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Seguramente todo estudiante se enfrentó con esa clase de profesor. Aquel que luce como si lo supiera todo, que entra pavoneándose al salón de clases lanzando toda clase de argumentos escépticos en tono condescendiente. “Jesús jamás dijo que era Dios”, “Todo lo que podemos ver y tocar es fruto del azar y el tiempo”, “La Biblia está llena de contradicciones”. Tú, desde tu asiento, no puedes más que asumir que el maestro realmente sabe de lo que está hablando. Te sientes como un completo tonto.

Los autores de “En defensa de la verdad” no temen sacar a relucir los problemas de la ignorancia entre los jóvenes cristianos. Ponen al lector en ese lugar incómodo que lo hace cuestionar todo lo que hasta hoy ha creído. Y ahí es un excelente punto para empezar.

¿Por qué creemos? ¿Por qué leemos la Biblia todos los días? ¿Por qué estamos dispuestos a “quedar en ridículo” frente a nuestros compañeros ateos o agnósticos, al declarar que un carpintero que pisó la tierra hace 2000 años es Dios? ¿Es porque así nos lo enseñaron desde niños? ¿Solo porque conforta nuestra alma? ¿O porque es la verdad?

Si no tenemos argumentos para defender nuestra fe, ¿cómo es que pretendemos tener argumentos para vivirla?

En defensa de la Verdad: Una fe certera en un mundo confuso

En defensa de la Verdad: Una fe certera en un mundo confuso

B&H Publishing Group. 224 pp.
B&H Publishing Group. 224 pp.

Respuestas que no se preguntan

En defensa de la verdad” es un libro de apologética corto, sencillo de leer, y muy entretenido. Los autores (Andreas K. Köstenberger, Derrell L. Block, y Joshua D. Chatraw) nos ayudan a hablar de nuestra fe más allá del “Pero la Biblia dice…” o el “A mí me enseñaron…”, argumentos que para los escépticos no poseen autoridad alguna.

El libro está lejos de ser exhaustivo y de responder a todo cuestionamiento; de hecho, me parece que presentar argumentos no es el objetivo principal del libro. Más bien, los autores nos ayudan a diferenciar entre una fe ciega y una fe razonada. Además, nos fortalecen para no sentirnos intimidados por los cuestionamientos agudos del escéptico, y nos exhortan a “ser cuidadosos, escuchar con atención, y pensar bien” (p. 21).

Lo más valioso es que, en lugar de simplemente presentar datos que respaldan la cosmovisión cristiana, el libro nos ayuda a analizar el trasfondo de las inquietudes del escéptico y a responder también a lo que no se pregunta directamente.

“Cuando nos acercamos a la Biblia, su historia y todo otro campo de estudio, siempre trataremos de evitar cualquiera de estos dos extremos: la credulidad (la disposición para creer cualquier cosa con ninguna o las más mínima evidencia) y su mellizo más oscuro, el escepticismo” (p. 101).

Más que argumentos

El libro concluye más allá de los argumentos; la defensa de la fe es importante, pero no es lo más importante.

“Uno de los peligros sutiles de hundirse tan profundamente en la misión de defender tu fe es reducirla a una mera aceptación intelectual. […] Una fe razonada es una fe para todo propósito. No solo espera desde un pupitre, sino desde cada lugar en que te sientes, te levantes, vivas e interactúes”. (p. 173)

Estudiar apologética fortalecerá nuestra fe. Sin embargo, si nuestra fe es genuina, esto no se quedará en mero conocimiento. Nuestra fe fortalecida dará frutos que se verán en cada área de nuestras vidas.

Creo que “En defensa de la verdad” es un excelente recurso para un grupo de estudio juvenil. Definitivamente, a mí me hubiera encantado leerlo en la universidad. Necesitamos más jóvenes que no solo creen sino que están convencidos de lo que creen; no porque simplemente lo escucharon de algún pastor, sino porque han escudriñado la Palabra, la historia, y la naturaleza y han podido contemplar la gloria de Dios y su evangelio.

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