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Martín Lutero no estuvo solo hace 500 años. Y no está solo hoy. Para marcar los 500 años de la reforma, Desiring God preparó una serie con un artículo nuevo cada día por el mes de octubre a través de personajes claves de este evento.

Él no era del tipo que comenzaba revoluciones, sino del que traía orden al caos. Su mentor, Martín Lutero, era temerario, impulsivo, y energético. Pero Felipe Melanchthon era un hombre tímido y sobrio que buscaba unificar. Lutero decía de sí mismo que era “sustancia sin palabras”, mientras que su joven y brillante discípulo era “sustancia y palabras”.

A Lutero le importaba poco la precisión, o el guardarse en contra de ser malentendido; Melanchthon, en cambio, tenía como fortaleza un enfoque en el matiz de las cosas. Lutero decía que él mismo usaba una lanza, mientras que Melanchthon usaba agujas y alfileres. Lutero fue un pionero, quien se abrió paso a través de cientos de años de superstición con un machete apostólico. Pero Melanchthon, al igual que Bullinger en Zúrich y Calvino en Ginebra, hizo la parte de preparar con calma y sistematización el camino protestante para las generaciones que vinieron después.

Fue el “reformador silencioso”, un cumplido adecuado a diferencia del escandaloso y tempestuoso Lutero. Pero aunque Melanchthon era conocido como silencioso y pacífico, en ocasiones demostró un temperamento explosivo. No solamente era implacablemente curioso, y dominaba muchos temas, sino también era extrañamente supersticioso. Como todo pecador, tenía su mezcla inconsistente de virtudes y vicios, y Dios estuvo dispuesto a trabajar con eso.

Prodigio, profesor, copiloto

Nacido en 1497 en el suroeste de Alemania, Melanchthon fue el sobrino del destacado humanista Johann Reuchlin (1455–1522), quien sugirió, siguiendo la tradición humanista, que el joven Felipe cambiara su apellido de Schwartzerdt (“tierra negra”) a uno helenizado: Melanchthon.

Siendo un niño prodigio, Melanchthon estudio los clásicos en Heidelberg y Tubingen, y llegó a Wittenberg en 1519, a los 22 años, justo en el momento en el que la Reforma comenzaba a hervir. Ese mismo año, acompañó a Lutero como un ayudante a la disputa en Leipzig. En 1521 publicó la primera edición de Loci Communes (“conceptos básicos”), la cual comenzó como un comentario de Romanos que buscaba atar la teología cristiana, inspirada por Lutero, al texto bíblico, en lugar de a las categorías filosóficas de la escolaridad medieval.

Mientras rugía el fuego de la Reforma, Melanchthon estuvo al lado de Lutero en 1529 en Marburg, y en lugar de Lutero en 1530 en Augsburg, donde representó la causa luterana —y redactó la Confesión de Augsburg— ya que Lutero era un forajido y no pudo estar presente.

Una mente independiente

La cercana asociación que tenía Melanchthon con Lutero no hizo que todos los luteranos lo abrazaran. Aun estando Lutero con vida, algunos lo acusaron de ser un corrupto, uno que había secuestrado el valiente movimiento de Lutero para reemplazarlo con algo más dócil. Mientras tanto, muchos otros apreciaban grandemente de Melanchthon su matiz, cabeza fría, y acumen teológico, y pensaban que le hacía un invaluable servicio a su amigo pionero.

Melanchthon era un pensador muy cuidadoso, y por lo tanto no estaba de acuerdo con Lutero en todo. Pero cuando emergieron las diferencias, siempre se vio a sí mismo como discípulo de Lutero. Estaba ayudando a su mentor, no rebelándose contra él, al ayudarlo a madurar en su agudeza teológica.

Sus dos divergencias clave con Lutero, por las cuales algunos de sus detractores no dejaban de acusarlo, eran con respecto a la esclavitud de la voluntad y la Cena del Señor. Tempranamente en 1540, una década después de Augsburg, y seis años antes de la muerte de Lutero, Melanchthon hizo pública una versión actualizada de la confesión, con una perspectiva iterada de la Cena. Sus oponentes lo acusaron de ser un calvinista secreto con respecto a la eucaristía; sin embargo, en la otra divergencia clave, Melanchthon claramente estaba en desacuerdo con Ginebra. Melanchthon rechazaban la doble predestinación, la cual consideraba una deducción necesaria de la perspectiva que tenía Lutero de la voluntad, y sospechaba que por lo menos algunos de los seguidores de Lutero estaban yendo demasiado lejos en su sentido de la esclavitud de la voluntad.

Líder de los luteranos

Con el pasar de los años, aun después de la muerte de Melanchthon en Wittenberg en 1560, el “reformador silencioso” triunfó en uno de sus desacuerdos mayores y perdió el otro. En 1577, con la Fórmula de Concordia, y en 1580 con el Libro de Concordia, “la ortodoxia luterana emergió haciendo menos la doctrina de predestinación (al igual que Melanchthon), y afirmando la real presencia en la eucaristía (en contra de Melanchthon)” (The Reformation, 353). Desde una perspectiva reformada, ambas direcciones fueron equivocadas, y forman parte de las diferencias clave con los luteranos el día de hoy. Diríamos que Concordia debió haber escuchado a Melanchthon en el tema de la Cena y a Lutero en el tema de la voluntad.

Al final de cuentas, Melanchthon se convirtió en el líder intelectual de los luteranos. No solamente fue el primer teólogo sistemático de la Reforma, y una de las figuras más significativas, sino que también diseñó sistemas educativos que le dieron al luteranismo poder de estabilidad no solo en los días de inestabilidad, sino también en los tiempos turbulentos que después vinieron. Dios le dio a Melanchthon dones, excentricidades, e inclusive inconsistencias, para ser usadas bien y reforzar la teología de la Reforma, la que se convertiría en una fuerza que cambiaría el mundo.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Emanuel Elizondo.
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