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“El me ha traído a la sala del banquete, Y su estandarte sobre mí es el amor” (Cantares 2:4).

En este capítulo de los Cantares, tenemos la interacción afectuosa del esposo con su esposa, que representa la relación de amor de Cristo con su Iglesia. Y es que el matrimonio es una institución, establecida por Dios, que apunta (aún en maneras que no comprendemos) al misterio del pacto de amor de Él con su pueblo (Ef. 5:32). 

Es cierto que la Biblia y Cristo hablan mucho de la justicia de Dios y del juicio venidero, pero es por eso que allí resalta y resplandece su obra de amor al justificarnos por su sacrificio en la cruz del Calvario. “De tal manera amó Dios al mundo…” (Juan 3:16). Somos perdonados y nuestra culpa es quitada. “Como está de lejos el oriente del occidente, Así alejó de nosotros nuestras transgresiones” (Sal. 103:12).

Gracias a eso, podemos recordar nuestro lugar ahora en la familia de Dios y la bendición de que nos cubre su amor, como dice el versículo de hoy (Ef. 3:17-19).

Esta es una realidad que tiene implicaciones funcionales y personales para nosotros. Significa, entre otras cosas, que vivimos bajo el favor de Dios y no hay nada que pueda cambiar esto. “… [A]hora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús” (Rom. 8:1).  Dios no está enojado con nosotros y nunca más nos castigará o condenará. Su disciplina, por otro lado, es por amor y siempre para restauración.

Estas Buenas Noticias nos dan seguridad en este mundo incierto, y en medio de la realidad de nuestro propio quebrantamiento y pecado. Podemos saber que siempre seremos recibidos en la presencia de Dios, seguros en su amor por nosotros, bajo la identidad inconmovible de ser sus hijos.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.

Foto: Lightstock.
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