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David Brainerd fue un misionero a los aborígenes de América del Norte en Nueva York, Nueva Jersey, y el Este de Pennsylvania. Nacido en Connecticut en 1718, murió de tuberculosis a los 29 años en la casa de su amigo Jonathan Edwards. Edwards predicó el sermón fúnebre para Brainerd y publicó su diario.

Brainerd tendría dificultades para ser aceptado por cualquier junta misionera hoy. Su estado de salud era malo y fue expulsado de la Universidad de Yale en 1742 por acusar a un miembro de la facultad de ser carnal e inconverso, lo que significaba que no podía servir como pastor en la región. Brainerd estaba devastado y se sintió alejado de perseguir su llamado hasta que comenzó a servir como misionero a los aborígenes de América del Norte en 1743.

Cristo es el centro y el objetivo de cada sermón

El método principal de Brainerd en su trabajo misionero era la predicación centrada en Cristo. Él explicó su acercamiento a la predicación en su diario: “No puedo dejar de notar, que he sido, en general, desde mi primera venida entre estos aborígenes en Nueva Jersey, favorecido con esa ayuda, que para mí es poco común, en predicar a Cristo crucificado, y haciéndolo el centro y marca a la que se dirigen todos mis discursos entre ellos”. Según Brainerd, Cristo era el centro energético de cada sermón, pero también es la marca o el objetivo de cada sermón.

Su predicación era a la vez Cristocéntrica y Cristotélica. Él explica su método homilético como centrarse en “el ser y las perfecciones de Dios”, en el “estado deplorable por naturaleza como criaturas caídas” del hombre, la “insuficiencia absoluta de cualquier reforma externa”, para abrir la suficiencia y voluntad [de Jesús] para salvar al principal de los pecadores”, y “por consiguiente, para presionarlos sin demora”.

Por lo tanto, la senda expositiva normal de Brainerd era:

1. Las perfecciones de Dios.

2. La condición caída del hombre.

3. La insuficiencia absoluta de la autojustificación.

4. La suficiencia absoluta de Cristo para salvar.

5. La llamada urgente para responder a Cristo por la fe sin demora.

Cristo es la sustancia de todos los temas bíblicos

Brainerd explicó que no importa el tema bíblico, “he sido natural y fácilmente llevado a Cristo como la sustancia de todos los temas”. Elaboró ​​con respecto a su implacable enfoque en Cristo en la predicación,

“Si trataba sobre el ser y las gloriosas perfecciones de Dios, estaba por lo tanto, naturalmente, llevado a dialogar de Cristo como el único “camino hacia el Padre”. Si trataba de abrir la miseria deplorable de nuestro estado caído, era natural por lo tanto, mostrar la necesidad de Cristo a nuestro favor, para expiar nuestros pecados, y para redimirnos del poder de ellos. Si yo enseñaba los mandatos de Dios, y mostraba nuestra violación de ellos, esto me traía de la manera más fácil y natural, a hablar y a recomendar al Señor Jesucristo, como alguien que había “magnificado la ley” que habíamos roto, y que se “convirtió en el final de la misma para justicia, a todo aquel que cree”. Y nunca encontré tanta libertad y asistencia en la toma de todas las distintas líneas de mis discursos reunidas, y el centro en Cristo, como lo he hecho con frecuencia entre estos aborígenes”.

Es importante señalar que, para Brainerd, predicar a Cristo en cada texto no implicó el ingenio personal y la agilidad hermenéutica. Constantemente usa las palabras “fácilmente” y “natural” cuando se refiere a la predicación de Cristo en cada texto. Él escribió,

“Se me ha involucrado en una forma no sólo fácil y natural, adecuada y pertinente, pero casi inevitable, al dialogar de él, ya sea en relación de su promesa, la encarnación, la satisfacción, la aptitud admirable por la obra de la redención del hombre, o la infinita necesidad que los pecadores tienen de un interés en él; que ha abierto el camino para un esfuerzo continuo de invitación del Evangelio a las almas que perecen, a venir vacías y desnudas, cansadas y cargadas, y echarse sobre ellas”.

Cristo es el centro en el que todas las líneas de revelación se reúnen

Brainerd estaba convencido de que el Espíritu había permitido que él predique a Cristo en el habla normal, “con tal libertad, pertinencia, pathos, y aplicación a la conciencia, como, estoy seguro, que nunca podría haberme hecho a mí mismo maestro de la aplicación más asidua de la mente”. Señala que anteriormente leía Hechos 10, el discurso del apóstol a Cornelio, y “me asombraba al verlo tan rápidamente introducir al Señor Jesucristo en su sermón, y así por completo detenerse en él a través de su totalidad, observándolo en este punto muy ampliamente a diferir de muchos de nuestros predicadores modernos: pero últimamente esto no ha parecido extraño, puesto que Cristo ha parecido ser la esencia del evangelio, y el centro “en el que las varias líneas de revelación divina se reúnen”.

Promueve la moralidad predicando a Cristo

Brainerd predicaba con la convicción de que “la moral, la sobriedad y los deberes externos” son mejor “promovidos predicando a Cristo crucificado.” Él creía que los deberes externos del Cristianismo fluían desde el poder interno de abrazar verdaderamente la gracia divina en Cristo. La relación adecuada entre el Evangelio indicativo e imperativo no es enfrentar uno contra el otro. Más bien, es entender que su relación es irreversible. El imperativo se apoya en el Evangelio fundacional indicativo y es consecuente. Brainerd explica,

“Y Dios se placía de dar a estas verdades divinas tan poderosa influencia sobre las mentes de estas personas, y así bendecirlas para el despertar eficaz del número de ellas, que sus vidas fueran reformadas rápidamente, sin mi insistencia sobre los preceptos de la moral, y pasar tiempo en repetidas arengas sobre deberes externos.

Cuando estas verdades se hicieron sentir en el corazón, ya no había vicio sin reformar, – ningún deber externo descuidado. … La reforma fue general; y todo surgiendo de la influencia interna de verdades divinas sobre su corazón; y no de cualquier restricción externa, o porque habían oído estos vicios particularmente expuestos, y en repetidas ocasiones hablado en contra”.

Brainerd creía que según Cristo y sus apóstoles, “las arengas suaves y plausibles sobre las virtudes morales y deberes externos, en el mejor de los casos son como para no hacer más que podar ramas de la corrupción, mientras que la raíz de todos los vicios permanece aún intacta” y la única manera de llegar a la raíz del problema del pecado era por el evangelio de la gracia soberana en Cristo. Brainerd sostuvo también que cuando la raíz del pecado fue cortada por un enfoque en el Evangelio, la gente naturalmente se movió hacia disciplinas espirituales positivas tales como la adoración colectiva y la oración. Explicaba que “no era porque los había conducido a la realización de estas tareas, por un inculcar frecuente de ellas, sino porque habían sentido el poder de la palabra de Dios en su corazón, – se hicieron sensibles de su pecado y miseria, y por lo tanto, no podían más que orar, y cumplir con todo lo que sabían era deber, de lo que sentían dentro de sí mismos”.

Las doctrinas de gracia del alma-humilde traen santidad

Brainerd aclara que no se opone a la predicación de la moral, pero sólo insiste en que la moralidad debe ser predicada como consecuencia de la fe en el Evangelio, y no abstraída del Evangelio. Él resume sus pensamientos acerca de su predicación:

“Que la reforma, la sobriedad y el cumplimiento externo con las normas y deberes del Cristianismo, que aparecen entre mi pueblo, no son el efecto de cualquier mera instrucción doctrinal, o la vista meramente racional de la belleza de la moralidad, sino del poder interno y de la influencia que las verdades divinas (las doctrinas de gracia del alma-humilde) han tenido en sus corazones”.

Todos los que predican, harían bien en seguir el enfoque de la predicación enseñada por Jesús, modelada por sus apóstoles, y fielmente aplicada por Brainerd en su obra misionera entre los aborígenes de América del Norte.


Publicado originalmente en SBTS. Traducido por Gimena M. Molina
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