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El tiempo de regreso a la escuela es siempre una transición difícil, no sólo para los niños sino para las madres, y yo no soy una excepción. He tenido una mezcla entre tristeza y felicidad al enviarlos, pero, si te soy honesta, la tristeza está ganando por una milla.

Por tercera vez en tres años, dejé un pedazo de mi corazón en un dormitorio de una gran universidad que está a horas de nuestro hogar. Solo queda un pollito en el nido que solía tener cuatro, y sus pies gigantes ya están colgando de un lado. En poco tiempo nuestro nido estará vacío por completo.

Caminé hasta la semana pasada con una cinta en mi cabeza que cantaba, “Los extraño, los echo de menos, los extraño”. He pensado en la vida luego de que el último bebé se vaya y no puedo tener ninguna visión de qué vendrá después. Sin sentido, sin sentido. Hice lo único razonable: he tratado de llenar el agujero en mi corazón con galletas, muchas galletas.

En estos días me he encontrado sobre-reaccionado a cosas que normalmente no me hubieran molestado. El dolor interno ha sido tan profundo y ha causado tanta distracción que una vez más tuve que hacer frente a la gran pregunta de una madre cristiana con culpabilidad: ¿Amo demasiado a mis hijos?

Galletas para Jesús

Este amor que siento por mis hijos es sin duda la emoción humana más fuerte que he encontrado que no sea el amor conyugal. Su fuerza todavía me sorprende. Aunque tal vez iguales en intensidad, su naturaleza es diferente que el amor que siento por mi marido. Mi amor por mis hijos incluye un instinto de nutrirlos y protegerlos en su vulnerabilidad, un elemento que mi amor por mi marido, Jeff, no tiene. Tampoco mi amor por Jesús. Y aquí es donde la gran pregunta de una madre cristiana con culpabilidad se transforma en una con aún más culpa: ¿Amo a Jesús tanto como amo a mis hijos?

‪O, de manera más precisa, ¿no debería amar a Jesús más de lo que amo a mis hijos? Una advertencia común ofrecida a las madres cristianas es: No encuentres tu identidad en ser madre. Encuéntrala en Cristo. La advertencia en sí es necesaria, pero me he dado cuenta de que la misma tiende a aplicarse de una manera incorrecta. Nuestra culpabilidad como madres puede hacernos ver nuestro amor por nuestros hijos como una competencia por nuestro amor a Cristo. Solo tenemos tanto amor para dar. ¿Cuánto amor le vamos a dar a la familia y cuánto le vamos a dar a Jesús? Es como si nuestro amor fuera un lote cósmico de galletas en forma de corazón que tenemos que repartir. Dale a alguien más galletas que las que le das a Jesús y tu amor estará en el lugar incorrecto.

Pero, ¿no debe haber una manera de dar a Jesús todas las galletas sin privar a nuestras familias de ellas?

Buscando identidad

Como era de esperarse, la pregunta de dónde encontramos nuestra identidad es una que nos mueve. Una madre cuyo amor por sus hijos está motivado por sus logros o comportamientos, tiene problemas de identidad. Si ella tiene que criar el niño perfecto para sentirse en paz con su valor, su identidad está fuera de lugar. Al pedirle a la maternidad que sea su salvador, ella está mostrando no que ama mucho a su hijo, sino que lo ama muy poco.

‪Por el contrario, la madre que mantiene su identidad enraizada en Cristo no pone su amor por (y el servicio a) a sus hijos en contra de su amor por (y el servicio a) Cristo. Ella entiende que no tiene que amar menos a sus hijos para amar más a Jesús. Su amor por sus hijos expresa su amor por Él. Los dos amores, entrelazados, deben ser cada vez más profundos y deben estar en constante expansión. Ella no necesita sentir menos amor por sus hijos con el fin de sentir más amor por Jesús. Lo que la mueve a amarlos es su amor por Cristo.

Madre cristiana: practica tu amor por tus hijos como una expresión de tu amor por tu Salvador. Jesús enseñó que proveer refugio para el desamparado, alimentos para los hambrientos, y ropa para los desnudos son actos sagrados. Estas también son las actividades distintivas de la maternidad. Cuando las hacemos con la motivación correcta para aquellos en nuestros hogares, es como si las hubiésemos hecho por el mismo Cristo (Mat. 25: 31-45). Dicho de otra manera, no dividimos nuestras galletas entre Jesús y nuestros hijos. Tomamos el plato de galletas que Jesús nos ha dado y se la damos a nuestros hijos. Al dárselas a nuestros hijos, en última instancia, se las damos de nuevo a Él. Amamos porque Él nos amó primero.

Tarea sagrada

La madre cristiana no ama a Jesús en lugar de amar a sus hijos; ella ama a Jesús amando a sus hijos. Nuestro amor por Él debe mostrarse a través de nuestro amor por ellos. Aunque no es la única forma de expresarle y mostrarle nuestro amor a Cristo, es una muy importante, que da un testimonio convincente del evangelio. El tierno cuidado de Dios y el amor ferozmente protector para sus hijos es frecuentemente ilustrado a través de la metáfora de la maternidad (Os. 11: 3-4; Deut. 32: 11-12; Isa. 49:15; 66:13; Sal. 131: 2; Mat. 23:37).

‪No sucumbas ante la culpa si la maternidad se siente como un rol que te define. Si es el buen trabajo de hacer discípulos que Dios ha ordenado para ti en esta etapa de tu vida, así es como debe sentirse. Sospecho que Noé se sintió consumido por el trabajo de construir el arca. Sospecho que el apóstol Pablo se sintió bien consumido por el trabajo de construir l  iglesia primitiva. Cuando trabajamos en cualquier tarea como para el Señor, es obligatorio el definirnos de acuerdo a la temporada que estamos viviendo.

La maternidad no es una excepción. Como una madre con un nido vacío a la vista, puedo ver el dolor que vendrá cuando esta temporada termine, pero no voy a sentir vergüenza por eso. Hacer la transición a la vida después de los hijos, sin dolor y sin esfuerzo, sería reducir la importancia de la tarea sagrada que he llevado a cabo durante los últimos veinte años de mi vida. Tengo previsto hacer el duelo de la temporada como se merece, aun mientras confío en que la próxima será igual de fructífera.

Y si mi duelo involucra algunas galletas, que así sea.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
Imagen tomada de Lightstock
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