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Para el artículo inaugural de nuestra nueva serie “Grandes Preguntas”, The Gospel Coalition le preguntó a cuatro historiadores cristianos: “Después de 70 dC, ¿qué día cambió más el curso de la historia cristiana?”

Robert Louis Wilken es profesor emérito de la cátedra William R. Kenan de Historia del Cristianismo en la Universidad de Virginia. Su libro más reciente es The First Thousand Years: A Global History of Christianity  [“El Primer Milenio: una historia global del cristianismo”].

Se pueden presentar buenos argumentos para la invasión musulmana de Oriente Medio a mediados del siglo VII, digamos 650 dC. Ningún otro evento durante el primer milenio fue más inesperado, más calamitoso, y de mayores consecuencias para el cristianismo que el surgimiento del Islam. Pocas irrupciones en la historia han transformado las sociedades de manera tan absoluta e irrevocablemente como la conquista y la expansión de los árabes en el séptimo siglo. Y ninguno llegó con mayor rapidez. En el período de una década, tres principales ciudades del Imperio Bizantino Cristiano -Damasco, en el 635, Jerusalén en el año 638, y Alejandría en el 641- cayeron en manos de los invasores. La mayor parte de los territorios que eran cristianos en el año 700, ahora son musulmanes. Nada similar ha ocurrido en el Islam. El cristianismo parece como una suave lluvia que empapa la tierra y luego se mueve, mientras que el Islam se parece más a un gran lago que desborda constantemente sus bancos para inundar nuevos territorios.

George Marsden es profesor emérito de Historia en la Universidad de Notre Dame y el autor de Jonathan Edwards: A Life [“Jonathan Edwards: Una Vida”].

Creo que tiene que ser el día en que Constantino se convirtió al cristianismo. Eso tuvo enormes efectos tanto para bien como para mal, para siempre.

Philip Jenkins es el distinguido profesor de Historia y codirector del Programa de Estudios Históricos de Religión para el Instituto de Estudios de Religión en la Universidad de Baylor. Él es el autor de The Lost History of Christianity: The Thousand-Year Golden Age of the Church in the Middle East, Africa, and Asia—and How It Died [“La Historia Perdida del Cristianismo: El Milenio Dorado de la Iglesia en el Oriente Medio, África y Asia —y cómo murió”].

Yo elegiría 29 de de mayo de 1453, conocido en las iglesias orientales como “el día en el que el mundo se acabó”. Aunque el Imperio Bizantino en ese momento era una pálida sombra de lo que fue, todavía era una sombra fantasmal del Imperio Romano, y la sede de la Iglesia Ortodoxa, que en su momento había empequeñecido a los católicos en poder y prestigio. En ese día, sin embargo, la capital del Imperio Romano de Constantinopla cayó a los turcos otomanos, comenzando un período de largos siglos en los que la mayoría de los cristianos orientales sobrevivirían bajo la tolerancia a regañadientes del dominio islámico. El evento puede ser simbólico, pero marca un punto de inflexión decisivo en la historia cristiana.

Thomas S. Kidd es profesor de Historia en la Universidad de Baylor. Él está escribiendo una biografía de George Whitefield y publicó anteriormente The Great Awakening: The Roots of Evangelical Christianity in Colonial America [“El Gran Avivamiento: Las raíces del cristianismo evangélico en la América colonial”].

El 19 de octubre de 1740, el predicador más convincente del Primer Gran Avivamiento, George Whitefield, habló en la iglesia del teólogo más convincente de la Gran Avivamiento, Jonathan Edwards. Este momento marcó el comienzo del evangelicalismo, el movimiento más dinámico en la historia cristiana moderna. Aunque Edwards y Whitefield no siempre estuvieron de acuerdo, ambos representaban dos aspectos del evangelicalismo en su mejor momento.

Edwards fue el brillante pastor de Northampton, Massachusetts, cuyos escritos sobre la doctrina y el avivamiento son algunos de los más rigurosos que la Iglesia ha visto jamás. Whitefield llevó el evangelio hasta los confines de la tierra (que, para este itinerante Inglés, significaba América), generando un entusiasmo sin precedentes a través de la oratoria apasionada y el hábil uso de los medios de comunicación. Mientras que Edwards representó la mente evangélica, y Whitefield materializó la acción evangélica, ambos apreciaban la fortaleza del otro. Edwards itineró también, y supervisó dos avivamiento importantes en su iglesia, mientras que Whitefield promovió fuertemente la doctrina calvinista y corrió el riesgo de producir un cisma permanente con su aliado Metodista John Wesley a causa de ello.

Whitefield y Edwards parecieron sentir la importancia del momento: el normalmente estoico Edwards lloró durante gran parte del sermón de Whitefield. Edwards pensó que los aviamientos de Whitefield podrían anunciar “el amanecer del día de la fuerza, el poder y la gracia gloriosa de Dios”.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jacquie Tolley
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