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Hay muchas opiniones y metodologías con respecto al evangelismo. Algunas son muy buenas y otras no tanto. Hemos aprendido a llegar y decir, llegar y hablar, llegar y predicar, y a veces no nos tomamos el tiempo para sentarnos y escuchar.

Nuestros vecinos, colegas, y los compañeros de escuela tienen preguntas profundas en cuanto a la vida, la iglesia, y Dios. Muchos de ellos han luchado solos por mucho tiempo con estas preguntas, y no han encontrado algo o alguien que pueda ayudarles a considerar sus preguntas a la luz del evangelio.

Sin embargo, nosotros no solo creemos que el evangelio se trata de las buenas nuevas de salvación, sino que estas mismas buenas nuevas le dan sentido al mundo a nuestro alrededor. Si somos sinceros, mucho de nuestro evangelismo se ha enfocado en la vida que viene, y ha dejado por un lado la vida en que nos encontramos. Decimos creer que el evangelio es buenas nuevas hoy, pero compartimos el evangelio como si fuera buenas nuevas solo para después de la muerte.

¿Cómo es que nosotros podemos compartir el evangelio de una manera que ponga sentido a las preguntas con las que luchan nuestros vecinos?

La historia del evangelio

Aprendimos a compartir el evangelio de una manera programada. “Tu eres un pecador, Cristo murió en la cruz por tus pecados, así que arrepiéntete de tu pecado y pon tu fe en Cristo”.

Todo lo dicho en esa presentación es cierto, pero tal vez no llega a comunicar de una manera eficaz cómo es que el evangelio verdaderamente es buenas nuevas para hoy y mañana. O tal vez dicho de otra forma, ¿cómo es que la historia de cada uno de nosotros está vinculada a la gran narrativa que Dios desarrolla por toda la historia?

Es aquí que creo que no hemos aprovechado bien la historia del evangelio. Y cuando me refiero a la historia del evangelio, no me refiero a la historia de la crucifixión, sino a la historia desde la creación hasta la consumación de todas las cosas en Cristo.

Entonces, propongo que si entendiéramos mejor la historia del evangelio, podríamos ver cómo contesta las dudas más profundas del ser humano.

Creación

La creación (Gn. 1) es mucho más que el inicio del tiempo o la creación material. Es decir, la creación se trata no solo de lo que ha hecho Dios, sino el porqué lo ha hecho.

Creemos que Dios ha creado al ser humano a imagen y semejanza de Él para vivir en armonía e intimidad con Él. Tan solo ese concepto contesta preguntas de inmenso valor.

  • ¿Por qué estoy aquí?
  • ¿Qué propósito tengo?
  • ¿Será que yo le importo a Dios?

Muchas personas se están dando cuenta que nada en la vida les trae felicidad. Sus finanzas no los llenan, ni sus familias, ni sus trabajos, ni sus relaciones. Muchas personas están en una búsqueda constante de algo más que les traerá paz y gozo profundo. Nosotros podemos contestar a esa pregunta claramente si entendemos la creación. Nos fuimos diseñados para encontrar gozo en lo que hacemos sino en una relación con Dios. El gozo y la felicidad provienen de Dios, y no de circunstancias o logros.

Caída

En la caída (Gn. 3), el hombre buscó ser su propio Dios. Buscó en la creación lo que solo Dios le puede dar. Esto ha traído todo tipo de consecuencias, ya que el hombre fue diseñado para tener su centro en Dios. Sin embargo, ha buscado centrarse en todo tipo de cosas que no son Dios. Sabemos que absolutamente todo ha sido afectado e impactado por esta decisión. La maldad que vemos es un resultado de ellos. El dolor, la enfermedad, el sufrimiento, el abuso, la violencia… todas estas cosas son el resultado no de un Dios que ha abandonado su creación, sino de un hombre que ha buscado ser su propio dios.

Aún más, el hombre se encuentra bajo la ira justa y perfecta de Dios (Ef. 2:3). El hombre traicionó a Dios y ahora vive con las consecuencias de haberlo hecho.

Esto contesta a preguntas fuertes y grandes que tiene tu vecino.

  • ¿Por qué está el mundo como está?
  • ¿Por qué es que nada me hace verdaderamente feliz?
  • ¿Cómo es que las personas “buenas” no sufren? ¿Por qué yo sí?
  • ¿Por qué tengo tantos anhelos insatisfechos?
  • ¿Por qué no me siento amado, apreciado, valorado?
  • ¿Por qué siento tanta culpa y vergüenza?
  • ¿Por qué no logro dejar mis vicios?
  • ¿Por qué es que estas maldades me han sucedido?

Aunque quizá no nos harán esas preguntas de esa forma explícita, si prestamos atención entenderemos que esas preguntas están por debajo de las luchas que muchas personas tienen.

Redención

Dios, en su misericordia, ha actuado a favor del hombre. El hombre lo traicionó y se rebeló, pero Dios, quien es rico en misericordia, ha enviado a su único hijo para reparar lo quebrantado, a pagar la deuda generada por el hombre. El hombre debía pagar con sangre por el secuestro de su propia vida, pero Dios derramó su sangre para darle vida al hombre una vez más.

Esto también contesta grandes preguntas, y es aquí donde tenemos la oportunidad de ofrecer la esperanza que solo se encuentra en la cruz.

  • Con toda esta maldad, ¿qué ha hecho Dios al respecto?
  • ¿Qué tengo que hacer para ser libre de mis vicios?
  • ¿Cómo puedo lidiar con mi culpa y vergüenza?
  • ¿Es la maldad para siempre?
  • ¿Será que a Dios le importa toda la maldad e injusticia que vive el mundo?
  • ¿Cómo puedo encontrar justicia por los abusos hechos contra mí?

No es este el espacio para demostrar cómo la cruz contesta todas estas preguntas, pero sabemos sin duda que el evangelio es la respuesta de Dios a la maldad del hombre. En la cruz Dios ejecuta su justicia perfecta sobre Cristo en lugar del hombre, y le ofrece sus riquezas y su gracia a expensa de Cristo.

La única manera de experimentar esta redención es rindiendo nuestro pecado, rindiendo nuestro control, rindiendo nuestro señorío y acercándonos a Dios en arrepentimiento y fe.

Gloria

El plan de Dios es regresar al huerto. Vemos que toda la historia de la Biblia se resume en el viaje de un huerto a otro. En el huerto de Edén hubo perfección e intimidad con Dios —todo funcionaba como debería funcionar. Y el plan de Dios, por medio de Cristo, es restaurar todas las cosas en Cristo. Efesios nos dice que Dios reunirá todas las cosas a los pies de Cristo, y podremos disfrutar de la vida tal y como Dios la diseñó. Esto es para los que se han arrepentido y creído en el evangelio.

Esto también contesta grandes preguntas.

  • ¿A dónde voy cuando muero?
  • ¿Qué puedo esperar para el futuro?
  • ¿Dónde puedo poner mi esperanza y mi mirada si todo en el mundo me falla?
  • ¿Por qué no se puede arreglar el mundo con un buen gobierno, o mejor educación?
  • ¿Puedo vivir en verdadera intimidad con Dios?
  • Anhelo vivir sin esta culpa y vergüenza, ¿será que eso es posible?

Cuando vivimos con una mentalidad de millones de millones de años, demostramos que no ponemos nuestra esperanza en trabajos, ni gobiernos, ni logros, ni otros seres humanos. El cristiano espera la perfección y restauración de todas las cosas en Cristo, y no en este mundo ni en las instituciones o iniciativas de este mundo.

Cuando compartamos el evangelio, debemos estar atentos a las dudas profundas que tienen nuestros vecinos y colegas. Entender la historia del evangelio nos dará la fluidez para saber cómo “responder a cada persona” (Col. 4:5-6). Esto es aprovechar bien el tiempo, esto es tener nuestra conversación llena de gracia y sazonada como con sal.

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