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Los muchachos no están del todo bien, al menos en la universidad.

En el último año, varios colegios y universidades se han visto envueltos en controversia: Yale, Emory, Claremont McKenna, Ithaca, Harvard y Bowdoin. En la mayoría de los casos, los activistas y sus oponentes comparten la misma visión del mundo. Ellos son multiculturales, educados, y liberales en asuntos políticos. Pero están atrapados entre el ideal de la libertad de expresión y la realidad de las políticas de identidad.

El año pasado, Jonathan Haidt describió la atmósfera en muchos campus universitarios como “consintiendo la mente americana”. En su discurso de graduación en Rutgers el mes pasado, el presidente Obama reprendió a los estudiantes por cerrar la conversación. “No sientan que tienen que cerrar sus oídos porque son demasiado frágiles y alguien puede ofender sus sensibilidades”, dijo.

Ahora, Nathan Heller en The New Yorker nos lleva a Oberlin College para explorar la cultura de la educación superior en Estados Unidos. Lo que él describe es una nueva variación del pluralismo, donde el conocimiento y la autoridad están ligados a la identidad.

El evangelio de interseccionalidad

El nuevo paradigma —un estudiante lo describe como “el evangelio” en Oberlin— es la “interseccionalidad”. Heller describe la teoría de esta manera:

“La opresión basada en la identidad [opera] en formas de incubación cruzada. Por ejemplo, enfrentarse al sexismo mientras se es una mujer blanca, educada en una universidad prestigiosa, de clase media que labora en un bufete legal requiere soluciones diferentes que encontrarse con el sexismo siendo una mujer negra ganando salario mínimo. La teoría se utiliza a menudo para apoyar la autoridad de la experiencia, porque, bueno, ¿quién sabe mejor lo que significa vivir en una intersección que la persona que está ahí?”

Ciertamente hay algo de verdad en esta teoría. Como cristianos, reconocemos que los patrones pecaminosos impregnan las estructuras de la sociedad y dan lugar a diferentes formas de injusticia. También reconocemos el valor en ser buenos oyentes, ya que reconocemos nuestras limitaciones del conocimiento y nuestra necesidad de empatía.

Pero la implicación preocupante de esta teoría es que la autoridad se deriva de tu identidad y experiencia en lugar de derivarse de la fuerza de tu lógica y razonamiento. Como un profesor explica:

“Los estudiantes creen que su género, su etnia, su raza, lo que sea, les da un tipo de conocimiento privilegiado, un conocimiento basado en la comunidad, que otros grupos no tienen”.

Entonces, ¿qué sucede cuando chocan las perspectivas? ¿Qué haces, pregunta Heller, cuando un profesor negro hace una declaración de que es antisemita? Si no eres negro o judío, ¿cómo vas decidir a quién vas a apoyar?

Cuando la emoción le gana a la lógica

Por otra parte, si el conocimiento está ligado a la identidad por encima de todo lo demás, entonces algunos puntos de vista inmediatamente se ponen por encima de los demás, independientemente de su coherencia racional.

Aaron Pressman, un estudiante judío en Oberlin, describe lo que sucedió después de que expresó una opinión impopular.

“Un estudiante se acercó a mí varios días más tarde y comenzó a gritarme diciendo que no estoy autorizado a tener esta opinión, porque soy un hombre blanco cisgénero…” He tenido gente que me ha dicho: ‘Tú nunca podrías entender, tu cultura nunca ha sido oprimida’. Yo respondo algo como: ‘¿En serio? ¿Qué hay del Holocausto?’”

En esta perspectiva, el grupo que puede probar ser la más grande fuente de opresión contemporánea se vuelve el grupo con mayor autoridad. Esta ideología no es un buen augurio para el futuro. Heller comenta preocupada diciendo “es probable que las grietas en la izquierda estadounidense crezcan; con más argumentos de campaña acerca de quiénes son los “verdaderos” progresistas, más gritos de unos hacia los otros y más sentimientos de que, al menos durante una generación, todo está perdido”.

Un ejemplo de identidad politica apagando conversaciones

Vi esta ideología desarrollarser en un intercambio de Twitter entre Brandan Robertson, un graduado del Instituto Bíblico Moody, quien se convirtió en el portavoz nacional de “Evangélicos para la igualdad de matrimonio” y Robyn Henderson-Espinoza, un activista “no binario translatino”. Brandan se describe a sí mismo como “haciendo que la Iglesia sea más homosexual”, y Robyn lo presionó para que diese más detalles.

“Yo me identifico como homosexual en mi sexualidad y recibo con brazos abiertos y estoy aprendiendo sobre la teología homosexual”, explicó Brandan.

Robyn respondió, “Solo tengo curiosidad sobre qué es lo que un hombre blanco cisgénero quiere decir cuando habla que está haciendo que la Iglesia sea más homosexual”.

“Aprecio su pregunta”, dijo Brandan. “Estas son preguntas importantes y es un momento importante para la homosexualización radical del Cristianismo y del mundo.”

Robyn no había terminado. Apuntando a la conferencia en la que Brandan habia participado recientemente, ella preguntó: “¿Ves la realidad racial que se está desarrollando aquí? Y el aspecto cisgénero de esto”.

A lo cual, Brandan respondió: “Por supuesto, y estoy trabajando para destruir eso tanto como me sea posible. También estoy constantemente consciente que me resta un largo camino por recorrer”. En otras palabras: ¡Soy su aliado! Tengo mucho que aprender, ¡pero estoy haciendo todo lo que puedo para ayudar a cambiar el mundo!

¿La respuesta de Robyn? “Bueno, los blancos y la gente cisgénero no son los que son capaces de desmantelar estas cosas. Usted debe mirar a la gente marginada a medida que aprende”.

Al parecer, ser homosexual no te hace lo suficientemente marginado. Como un hombre blanco cisgénero, él debe buscar los que son verdaderamente marginados (por ejemplo, gente como Robyn que son de una etnia diferente y son transgéneros). Entre más ataques haya contra ti en la sociedad, más poder tiene tu voz.

En lugar de señalar las contradicciones o problemas inherentes de esta ideología, Brandan se postra ante el altar de la identidad política: “Absolutamente”, escribe. “Eso es un buen recordatorio y sin duda seguiré tratando de hacerlo mejor”.

Entonces, con el fin de extender la mano de amistad, Brandan expresa interés en estar en contacto con Robyn para aprender de ella. No se puede hacer. “Como una persona de color homosexual, no es mi responsabilidad ayudar a los blancos en su proceso”, escribe. “Solo señalo la mie— cuando la veo”.

“¡No asumo que así sea!”, Brandan responde. “Es por eso que estoy tratando de aprender. Así que gracias por señalarla”.

Todo el intercambio es triste. Un tipo está siendo su mejor esfuerzo para “hacer el mundo más homosexual”, solo para descubrir que la ideología que él sostiene apaga sus propios esfuerzos y silencia su propia voz. La ideología voraz de la identidad política devora a sus propios devotos.

¿El futuro del diálogo racional?

De vuelta en Oberlin, algunos de los estudiantes han optado por silenciarse voluntariamente. Heller resume un ensayo universitario de una muchacha exhortando a los estudiantes blancos como ella a que hablen menos. “Entiendo que no soy solo un individuo preocupado solo con la comodidad pero también soy parte de una sociedad que considero que se beneficiará de mi silencio”, escribió.

Si el ambiente en Oberlin es indicativo del futuro entonces pronto encontraremos que será más y más difícil sostener una conversación lógica y racional o mantener posiciones que no caigan cautivas a la identidad política. Tal como Heller cita a un estudiante:

“El miedo en la clase no es a equivocarte sino a que tu voz sea rechazada. La gente se sorprende cuando otros no comparten la misma opinión y por eso no la quieren escuchar”.

Que Dios nos ayude.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Luis Luna
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