda usar el baño que quiera; lo preocupante son las ideas que han llevado a que tal cosa sea aceptable. Si bien tales ideas no se promueven exclusivamente en la sala de clases, comúnmente se aceptan en la sala de clases. ¿Y qué hemos hecho al respecto? Muchos de los políticos que hoy promueven la agenda humanista crecieron en la iglesia. A pesar de eso, en el aula aprendieron que el problema de la humanidad es el ambiente en donde vive, no el pecado de su corazón. Si no filtramos ideas como esta y permitimos que nuestros hijos acepten mentiras humanistas, serán ellos los que apoyarán la agenda humanista en el futuro.

Enfoque correcto

La educación de nuestros hijos es nuestra responsabilidad, y como padres debemos estar conscientes de esto. No es responsabilidad del estado y, en última instancia, tampoco es responsabilidad de la iglesia. Más bien, la iglesia está llamada a apoyar y capacitar a los padres en la tarea de educar. Cada padre rendirá cuenta a Dios por lo que le enseñó a sus hijos. Bien nos enseña Deuteronomio 6:4-7: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”. Nuestro llamado como padres es enseñar diligentemente la palabra de Dios a nuestros hijos.

A modo de aclaración, no estoy abogando por un sistema o programa de educación en particular. No creo que todo padre debe hacer “Homeschooling”. Lo que sí estoy haciendo es recordarle a padres y madres que es su responsabilidad enseñarles a sus hijos a discernir la verdad de la mentira. Para hacer esto, deben conocer la Palabra de Dios. Para enseñarles la verdad de Cristo, tienen que conocer a Cristo. El propósito es que los hijos amen a Cristo con todo su corazón, toda su alma, y toda su fuerza.

Como padres, debemos discipular a nuestros hijos diariamente, orar por ellos, y guiarlos en su educación, ya sea que la reciban dentro o fuera del hogar. Tenemos que estar al tanto de lo que se les está enseñando y examinarlo a la luz de la Biblia. Esto implica que los padres deben estar preparados para defender las verdades bíblicas atacadas en las aulas. Por ejemplo, ya que en la sala de clases se enseña la teoría de la evolución como si fuera una verdad absoluta, un padre debe conocer los argumentos y ser capaz de responder bíblicamente.

Lo que más nos debería importar no es quién puede entrar al baño al que van nuestros hijos. Lo que nos debería importar en primer lugar es lo que está entrando a las mentes y corazones de nuestros hijos.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando