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Todos los cristianos sabemos y predicamos que debemos orar, pero muchos de nosotros —en lo secreto— vivimos frustrados con nuestra vida de oración.

Podría ser por la falta de consistencia, la monotonía, el aburrimiento, la culpabilidad, el sentir que es una obligación, o inumerables cosas más; siempre parece haber algo que estorba para que incluso los mejores intencionados entren en comunión con Dios.

Salmos es el libro de la oración por excelencia. En él se encuentran ruegos desesperados, exclamaciones de regocijo, versos apasionados, llantos, gritos, susurros, y mucho más. Y una hojeada rápida a través de los salmos podría dejarnos con una triste conclusión: mi vida de oración está muy lejos de ser algo como lo que veo impreso en esas páginas.

La oración: Experimentando asombro e intimidad con Dios

La oración: Experimentando asombro e intimidad con Dios

B&H Español. 336 pp.
B&H Español. 336 pp.

Conoce al Dios a quien oras

Después de mucho tiempo de sentirme así, me di cuenta de mi error. Estaba concentrándome en la oración en lugar de en el Dios a quien oraba.

“Deberíamos hacer todo lo posible para contemplar a Dios como es, y la oración sucederá. Cuanto más claramente comprendamos quién es Dios, más se conformarán y determinarán nuestras oraciones como corresponde” (p.70).

La oración” de Tim Keller es un libro ambicioso. Buscando ser sumamente teórico y práctico a la vez, Keller nos lleva de la mano examinando las obras acerca de la oración de algunos de los maestros más prominentes en la historia de la Iglesia. El autor nos presenta de manera sencilla las enseñanzas de Agustín, Lutero, Calvino, Owen, Edwards, Packer, Lewis y muchos más, todas con su trasfondo escritural.

Creo que esta es una excelente manera de familiarizar a aquellos que no estamos acostumbrados a leer libros antiguos.

También termina en una nota muy práctica, describiendo en un breve capítulo cómo podemos desarrollar nuestra vida de oración.

Ricos, pero viviendo como pobres

En una sección del libro, Keller nos hace imaginar que hemos recibido la noticia de que alguien dejó algo de dinero como herencia para nosotros. Estamos ocupados con nuestra vida, trabajo, y ministerio, así que asumimos que la cantidad no es realmente significativa y no nos molestamos por ir a revisar. Pasa el tiempo y finalmente vamos a revisar la herencia que recibimos. ¡Terminamos completamente sorprendidos al darnos cuenta de que era una fortuna! Todo este tiempo habíamos sido ricos, pero vivíamos como pobres.

Justo así es la vida de oración de muchos de nosotros. Estamos en Cristo y sabemos que el Padre nos ha dado su amor, gracia, y Espíritu. Sin embargo, no nos damos cuenta de lo que realmente esto significa. No se ve reflejado en nuestras plegarias. Somos ricos en Cristo, podemos disfrutar de Él y conocer a Dios, pero vivimos como pobres, orando por obligación y por sentirnos culpables.

Él responderá

“Sabemos que Dios nos responderá cuando lo llamemos ‘mi Dios’, porque Él no respondió a Jesús cuando hizo la misma petición en la cruz” (p. 247).

La libertad de acercarnos en oración al Señor es un tremendo privilegio. Podemos levantar nuestras voces con confianza porque Jesús se entregó y pagó el precio de nuestra maldad. No pisoteemos este sacrificio actuando como si orar fuera una pesada obligación en lugar de un glorioso deleite.

Vayamos delante del Padre en arrepentimiento, pidiendo que nos conceda orar como el salmista: “anhela mi alma y aun desea con ansias los atrios del Señor” (Sal. 84:2), sabiendo que Él es poderoso para hacer más de lo que pedimos y entendemos (Ef. 3:20).

Que Dios abra nuestros ojos a la realidad del deleite que es la comunión con Él. Creo que “La oración” de Tim Keller será una herramienta muy útil para darnos cuenta de lo que nos estamos perdiendo.

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