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El 31 de de octubre de este 2017 marcará el quinto centenario de la Reforma. El que Martín Lutero clavara sus noventa y cinco tesis en la puerta de la Catedral de Wittenberg ese día en 1517 ha demostrado ser uno de los eventos más importantes en la historia del mundo. De hecho, muchos evangélicos trazan sus orígenes hasta ese momento que puso en marcha el movimiento protestante, del cual nos consideramos herederos.

Sin embargo, ¡la Reforma ocurrió hace quinientos años! Como para casi todo lo que ya tiene medio milenio de antigüedad, las cosas han cambiado. ¿No es eso cierto? ¿Qué asuntos provocaron la Reforma? ¿Cuáles fueron las protestas principales contra la Iglesia Católica en ese momento? ¿Existen esas mismas condiciones ahora, de manera que la Reforma continúa?

Hace medio milenio

Las noventa y cinco tesis de Lutero constituyeron un llamado a debatir algunos de los errores flagrantes de la Iglesia Católica en su tiempo. Sus escritos posteriores expusieron muchos otros problemas:

• Una negación de la justificación por la gracia de Dios recibida solo por fe solo en Cristo.
• Una visión no bíblica de la salvación en la que juntos, Dios y los pecadores, trabajan de tal forma que la gracia divina, comunicada a través de los sacramentos de la Iglesia, inicia el proceso de toda una vida en la que el esfuerzo humano responde mediante la práctica de las buenas obras con el fin de merecer la vida eterna.
• Una estructura de autoridad defectuosa que combinaba ilegítimamente la Escritura con las tradiciones y el papado.
• Una deshonrosa misa católica que minimizaba la Palabra de Dios, ignoraba la importancia de la fe, y se centraba en la eucaristía como poco más que un mero ritual
• Una creencia errónea de que, durante la misa, Jesucristo se hace presente físicamente a través de la transustanciación. 
• Una inadecuada elevación del rol de María como mediadora entre su hijo, Jesucristo, y los pecadores, y como una intercesora que reza por ellos y les ayuda. 
• Una perspectiva defectuosa de los siete sacramentos como comunicación de la gracia de Dios ex opere operato.
• Una esperanza no bíblica en el tiempo en el purgatorio, que se puede acortar mediante la compra de indulgencias.

Estos fueron los temas clave que Lutero expuso y criticó con respecto a la Iglesia Católica de su tiempo.

500 años después

Se dice popularmente que lo único constante en nuestro mundo es el cambio, y esto es verdad en la dinámica católica-protestante después de quinientos años. Un buen ejemplo de esto es que los dos grupos ya no están en guerra entre sí. Por el contrario, los protestantes y los católicos trabajan en estrecha colaboración en la política, la educación, la salud, la ética, y mucho más. Se unen luchando juntos de manera beligerante contra pecados perturbadores como el aborto, la eutanasia, la eugenesia, el control de la población, la violencia, la promiscuidad, y la intolerancia antirreligiosa. El ambiente una vez frío se ha descongelado.

Además, las dos tradiciones son susceptibles de subrayar los puntos en común que los unen. Desde una perspectiva protestante, esas similitudes (al menos en parte) incluyen la Trinidad, la naturaleza de Dios, la revelación divina, la persona de Cristo y su crucifixión y resurrección, el Espíritu Santo, la imagen de Dios, la depravación del pecado, la iniciativa divina en la salvación, y la esperanza futura. Desde una perspectiva católica (impulsada en gran medida por los cambios iniciados en el Concilio Vaticano II, 1962-1965) los protestantes ya no están destinados a ir al infierno sino que como hermanos y hermanas separados, pueden experimentar la salvación (aunque no su plenitud, que es solo para la fieles católicos). 

Aun así, diferencias muy importantes continúan dividiendo las dos tradiciones. Por ejemplo, tomemos los puntos anteriores, uno por uno.

La justificación

El “principio material del protestantismo” (el contenido clave) sigue siendo un punto acaloradamente debatido. Por una parte, la Federación Luterana Mundial ha llegado a un acuerdo oficial con la Iglesia Católica sobre esta doctrina en su Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (1999). Por otra parte, la mayoría de los protestantes siguen considerando esta doctrina un punto clave de diferencia.

Este es ciertamente el caso cuando consideramos las definiciones de justificación tal cual como son aceptadas por las dos tradiciones. La Justificación, de acuerdo con el protestantismo, es un acto legal de Dios por el cual se declara a la gente pecadora no como “culpable” sino “justa” cuando Él imputa la justicia perfecta de Cristo sobre ellos. Para el catolicismo, la “justificación no es solo la remisión de los pecados, sino también la santificación y la renovación del hombre interior” (Concilio de Trento, Decreto sobre la justificación, 7). La doctrina católica combina la regeneración (el nuevo nacimiento, que se produce, según el catolicismo, por el sacramento del bautismo), la santificación (la transformación durante toda la vida, alimentada por los sacramentos), y el perdón de los pecados. Tal fusión de la justificación con la regeneración y la santificación contradice el concepto paulino de la justificación (por ejemplo, en Romanos 3-4), alrededor del cual se centra el debate.

La justificación en el corazón de la salvación, sigue siendo un importante punto de división.

La salvación

Fluyendo a partir de la diferencia concerniente a la justificación, la manera en que Dios salva a las personas pecaminosas sigue dividiendo a las dos tradiciones. De acuerdo con la teología protestante, la salvación es monergista (mono = solo; ergon = obra): Dios es el único y definitivo agente que obra la salvación por medio de la justificación, la regeneración, la adopción, y mucho más. Él provee la gracia (a través de su Palabra, su Espíritu, la predicación y sus ordenanzas, aunque no exclusivamente ligadas al bautismo y la Cena del Señor) que efectúa la salvación mediante la fe empoderada por el Espíritu (Hechos 18:27; 1 Pedro 4:11).

Según la teología católica, la salvación es sinergista (syn = juntas; ergon = obra): Dios y las personas trabajan juntas para operar la salvación de los pecadores. La gracia de Dios inicia el proceso y los fieles católicos cooperan con esa gracia. Es importante destacar que la gracia se infunde a través de los sacramentos transformando así a los fieles para que puedan participar en las buenas obras con el fin de merecer la vida eterna. Debido a que la salvación es un proceso que dura toda la vida, y debido a que la gracia divina puede perderse, los católicos creen en la pérdida de la salvación. En consecuencia, no pueden disfrutar de la seguridad de la salvación, una doctrina aceptada por muchos protestantes.

La salvación, cómo Dios trabaja para rescatar a las personas pecaminosas, sigue siendo una brecha doctrinal importante. 

La autoridad

¿Quién o qué constituye la autoridad en la relación entre Dios y la gente? El “principio formal del protestantismo” (el marco de autoridad) sigue siendo un punto de división entre las dos tradiciones. 

La Sola Scriptura protestante (solo por medio de la Escritura), significa que en todos los asuntos de fe y práctica, la palabra de Dios es la autoridad máxima. Toda doctrina, cada acción moral, y todo lo relacionado con esto debe estar fundamentado en la Escritura. Esta posición no niega el valor de los credos de la Iglesia primitiva, las confesiones de fe protestantes y los distintivos del evangelicalismo, sino que asigna a esta sabiduría del pasado una autoridad ministerial (que desempeña un papel muy útil) no magisterial, o como autoridad final. Y a cada iglesia protestante, Dios ha dado pastores que tienen la autoridad para enseñar, conducir, ejercitar la disciplina, participar en las misiones y mucho más. 

La estructura de la autoridad católica es como un taburete de tres patas. Una primera pata es la Escritura, que es la palabra de Dios escrita. Los católicos y los protestantes siguen en desacuerdo sobre el canon —la lista oficial de libros— del Antiguo Testamento. La Biblia católica contiene los apócrifos, siete libros adicionales —Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1 y 2 Macabeos— y las secciones adicionales de Ester y Daniel. Debido a que estos escritos no eran parte de la Biblia Hebrea de Jesús y los apóstoles, y debido a que no fueron aceptados como parte del Antiguo Testamento por la iglesia primitiva sino hasta el final del siglo IV, los protestantes rechazan los apócrifos.

Una segunda pata es la tradición, la enseñanza que Jesús comunicó oralmente a sus apóstoles, que a su vez lo comunicaron a sus sucesores, los obispos, y que es mantenido por la jerarquía de la Iglesia Católica. Dos ejemplos de esta tradición son la inmaculada concepción de María y su asunción corporal.

La tercera pata es el Magisterio o la función de enseñanza de la Iglesia. Compuesto por el Papa y los obispos, el Magisterio sigue ofreciendo la interpretación oficial de la Escritura y proclama la tradición con infalibilidad. 

Por lo tanto, la Escritura, la Tradición y el Magisterio en conjunto constituyen la estructura de autoridad en la Iglesia Católica. La cuestión de la autoridad sigue siendo un importante punto de división. 

La misa

Desde el Vaticano II, la Iglesia instituyó muchos cambios en la misa. El cambio más evidente es la celebración en el lenguaje de la gente, no en latín. Mientras que antes a la Escritura se le daba poca atención, ahora recibe un lugar prominente, especialmente en la primera parte de la misa, la Liturgia de la Palabra. Hay lecturas del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y de uno de los Evangelios. Por otra parte, la homilía del sacerdote (o el sermón) refleja idealmente esos tres textos y argumenta su significado común. A los participantes se les insta a asistir a la misa con la disposición apropiada (la fe, la humildad, la receptividad) y no como mero ritual.

Aunque los protestantes todavía no están de acuerdo con mucho de lo que se lleva a cabo, la misa ha sufrido muchos cambios significativos desde los días de Lutero. 

Transustanciación

El desacuerdo protestante más notable con la misa católica se refiere a la presencia de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. Y es el desacuerdo más evidente puesto que a los protestantes se les tiene prohibido tomar este sacramento. 

La Iglesia Católica cree que, durante la misa, el poder de Dios, las palabras y las acciones del sacerdote provocan un cambio en la naturaleza intrínseca del pan por lo que se convierte en el cuerpo de Cristo, y un cambio en la naturaleza intrínseca del vino lo que lo convierte en la sangre de Cristo. La crucifixión de Jesús hace dos mil años no es un evento que permanezca bloqueado en el espacio y el tiempo. Más bien, su muerte vuelve a tomar lugar durante la misa. Por lo tanto, la Eucaristía, “fuente y cumbre de la vida cristiana” (Catecismo de la Iglesia Católica, la sección 1324), presenta el sacrificio único de Cristo una y otra vez. 

Esta ha sido la opinión de la Iglesia desde el siglo XIII, y sigue siendo hoy su creencia. Los reformadores discreparon fuertemente con la transustanciación y ningún protestante desde ellos los ha aceptado. La transustanciación sigue siendo un importante punto de división. 

María

Ante el desafío de la gran división entre católicos y protestantes a causa de María, las dos tradiciones, al menos, tienen una base común sobre tres puntos: María es la madre de Dios; es decir, la persona a quien ella dio a luz es el Hijo de Dios, completamente divino. Ella es una mujer bendita porque ella fue la madre de nuestro Salvador y Señor (Lucas 1:42, 48). Y ella es un modelo de obediencia y fe porque ella cedió a la difícil voluntad de Dios para ella (Lucas 1:38, 45). 

Aun así, las doctrinas claves que rechazan los protestantes incluyen la concepción inmaculada de María, sin pecado, la virginidad perpetua, la participación en los sufrimientos de Jesús para lograr la salvación, y la asunción corporal al cielo. Los protestantes también rechazan el título dado a María como “Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora” (CIC, 969). El papel de María sigue siendo una diferencia importante. 

Los sacramentos

La Iglesia católica acepta siete sacramentos: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los Enfermos, Matrimonio y Orden Sacerdotal. Los reformadores redujeron este número a dos, subrayando que solo el bautismo y la Cena del Señor fueron ordenados por Jesús y son acompañados por símbolos físicos (el bautismo: Mateo 28: 18-20, el agua; la Cena del Señor: Mateo 26: 26-29, pan y vino). 

Por otra parte, los protestantes no están de acuerdo en que estos sacramentos son eficaces para conferir la gracia ex opere operato, solo por el sacramento que se está administrando. Por ejemplo, cuando un sacerdote administra el bautismo, la gracia se infunde en el bebé y él es limpiado del pecado original, nace de nuevo, y se incorpora a Cristo y su Iglesia. Su bautismo es eficaz sin importar el estado moral del sacerdote que administra el sacramento, y claramente él ha sido dispuesto para la salvación. Los protestantes hacen hincapié en la asociación del bautismo y la Cena del Señor con la palabra de Dios y con la fe que acepta la gracia de Dios, que no es infundida en las personas. 

El número, la naturaleza y la administración de los sacramentos sigue siendo un importante punto de división. 

El Purgatorio

Según la teología católica, si un católico muere en la gracia de Dios (es decir, sin tener un pecado mortal no confesado que lo condene al infierno) aún no está totalmente purificado y se va al purgatorio. Este es un estado temporal de limpieza final de la mancha del pecado perdonado, purificando al católico para que con el tiempo se vaya al cielo. Mientras que pasa por sufrimiento pasivo en el purgatorio, su experiencia se puede acortar. Los santos en el cielo interceden por él. Los católicos que viven también rezan por el, pagan dinero para que las misas se celebren por el, y obtienen indulgencias en su nombre. La indulgencia remite la pena temporal, ya sea en su totalidad o en parte.

La teología protestante disiente de esta doctrina porque su apoyo proviene de 2 Macabeos 12: 38-45, un escrito apócrifo, y de una mala interpretación de otros textos bíblicos (1 Corintios 3:15; Mateo 12:32). Por otra parte, si la justificación declara una persona pecadora como “no culpable”, sino “justa” en su lugar, no hay necesidad de purificación adicional del pecado después de la muerte. 

El purgatorio sigue siendo una diferencia importante. 

Aún reformando

Mientras que algunas cosas han cambiado en la Iglesia Católica Romana para acercar a los católicos y los protestantes después de quinientos años, muchas diferencias importantes permanecen dividiéndolos. Un enfoque ante este dilema es minimizar la división. Por ejemplo, se prevé que en el próximo año, El Papa Francisco declarará que la Reforma ha terminado. Trabajando a partir de la Declaración Conjunta de la Doctrina de la Justificación, él hará hincapié en los acuerdos alcanzados en esta doctrina una vez divisoria y subrayará que los anatemas (condenas) del siglo XVI de los protestantes hacia los católicos y viceversa se retirarán. Por lo tanto, la Reforma será terminada formalmente.

Trágicamente, esta perspectiva no tiene en cuenta las diferencias que persisten entre las dos tradiciones. La Iglesia Católica aún sostiene las infieles doctrinas de la justificación, la salvación, la autoridad, la transustanciación, María, los siete sacramentos que son eficaces ex opere operato, y el purgatorio. No es útil rodear estas cuestiones en aras de la unidad a través de un enfoque de mínimo común denominador. 

Mientras estamos de acuerdo en que ha cambiado mucho, también hay que convenir en que la Reforma sigue sin terminar.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Carlos Andrés Franco Chacón.
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