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He estado escuchando hablar mucho en la escena pública acerca de las trayectorias. En estas conversaciones se utiliza la Palabra de Dios para argumentar que la iglesia necesita cambiar su visión acerca del matrimonio homosexual, a pesar de que las Escrituras parecen estar uniformemente en contra del mismo. Y esto no solo viene de los columnistas de periódicos, sino también de comentaristas evangélicos que afirman que la dirección de la Biblia les lleva a esa conclusión. Entiendo muy bien su deseo de ser amorosos, tomado del gran mandamiento (Mateo 22:39); y también veo que alguien puede hacerse tales preguntas, no necesariamente porque quiera rebelarse o conformarse a la cultura, sino de manera sincera.

Las preguntas sinceras merecen respuestas sinceras. Este artículo está diseñado para aquellos que dicen que la Biblia quiere que entremos gozosamente a nuestro nuevo mundo con brazos y corazones abiertos. Discutiré varias afirmaciones que argumentan que, o bien la Biblia no se ocupa de forma específica de nuestra situación contemporánea, o bien las Escrituras son lo suficientemente abiertas e inconsistentes como para dar lugar a una categoría que previamente ha sido rechazada.

Afirmación #1: Jesús no habló acerca del matrimonio homosexual, así que, como mínimo, Él es neutral, si no es que está abierto a él. Lo que Jesús no condena, no debemos condenarlo nosotros.

Este es un argumento de silencio, pero el silencio no tiene lugar en el vacío. Jesús habla del matrimonio y lo define en Mateo 19:4-6 y en Marcos 10:6-9, utilizando tanto Génesis 1:26-27 como Génesis 2:24 para defender su punto. Allí, Jesús define y afirma el matrimonio como algo que se lleva a cabo entre un hombre y una mujer, lo cual refleja el hecho de que Dios nos hizo hombres y mujeres para que cuidemos juntos de la creación. Con esta definición, el matrimonio homosexual queda excluido. Si Jesús hubiese querido extender el derecho del matrimonio más allá de esta definición, esta era su oportunidad. Pero no la tomó.

Jesús nunca habló del matrimonio homosexual porque la manera en que definió el matrimonio ya lo excluía. No guardó silencio sobre el tema, como algunos afirman.

Afirmación #2: El Antiguo Testamento permite todo tipo de matrimonios “prohibidos”, incluyendo la poligamia, y lo que hoy calificaría como incesto. Si eso estaba permitido, es seguro que las relaciones del mismo sexo estarían permitidas.

Aquí nos ayuda echar un vistazo a la trayectoria. Si observamos lo que en realidad enseñan las Escrituras, veremos que (1) tales matrimonios pasados se nos muestran como algo que consistentemente termina en un caos social, y que son descritos, no  prescritos, y (2) y el Nuevo Testamento restringe el alcance de las opciones a la unión monógama estándar entre hombre y mujer en la que el lecho matrimonial ha de honrarse, pero la porneia (que es la infidelidad sexual en todas sus manifestaciones) ha de evitarse (Heb. 13:4). Además, los ancianos deben mostrar a la comunidad lo que es ser marido de una sola mujer (1 Tim. 6:12-13).

El abrir el matrimonio a una nueva categoría de hecho va en contra la trayectoria de las Escrituras acerca del matrimonio.

Afirmación #3: El movimiento para prohibir el reconocimiento del matrimonio homosexual es similar a la ceguera que la iglesia tuvo en el pasado con respecto a la esclavitud, los derechos de las mujeres, y el universo geocéntrico. Lo que antes era una enseñanza “clara” de las Escrituras, ahora se ve como algo erróneo.

Es justo señalar que algunos puntos de vista que solían considerarse claros en las Escrituras de hecho han resultado no estar tan claros: de hecho, estaban equivocados. La humildad hermenéutica no es algo malo. Pero tiene doble filo. Mientras que con la creación/esclavitud/mujeres se pueden señalar pasajes donde existían tensiones contrapuestas acerca de lo que estaba claro (tales como la forma en que Pablo pide a Filemón que trate a Onésimo, o la forma en que María se sentaba como discípula de Jesús, o como se dice que el Espíritu mora en todas las mujeres), ni el AT ni el NT son neutrales en los asuntos homosexuales. Todos y cada uno de los textos que mencionan el asunto lo hacen de forma negativa.

Así que la trayectoria también nos ayuda en este punto, mientras que con respecto a la homosexualidad no existe trayectoria. La lectura es consistente. Eso debería contar para algo.

Afirmación #4: Hoy no seguimos todos los tipos de leyes del AT (como las leyes sobre tener sexo mientras las mujeres menstrúan, o las de comer ciertos tipos de alimentos), así que ¿por qué deberíamos aceptar hoy día lo que dice el AT acerca de las relaciones homosexuales?

Ya establecimos la trayectoria para esta respuesta cuando notamos que todos los textos bíblicos sobre la homosexualidad son negativos tanto en el AT como en el NT. Sin embargo, necesitamos hacer otra observación. Algunas leyes del AT tratan con el asunto de la impureza asociada al templo y el culto, y no son categorías de pecado, sino de lo que es apropiado en relación con el culto. No son leyes morales, sino restricciones que distinguían a Israel de las naciones politeístas que lo rodeaban, que eran moralmente descuidadas, y sacrificaban ciertos tipos de animales (y en algunos casos, niños) como parte de su culto. Esta afirmación no muestra sensibilidad a esas distinciones bíblicas. En algunos casos, terminan comparando manzanas con naranjas, ya que los asuntos de impureza quedaron de lado en el NT cuando los gentiles se añadieron al rebaño (Hechos 10:9-29, Efesios 2:11-22; Colosenses 2:13-15).

No hemos de leer la Biblia como un texto plano. La Biblia progresa, incluso a lo largo de ciertas trayectorias, de manera que al llegar la promesa ciertas partes de la Ley son puestas de lado (Gálatas 3; Hebreos 8-10).

Afirmación #5: El matrimonio homosexual no hace daño a nadie, por tanto es moralmente aceptable y la gente debería tener derecho a elegir qué hacer.

Este es un argumento que no es tanto bíblico como lógico. A menudo, la respuesta de la iglesia ha sido que el diseño humano revela lo erróneo de la homosexualidad debido a la capacidad de dar a luz. Una pareja homosexual no puede producir un niño. Pero, ¿qué dice eso acerca de los solteros o las parejas que no tienen o no pueden tener hijos? Esa refutación es justa. El matrimonio no se trata solo de producir niños, ni de tener sexo solamente para procrear. El Cantar de los Cantares eleva el amor en el matrimonio como algo que tiene su propio valor, así como lo hacen muchos salmos y proverbios.

Pero aquí hay otro lugar en el que la distinción de géneros, tal como se muestra, importa. En Génesis 1 y 2 la creación del hombre y la mujer como parejas complementarias (un par formado por otra persona como yo, pero no del mismo género, ambos creados a imagen de Dios), es algo que se ve como parte del diseño de Dios. Esa imagen involucra hombre y mujer. El matrimonio muestra su cooperación mutua en una diversidad diseñada para administrar la creación de Dios. Esto es visto como el pináculo de la creación, ya que es el contexto en el que Dios nos llama a administrar bien el mundo. Parte del plan de la creación es la crianza de futuras personas, en las que el respeto por cada género es apreciado y está implícito.

De manera sincera, quisiera hacer una pregunta difícil: ¿Cómo se mejora, afirma y modela el respeto y la apreciación por ambos géneros en un matrimonio homosexual? Ni siquiera tiene el potencial de hacerlo. En cierto sentido, irónicamente, dado nuestro deseo de ser políticamente correctos, el matrimonio homosexual es discriminatorio, ya que en esa relación, solo un género cuenta.

Sin embargo, las personas tienen el derecho a elegir con quiénes viven, y son moralmente responsables ante Dios por sus decisiones. Al final, ya sean heterosexuales o homosexuales, Él nos juzgará por cómo hemos vivido en estas áreas, sin importar nuestras leyes nacionales. El ruego de la iglesia ha estado motivado, no por odio o miedo, sino por la creencia genuina de que el cómo elegimos vivir en nuestras relaciones más básicas afecta a nuestra sociedad para bien o para mal. Así que hemos de elegir sabiamente, tanto individualmente como en conjunto. Para los que confían en las Escrituras, esto significa caminar en línea con el diseño y los estándares que Dios dice son mejores para el amor y el crecimiento.

Afirmación #6: El mundo antiguo no entendía el amor homosexual genuino, así que esta es una categoría nueva a considerar.

Al parecer, ni Jesús, ni Pablo, ni siquiera Dios Padre (que inspiró las Escrituras) reconocieron esta categoría potencial. Pero esta afirmación ignora lo común de las relaciones homosexuales en el mundo antiguo. No todas ellas eran abusivas, o ejercicios de puro poder social. Este es un ejemplo clásico de “esnobismo cronológico”, descrito por C.S. Lewis como “la aceptación sin reservas del clima intelectual que se desarrolla en nuestra época y la suposición de que todo lo pasado de moda queda desacreditado” (Cautivado por la alegría, 206), y lo que su amigo Owen Barfield explicó como la creencia de que, intelectualmente, la humanidad “ha languidecido durante incontables generaciones en los errores más infantiles en todo tipo de materias cruciales, hasta que ha sido redimida por algún dictado simple de la ciencia en el último siglo” (History in English Words, 154).

Tal afirmación subestima drásticamente las opciones que presentaba la vida en la antigüedad, e ignora el hecho de que la cultura antigua rechazaba la idea del matrimonio homosexual de manera bastante uniforme. Este punto es importante a la hora de entender por qué Pablo incluía estas relaciones en la categoría de ‘porneia’ (Romanos 1:26-27; ver también Jesús en Mateo 15:19). La infidelidad de la que se habla no es solo hacia otra persona, sino al plan complementario divino de un hombre y una mujer a imagen de Dios.

Algo sagrado y profundo

Prestar atención adecuada a la trayectoria de las Escrituras no abre la puerta a afirmar el matrimonio homosexual, incluso si este tiene el objetivo de ser monógamo y amoroso. De hecho, hace lo contrario.

La revelación divina nos da todas las indicaciones de que existe algo sagrado en que la imagen de Dios sea masculina y femenina, y algo profundo en el matrimonio entre un hombre y una mujer (Efesios 5:32), algo que hace que el matrimonio sea algo único entre todas las relaciones humanas.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Manuel Bento.
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