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El carácter siempre será más importante que el talento.

El hecho de que un joven toque guitarra y sea carismático, le gusten las canciones de Hillsong, vea los últimos estrenos del cine, tenga Snapchat, los jóvenes de la iglesia lo sigan en las redes sociales, luzca un smartwatch, juegue futbol, no se peine, o sea hipster, no significa que califica para ser líder de jóvenes.

No me malinterpretes. No digo que estas cosas sean necesariamente malas. (Aunque lo de no peinarse se hace un poco difícil de aceptar). El punto es este: lo que somos antecede a lo que hacemos.

Los millennials1 le dan una importancia significativa a las habilidades y destrezas. No debe sorprendernos que esta generación aplauda a un líder que por medio de sus talentos entretiene y estimula emocionalmente.

¿Es eso suficiente para ser un líder de jóvenes? ¡No! Necesitamos a alguien con una piel revestida con el evangelio, y una voluntad tallada por el carácter de Cristo.

El carácter es lo que eres, y se revela en la crisis. Además, se forma (o deforma) con y por medio de ellas.

José tuvo grandes victorias en su vida siendo joven. David tenía menos de veinte años al enfrentar a Goliat. Los apóstoles no eran todos hombres viejos cuando fueron llamados (Pablo estaba en sus treinta aproximadamente). Timoteo pastoreó siendo un joven adulto. Lutero tenía treinta y tres cuando clavó las 95 tesis en Wittenberg. Calvino veintitantos cuando publicó la primera edición de su célebre Institución de la religión cristiana. Y nuestro Redentor inició su ministerio a los escasos treinta. Sin embargo, todos tenían una cualidad en común: un carácter formado por Dios.

Los jóvenes son movidos comúnmente a servir al Señor. A unirse y ser parte del vehículo que mueve la iglesia. En esta etapa tienen fuerzas físicas y estímulo emocional. Se sienten fácilmente motivados por experiencias que le dan sentido a la vida. ¡Y eso es bueno! Creo firmemente que debemos invitar a los jóvenes a integrarse de alguna manera en el servicio de la iglesia. Y todos, si están en Cristo, son bienvenidos. Pero cuando se trata de servir a otros liderando, el requisito cambia. Hay un estándar más alto.

Quiero darte algunas razones por las que considero que prestar seria atención al carácter es fundamental para servir a la nueva generación.

1. Nuestro Dios lo ordena

El Señor ha establecido que para servir a su iglesia, el que ha sido llamado debe cumplir con un estándar de integridad que lo habilita para ser un guía eficaz. 1 Timoteo 3 indica las cualidades que deben poseer los que lideran la iglesia (pastores), y quienes asisten a estos en el servicio (diáconos). Cuando revisas la lista de calificaciones, puedes notar que la demanda está relacionada al ser y no al hacer de la persona. Del pastor se demanda que sea apto para enseñar. Puede tener otros talentos y habilidades, lo cual es bueno. Pero la demanda relacionada al “hacer” es solo la capacidad de enseñar. Todo lo demás tiene que ver con su carácter. Dios sabe que lo que somos es fundamental para transmitir el evangelio.

Si los jóvenes son parte de la iglesia de Cristo (y lo son), Dios ordena que los líderes juveniles, quienes van a servirles, deben ser personas con un carácter íntegro, santo, y con una vida digna de imitar. Dios espera que sean dignos representantes de su santidad.

2. Lo que está en el interior impacta

Mi esposa y yo tenemos una hermosa niña de dos años. Es nuestra única hija hasta el momento. Y hemos empezado a confirmar lo que otros padres han vivido. Me refiero a que los hijos absorben lo que somos. De manera que debemos trabajar con lo que somos, además de con lo que podemos hacer. Pablo estaba consciente de eso, por lo que le escribe a Tito:

“Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes; muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana e irreprochable, a fin de que el adversario se avergüence al no tener nada malo que decir de nosotros”, Tito 2:6-8.

Pablo le dice a Tito: tú debes ser el ejemplo de buenas obras. Esas buenas obras iban a ser un producto de lo que Dios hacía en él.

Los jóvenes serán marcados por nuestro ejemplo. Y eso no es más que el resultado de nuestro carácter. Como alguien dijo, en el futuro ellos podrán olvidar el contenido de lo que les enseñamos, pero nunca olvidarán el modelo de vida que tuvimos. Procuremos tener una vida con un carácter piadoso.

3. La gran comisión lo demanda

Los que están en Cristo son sal de la tierra. Ellos son la conciencia sana que le recuerda a esta generación lo que es bueno y lo que es malo. El Maestro también dijo que somos luz del mundo. La luz disipa las tinieblas. ¿Cómo seremos sal y luz si no es viviendo el evangelio? La sociedad de hoy necesita ver la “ciudad situada sobre un monte” (Mat. 5:14). Necesita cristianos que apunten a su gloria. Eso no pasa si el carácter de Cristo en nosotros no está siendo formado.

Los jóvenes a quienes servimos están en esa sociedad afectada por el secularismo. Si queremos marcar a nuestros muchachos, debemos ser líderes que tomen muy en serio el carácter.

Transformando el carácter

Podemos resumir la santificación del cristiano así: Dios formando el carácter de Cristo. Y Él nos ha dado participación en esa labor que hace por medio de su Espíritu. Es nuestra tarea involucrarnos. Así nos dice el pastor Núñez en su libro Vivir con integridad y sabiduría: 

“La transformación del carácter comienza con la sumisión de nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Solo experimentamos una verdadera transformación cuando decidimos someter nuestra voluntad a la Suya, de manera que el Espíritu Santo que mora en nosotros, en combinación con la Palabra de Dios que nos ha sido revelada, y las circunstancias que el Señor mismo va orquestando en nuestras vidas puedan hacer el trabajo y producir en nosotros aquello que necesitamos llegar a ser” (p. 159).

Permíteme darte estas recomendaciones que me han ayudado a madurar:

  • Determina formar tu carácter. Ponte la meta de hacerlo por el resto de tu vida. Sé reflexivo; profundiza en la Biblia; consume libros que te ayuden a tratar con lo que eres; ora para que Dios forme el carácter de Cristo en ti.
  • Dale la bienvenida al dolor y al sufrimiento, que son el combustible para el fuego que forma el carácter.
  • Confía en Dios en tu santificación.

Concluyendo

Para concluir, permíteme citar de nuevo al pastor Núñez: “No podemos impactar en la vida de los demás si nuestro carácter no ha sido impactado (y transformado) por el carácter de Dios” (p. 178).

Si hay algo que el líder juvenil cristiano debe hacer es proclamar el poder del evangelio al corazón del pecador, y propiciar la santificación por el mismo evangelio en ese pecador ya arrepentido. Sin embargo, la enseñanza de un líder se sostiene por las columnas de un carácter piadoso, un carácter santo.

Lo he visto y vivido, una y otra vez: puedes entretener a los jóvenes temporalmente con el carisma y el talento de un líder, pero sus vidas nunca serán guiadas hacia una real transformación si él carece de un carácter digno de replicar. ¡Procuremos un carácter que refleje a Cristo y exalte su evangelio!


[1] Los millennials, también conocidos como Generación Y, son aquellas personas nacidas aproximadamente en la época de los ochentas y principios de los noventas.
Imagen: Lightstock
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