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Nehemías 10 – 11 y Marcos 13 – 14

Se adhieren a sus parientes, sus nobles, y toman sobre sí un voto y un juramento de andar en la ley de Dios que fue dada por medio de Moisés, siervo de Dios, y de guardar y cumplir todos los mandamientos de Dios nuestro Señor, y Sus ordenanzas y Sus estatutos.

(Nehemías 10:29)

En estos días de estudios teológicos se me ha dado por crear nuevos conceptos que nos ayuden a percibir mejor la realidad de nuestro cristianismo. Una de estos nuevos conceptos creativos es el de Elongación Espiritual.

La “elongación” típica es el estiramiento o relajamiento de los músculos de una manera activa o pasiva. A través de ella se preparan los atletas para dejar sus músculos a tono para la competencia. Los más sedentarios la practicamos al darnos un estironcito después de un largo período de tiempo en una misma posición. Sin embargo, lo que para nosotros es sólo un rico calorcito muscular, para nuestro cuerpo es toda una reacción física y nerviosa.

Nuestro sistema nervioso central está interconectado hasta con la más pequeña y delicada parte de nuestro cuerpo y tiene receptores que responden a los estímulos externos, internos y al movimiento muscular. En la mayoría de nuestros músculos existe una pequeña fracción de fibras que siempre se están contrayendo de forma imperceptible para que podamos mantener una postura a la que tarde o temprano se le requerirá la tan ansiada ‘estiradita’. De allí que los especialistas siempre inviten a realizar elongaciones o ejercicio físico básico para mantener listo el tono muscular y puedan realizar sus tareas de forma óptima.

Nosotros podríamos decir también que  tenemos una “masa muscular espiritual” que nos permite realizar tareas espirituales. Lamentablemente, en materia espiritual andamos tan fuera de forma que nos cuesta hacer hasta lo mínimo en materia espiritual. Ir a la iglesia cada semana es como que nos invitaran a ir al Maratón de San Silvestre, y realizar una oración o un estudio bíblico nos llega a producir calambres y fatiga. Si aceptamos participar de cualquier actividad espiritual de más de una hora, terminamos tan agotados que los dolores permanecen por las próximas dos semanas.

Lo que necesitamos es una rutina de ejercicios que nos permita mantener la musculatura espiritual a punto. Lo que tenemos que hacer es seguir la rutina de “elongación espiritual” de Esdras y Nehemías.

No cabe duda que los judíos que habían vuelto de la deportación estaban absolutamente fuera de forma espiritual. Sus hábitos y costumbres mundanas eran un verdadero veneno para su desarrollo espiritual. Como ya hemos visto, lo primero que hicieron Esdras y Nehemías fue darles una buena charla de salud espiritual basada en la Biblia. Los resultados no se dejaron esperar porque al conocer su terrible realidad, todos se dispusieron vivir de acuerdo al modelo de ser humano presentado por el Señor en las Escrituras.

Podríamos decir que allí encontramos una serie de ejercicios y consejos “elongativos” que los judíos debían mantener para estar siempre en forma. Entre los cuales se incluían:

  1. Ningún ser espiritual funcionará correctamente si no se alimenta correctamente. Hay que comprometerse a tener una alimentación sana con toda la Palabra de Dios y no sólo con las porciones que a uno más le guste. A muchos sólo les gustan los postres bíblicos, pero también deben comer los vegetales y las menestras bíblicas. Eso es justamente lo que nos dice el texto del encabezado.
  2. La falta de elongación espiritual rutinaria hace que no seamos capaces de tomar decisiones espiritual saludables y necesarias cuando se necesita. Tendemos a rendirnos al mundo en lugar de vencer al mundo. Por eso hay que hacer flexiones y estiramientos espirituales que afecten todas nuestras actividades y nuestras decisiones.

Éstas nos permitirán estar listos para cuando las pruebas pongan en juego nuestros valores espirituales. Solo un ser espiritual tonificado puede responder como lo hizo Nehemías cuando tuvo que tomar la siguiente decisión: “En cuanto a los pueblos de la tierra que traigan mercancías o cualquier clase de grano para vender en el día de reposo, no compraremos de ellos en día de reposo ni en día santo…” (Neh. 10:31a). Una vida espiritual sin preparación tiende a priorizar los apetitos físicos sobre el alma y los de esta tierra sobre el Reino de los Cielos. Necesitamos ejercitar nuestra vida espiritual para poder nadar contra la corriente.

  1. Uno de los músculos menos tonificados espiritualmente es el que está directamente conectado con nuestro bolsillo. Es tan débil y flácido que no llega a cumplir sus funciones. El bolsillo termina endeudándose, derrochando, gastando en banalidades y mero consumismo materialista. Un buen ejercicio elongativo que lo reconstituya es la entrega de primicias al Señor de todo aquello que estamos recibiendo: “Además nos hemos propuesto traer cada año los primeros frutos de nuestra tierra y los primeros frutos de todo árbol a la casa del Señor” (Neh. 10:35). Reconocer la provisión de Dios y depositar ante Él aun el fruto de nuestro trabajo es uno de los ejercicios espirituales más recomendados para recobrar la salud y el orden espiritual.

Nuestro Señor Jesucristo también tenía una lista de ejercicios para sus discípulos más cercanos. Añadiremos algunos ejemplos:

  1. Debemos ejercitar el músculo del discernimiento para no dejarnos engañar por tantos que vienen en el nombre del Señor. “Y Jesús comenzó a decirles: “Miren que nadie los engañe. Muchos vendrán en Mi nombre diciendo: ‘Yo soy el Cristo,’ y engañarán a muchos” (Mc. 13:5-6).
  2. El mejor remedio para evitar que se nos duerma un músculo o que le dé un calambre es manteniéndolo activo y conectado en comunión con el Señor. “Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mc. 14:38).

La triste historia de la negación de Pedro es el resultado de la altilocuencia del apóstol, pero sin una correcta preparación espiritual. Lo cierto es que el apóstol no es muy diferente a muchos de nosotros porque tendemos a tratar de demostrar con palabras lo que no podemos hacer con hechos. Es como cuando nos jactamos de estar muy en forma mientras vamos devorando la tercera porción de un bizcocho de manjar junto con la segunda taza de chocolate caliente. Nos acordamos claramente de lo ágiles que éramos a los 16 años, aunque de eso ya pasaron de una a varias décadas.

Pedro dijo que era superior a todos sus camaradas: “… Aunque todos se aparten, yo, sin embargo, no lo haré” (Mc. 14:29). Jesús le replicó que no estaba preparado para afrontar el problema, pero Pedro no cedió: “… con insistencia repetía: ‘Aunque tenga que morir junto a ti, no te negaré.’ Y todos decían también lo mismo.” (Mc. 14:31). El deseo era sincero, la motivación era correcta y la pasión era real, pero los músculos espirituales no estaban preparados para lo que sus palabras anunciaban.

Mientras el Señor oraba en Getsemaní para tener la fortaleza espiritual para enfrentar los duros sucesos que se avecinaban, los discípulos dormían. No se estaban preparando. “Entonces Jesús vino y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ‘Simón, ¿duermes? ¿No pudiste velar ni por una hora?’” (Mc.14:37). La historia es triste, muy conocida y muy común entre todos nosotros. Sin preparación espiritual, Pedro sucumbió rápidamente ante la dificultad. Con toda su alma deseaba ser fiel, pero su alma no estaba preparada para tremendo desafío. Cuando se tuvo que enfrentar a un momento real en donde debía probar palabras, falló miserablemente y “Al instante un gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: ‘Antes que el gallo cante dos veces, Me negarás tres veces.’ Y se echó a llorar.” (Mc. 14:72).

Estoy seguro que muchos de nosotros hemos llorado más de una vez por nuestra falta de fidelidad espiritual. Pero a diferencia nuestra, Pedro lloró amargamente una vez, pero luego aprendió la lección. Nunca más dejó que su vida espiritual decayera por falta de férrea disciplina, preparación y profunda comunión con el Señor.

Basta leer las dos últimas cartas de Pedro, que escribió siendo ya anciano, para encontrar un manual completo y práctico de fortalecimiento y elongación espiritual. Lo cierto es que ni Esdras, Nehemías o Pedro fueron hombres perfectos, pero sí fueron hombres que no permitieron que sus músculos espirituales dejaran de estar en forma.

Foto: Lightstock
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