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Martín Lutero no estuvo solo hace 500 años. Y no está solo hoy. Para marcar los 500 años de la reforma, Desiring God preparó una serie con un artículo nuevo cada día por el mes de octubre a través de personajes claves de este evento.

En un sermón de 1791, Lemuel Haynes comentó: “Nada es más evidente que el que los hombres tienen prejuicios contra el evangelio. Es desde esta fuente que aquellos que son sus defensores, se enfrentan con tanto desprecio” (The Faithful Preacher [El predicador fiel], 25). El reformador francés Guillermo Farel recibió su porción adecuada de desprecio.

Un fervoroso ministro evangélico, Farel pasó sus días defendiendo la causa protestante, y a menudo enfrentando oposición. A veces, esta oposición surgió de un verdadero prejuicio hacia el evangelio. En otras ocasiones, sin embargo, la propia imprudencia de Farel era la causa. Juan Calvino dijo que Farel podía a veces “dejarse llevar por la vehemencia de su celo” (Calvino [Calvino], p. 152). Combinando un temperamento obstinado con una profunda preocupación por la piedad bíblica, Farel luchó firmemente a favor de la fe y fue determinante en la causa de la reforma francesa temprana.

“El papado cayó de mi corazón”

Nacido en Gap, Francia, en 1489, Farel creció en una casa devotamente católica. Como veinteañero, se inscribió en la Universidad de París para estudiar teología. Mientras estuvo allí, Farel se encontró con el estudioso humanista Jacques Lefèvre d’Étaples, un hombre cuya devoción a Cristo inspiró a Farel.

Después de graduarse en 1517, Farel comenzó a enseñar en el Collège du Cardinal Lemoine. Los informes de los esfuerzos reformadores de Lutero en Alemania llegaron hasta allí, reforzando su creciente convicción de que el culto católico y la enseñanza se habían desviado de sus raíces bíblicas. Al estudiar las Escrituras durante varios años, Farel descubrió que “poco a poco el papado cayó de mi corazón” (Guillermo Farel, 26).

Farel renunció a su puesto docente, y en 1521 comenzó a promover el mensaje de la Reforma en cualquier lugar que pudiera. Predicó en Francia y en las regiones suizas de habla francesa, cruzando caminos con Juan Ecolampadio en Basilea, y Wolfgang Capito y Martín Bucero en Estrasburgo. Farel era conocido por su estilo de confrontación, lo que provocó la siguiente advertencia de Ecolampadio: “Cuanto más propenso seas a la violencia, más debes trabajar en ser suave, y atenuar tus estallidos de león por el espíritu de una paloma” (William Farel, 38).

El colaborador de Calvino

En 1533, después de una visita sin éxito un año antes, Farel se instaló en Ginebra, con la intención de liderar a la ciudad a adoptar la Reforma. Sus esperanzas se hicieron realidad en 1536, cuando el Consejo General de Ginebra hizo alianza oficialmente con el protestantismo.

Fue en ese mismo año en que Farel convenció a Calvino para que se uniera a él en su trabajo. Calvino estaba pasando por Ginebra en su camino hacia Estrasburgo, con la intención de llevar una vida tranquila de becario. Farel se enteró de la presencia de Calvino en la ciudad y trató de convencerlo de que se quedara. Cuando las apelaciones más suaves resultaron infructuosas, Farel amenazó a Calvino con el juicio de Dios. Las palabras de Farel hicieron una marca. Más tarde Calvino escribiría: “A causa de esa imprecación, estaba tan atacado por el terror, que desistí del viaje que había emprendido” (William Farel, 69).

La decisión de quedarse en Ginebra fue fundamental para Calvino ya que, aunque él y Farel fueron expulsados ​​de la ciudad en 1538 (los dos se habían enfrentado con los magistrados por cuestiones disciplinarias de la iglesia), Calvino regresó a Ginebra en 1541 y allí ministró por el resto su vida. Farel se trasladó a Neuchâtel, una ciudad donde él y Antoine Froment habían introducido la enseñanza de la Reforma en 1530. Como Calvino en Ginebra, Farel se estableció en Neuchâtel hasta su propia muerte en 1565.

Calvino y Farel mantuvieron una estrecha relación después de su tiempo juntos en Ginebra, e intercambiaron correspondencia por lo menos una vez al mes durante veinte años. Los dos hombres, junto con Pierre Viret en Lausana, formaron una asociación crucial que ayudó a avanzar la causa de la Reforma Francesa. Tristemente, la relación de Calvino y Farel se rompió cuando, en 1558, Farel anunció que desposaría a Marie Thorel, una mujer adolescente a la que llevaba más de cincuenta años de edad. Aunque pareciera que el asunto no conllevo indecencia sexual, el matrimonio creó un escándalo debido a la gran diferencia de edad entre los dos cónyuges. La amistad de Calvino con Farel nunca recuperó su antiguo brillo.

Un amante y un luchador

Aun a pesar de ese carácter polémico y como de león, Farel estaba comprometido con la vitalidad espiritual de la gente de habla francesa. Produjo algunas de las primeras obras de la Reforma disponibles en francés, escribiendo un comentario sobre el Credo de los Apóstoles y sobre el Padre Nuestro en 1524, y un resumen de la enseñanza reformada en 1529.

En sus escritos, Farel mostró un particular interés en el tema de la oración. En un artículo titulado La espiritualidad de Guillermo Farel, Theodore Van Raalte sostiene que el énfasis de Farel en la oración nos muestra un lado de él que con demasiada frecuencia se pasa por alto, un lado marcado por “profunda piedad y amor pastoral”. Farel era un amante y un luchador, un pastor y un pugilista. Sin importar las que fueran sus faltas, este agitador francés amó el evangelio y dedicó su vida a compartir sus riquezas.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Juan Manuel López Palacios.
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