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El chisme es algo apetitoso para sus hablantes y oyentes. “Las palabras del chismoso son como bocados deliciosos; y penetran hasta el fondo de las entrañas” (Proverbios 18:8). Un bocadillo apetitoso es emocionante y atractivo, digerido con muchas ansias, algo así como las papas fritas o los aros fritos de cebolla. Pero las palabras chismosas no son solo una explosión de sabor en la lengua; ellas “bajan hasta el fondo de las entrañas”, prometiendo satisfacer los deseos profundos de nuestro corazón.

¿Por qué sabe tan bien el chisme? Irónicamente, mientras que el contenido del chisme por lo general se centra en otras personas, en su núcleo, el chisme realmente habla más acerca de mí. Promete que me hará sentir de cierta manera acerca de mí mismo. Chismeamos en respuesta a lo que el chisme promete hacer por nosotros. Por lo tanto, cuando chismeamos, estamos sirviendo y adorándonos a nosotros mismos (tal vez es por eso que Pablo lista el chisme como un pecado de gente idólatra en Romanos 1:29).

Los artículos de Jonathan Dodson me han ayudado a identificar las falsas promesas del chisme. Vamos a considerar cuatro de ellas:

1. “Eres interesante”

A todos nos gusta sentirnos aceptados, y el chisme interesante puede servir como nuestra insignia de entrada a una conversación o a un grupo. Con mayor razón si el chisme es negativo y conduce a quejarse unos de otros. El chismear y el quejarse pueden ser una experiencia de relación (”¿Escuchaste la última del jefe?”).

Pero el chisme ofrece lo que no puede dar. Cuando el chisme dice, “Eres interesante”, o, “perteneces”, te está mintiendo. Para las personas que les encanta el chisme, solo eres interesante si tu chisme es interesante. Cuando usamos el chisme para tener acceso a una comunidad (una iglesia, un lugar de trabajo, un círculo de amistad), nuestras palabras destruyen esa misma comunidad a la que uno desea unirse.

Jesús nos da una verdadera comunidad, la Iglesia. Nuestra insignia de entrada a esa comunidad es su propia sangre, la cual une a la Iglesia en amor. No entramos en la Iglesia basados en lo que decimos de los demás. Entramos en base a lo que Dios dice acerca de nosotros en Cristo.

2. “Tienes poder”

Tener información sobre otras personas nos hace sentir poderosos e importantes. Podemos decir a alguien que tiene autoridad sobre nosotros, “No soy el único que está en desacuerdo con usted; he oído de mucha gente que no está feliz con su nueva política”. Eso es jugar con el poder que tiene el chisme: reportar la incompleta opinión pública como una vía para derribar una cosa o persona en su camino. A veces chismeamos sobre las debilidades o los infortunios de aquellas personas que envidiamos, porque nos hace sentir bien el humillarlos.

Pero el chisme no cumple con su promesa de poder. Nos puede dar algún pequeño grado temporal de influencia en las comunidades a las que pertenecemos. Pero cuando nos paramos delante del Dios todopoderoso y Él nos hace responsables de la forma en la que hemos hablado acerca de los demás, veremos que el chisme no nos dio ningún poder real. Era una promesa falsa, una ilusión tonta.

El evangelio nos dice algo muy diferente acerca de nosotros mismos: somos débiles y necesitamos ayuda. Dios es poderoso. ¡Sus palabras crearon el mundo! Él sostiene todas las cosas con la palabra de su poder, y si confiamos en Jesús, Dios pondrá a trabajar su impresionante poder y nos hará parte de su nueva creación.

3. “Eres indispensable”

Para aquellos de nosotros que satisfacemos necesidades porque nos gusta la sensación de ser necesitados, el chisme puede ser utilizado como una herramienta de rescate. Quizás escuchamos hablar de alguien con problemas, y nuestro primer impulso sea la de difundir la noticia con el fin de involucrar a otros en un intento de rescate y ayuda. Superficialmente, solo queremos ayudar. Pero de hecho, por lo general, solo empeoramos la situación cuando nos metemos en situaciones en las que no pertenecemos.

Podemos decir: “Oye, ¿sabías que Pedro está molesto contigo?”. Nuestra intención pueda ser la de alentar a nuestro amigo para que vaya y tenga una conversación con Pedro. Pero lo que deberíamos haber hecho es decirle a Pedro que vaya a hablar directamente con esta persona, y luego simplemente quedar fuera del tema. En lugar de confiar en el Espíritu Santo, hemos puesto nuestra confianza en nosotros mismos, porque nos gusta sentirnos indispensables.

La verdad es que el chisme es una pésima herramienta de ayuda. No nos puede hacer indispensables. Solo Jesús es nuestro salvador y libertador, y Jesús solamente nos puede salvar aún de nuestra necesidad de sentirnos necesitados. Jesús nos da un significado verdadero, no como minisalvadores, sino como aquellos que son salvados por Él.

4. “Eres justo”

El chisme nos hace sentir justos en comparación con otros. Podemos quejarnos y chismear a nuestros amigos acerca de los ofensivos o incómodos hábitos de nuestro cónyuge o hijos. O quizás podemos decirle a un vecino acerca del otro vecino, “No puedo creer que Tomás haya comprado un coche nuevo. He oído que tiene una enorme deuda con su tarjeta de crédito”. Una de las razones por las que nos gustan los chismes de celebridades es que nos es satisfactorio escuchar del dolor secreto de la misma gente a la que envidiamos (tal vez somos mejores que ellos después de todo).

Pero el chisme no puede darnos la justicia que deseamos. Solo Jesús puede hacer eso. El evangelio nos dice que somos injustos y que necesitamos un Salvador perfecto para que sea justo por nosotros. Y nos dice que a través de la fe, la justicia perfecta de Jesús se convierte en la nuestra.

Fija tus ojos en Jesús

En Jesús, pertenecemos. En Jesús, el poder de Dios trabaja para nosotros. En Jesús, encontramos significado. En Jesús, somos justos. Dejemos de murmurar de los demás, y en lugar de eso comencemos a hablar con Jesús acerca de ellos, y con ellos acerca de Jesús. Expongamos las mentiras del chisme y empecemos a creer la verdad que está en Jesús.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Jhon Chávez.
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