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Semana tras semana, millones de personas en el mundo asisten a una sala de cine para ser inmersos en un mundo de fantasía, romance, o acción. Algunos le llaman “el séptimo arte”; otros “escapismo de las masas”. Sea como sea, no podemos negar que hay películas que capturan nuestra imaginación, impresionan nuestro sentidos, y describen nuestros anhelos hasta el punto de hacernos llorar, reír, o soñar.

Una de las películas que más ha capturado la imaginación de nuestra sociedad en los últimos meses es “La La Land”, coronándose con 14 nominaciones a Oscars, y ganando 6 estatuillas (incluyendo mejor director y mejor banda sonora). Es la historia de Mía, una barista y aspirante a actriz, y Sebastián, un joven pianista amante del jazz. La ciudad que enmarca esta historia es precisamente Los Ángeles; de allí el nombre de “La La Land” (la tierra de LA), además del modismo en inglés que significa “el lugar donde viven los que se la pasan soñando”, algo así como decir que alguien “vive en las nubes”.

“La La Land” me transportó a un mundo de color, música, y ensueño, y creo que es precisamente eso —la capacidad de transportarnos a un mundo donde todo es posible— lo que ha hecho que esta película haya conectado con tantos. Es capaz de identificarse con nuestros deseos más profundos, con aquello que todos soñamos y añoramos. Más que ser solo una historia de amor en Los Ángeles, es un vistazo a los anhelos de cada ser humano en el planeta.

Anhelo por comunidad

Desde la primera escena, atrapados en el abrumador tráfico de Los Ángeles en un caluroso día de verano, somos súbitamente transportados a un mundo donde la imaginación tiene el poder de derribar barreras culturales y de vencer cualquier obstáculo, transformando una inconveniencia en una fiesta de música, color, y baile.

Esto lo vemos desde la primera escena: los conductores irritados por un tráfico insoportable ahora se bajan de sus automóviles para participar en esta gran pieza musical, donde todos bailan y sonríen unidos. Algo se mueve dentro de tus entrañas cuando ves a la gente transformarse. Los que un momento atrás peleaban tratando de abrirse paso en medio del denso tráfico, ahora bailan y cantan juntos como miembros de una compañía de arte, o como seres humanos con un profundo anhelo por ser parte de una gran comunidad.

Esta escena me trae a la mente un acontecimiento infinitamente superior, de gente de cada nación y lengua, todos unidos cantando y celebrando el triunfo de nuestro Salvador. Aquellos que en otro tiempo fuimos enemigos de Dios y enemigos los unos de los otros, ahora reconciliados, restaurados, unidos, y celebrando. Cantando una misma canción. “La La Land” nos ilustra la realidad de que todos anhelamos vivir en comunidad porque fuimos creados para vivir en comunión con Dios y en comunión los unos con los otros.

Anhelo por belleza

Desde la hermosa cinematografía de la ciudad de Los Ángeles, hasta los colores y las texturas que acentúan las distintas escenografías, “La La Land” está saturada de arte, color, música, y belleza. ¿Y qué decir de la música? Damien Chazelle, director y escritor, se toma el tiempo en su libreto para explicarnos las peculiaridades de la música jazz, que dicho sea de paso se encuentra en crisis y en peligro de desaparecer cuando se compara a otros géneros de música con más aceptación popular.

Durante la película, el arte no es tratado simplemente de forma utilitaria, como meros elementos para “adornar” la historia. Al contrario, el arte es tratado de manera cuidadosa, y casi como si fuera otro protagonista de la trama.

Cuando Dios nos creó a su imagen y semejanza, nos dió el mandato sagrado de fructificar y multiplicarnos. Este llamado no está limitado al área de procrear, sino que también incluye el crear, en todas las áreas y expresiones de la vida. Creamos porque hemos sido creados con una capacidad de expresar belleza y verdad. Al hacerlo bien, estamos honrando al Dios creador. Y hay una forma particular en que solo los cristianos podemos glorificar a Dios al crear: agradecidos por el evangelio.

Anhelo por amor

Como toda película típica de Hollywood, esta historia también tiene sus matices de amor y enamoramiento. Mía y Sebastián pasan sus vidas desconociendo la existencia el uno del otro, hasta que se topan de manera casual en distintos escenarios. Pronto se darán cuenta que siempre habrá situaciones que ponen en peligro cada relación, y serán confrontados con la pregunta, “¿Qué tanto estás dispuesto a hacer para cuidar tu relación?”. Aunque no comprenda realmente lo que el amor es, ya que solo es posible amar genuinamente al entender el amor de Dios para nosotros, cada vez que vemos estas dinámicas en el cine podemos fácilmente darnos cuenta que, si hay algo que Hollywood sabe bien es que todos anhelamos amar y ser amados. “La La Land” muestra ambas cosas de una manera muy honesta: corazones que buscan amar y recibir amor, pero que no saben cómo hacerlo correctamente.

Anhelo por héroes

En el desarrollo de la trama es muy evidente que Mía y Sebastián conservan en sus vidas el recuerdo de gente que han admirado. Esa admiración es tan grande que es un factor importante del porqué ellos persiguen las metas que persiguen.

Los redimidos sabemos bien que en el corazón de todos los seres humanos hay un anhelo ferviente por un Héroe que venga a salvarnos y a darnos una vida plena. Y también sabemos que no hay celebridad, figura política, ni virtuoso en el arte que pueda satisfacer ese anhelo. Solo hay uno, y su reino no es de este mundo.

Anhelo por propósito

Más que ser una película de amor, “La La Land” es una historia acerca de perseguir tus sueños y de qué tan dispuesto estás a dejarlo todo por aquello que crees que es el propósito de tu vida. Sueños de ser famoso, sueños de ser un gran músico, sueños de ser una importante actriz. Sueños de formar una familia, de tener un ministerio, de que nuestros hijos tengan una buena educación, de que nuestro país tenga mejores condiciones de vida. Todos queremos que nuestras vidas cuenten para algo, y todos deseamos que ese algo sea algo que valga la pena. La película te pregunta: ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para cumplir tus sueños?

Hay muchos que han salido de ver esta película diciendo que es una de las mejores que han visto en su vida. Personalmente me cuento entre este grupo. Otros han salido totalmente decepcionados de la trama y del desenlace de la misma. El buen arte cumple precisamente esa función: nos hace pensar, nos conmueve, nos transporta, nos incomoda, nos inspira, nos molesta. Y muchas veces el buen arte tiene la capacidad, en gracia común, de recordarnos una vez más que este mundo no es nuestro hogar, y de hacernos añorar la morada que nuestro Salvador fue a preparar para nosotros donde “como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9).

Imágenes: imdB, imdB.
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