¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

“Tengo un año en mi congregación, y al conocer las doctrinas de la gracia he ido viendo muchas, muchas cosas que no están conforme a lo que veo que enseña la Biblia. Al principio me escuchaban más en la iglesia, pero últimamente ya no me hacen parte. Me han enviado un par de escritos en contra del calvinismo. Y ahora tengo una reunión con el pastor…y no sé qué me va a decir”.

Aunque los detalles varían, esta es una conversación que he tenido docenas de veces. De hecho, difícilmente pase un mes sin que escuche de un caso como este. La “Nueva Reforma”, que no es más que la vieja Reforma llegando al Nuevo Mundo, está ocurriendo en gran parte en jóvenes que son despertados a las doctrinas de la gracia dentro de sus congregaciones, muchos de ellos conociendo verdaderamente el evangelio por primera vez. En muchos casos, esto los pone en una situación difícil: aman su iglesia, tal vez tienen años ahí, con posiciones de liderazgo, y ahora notan que hay errores (a veces graves) en la doctrina de su iglesia.

Esto trae consigo sus propia dificultades. Cuando un nuevo creyente se convierte en nuestras iglesias, o alguien nuevo recién llega, usualmente pasa por algún tipo de discipulado o adoctrinamiento. Empieza a conocer qué es lo que cree la iglesia y cómo se supone luce la vida cristiana. Pero este no es el caso con muchos de estos jóvenes. Ellos conocen lo que cree la iglesia, y ya han sido adoctrinados, pero ahora están en contra de lo que le enseñaron. Por tanto, usualmente demandan explicaciones y expresan desacuerdos, y no siempre de la mejor forma. Si ese es tu caso, o conoces a alguien que esté ahí, escribo esto para ti.

Razones pecaminosas

Lo primero que tenemos que observar es, ¿por qué no me quieren en mi iglesia? Aquí algunas razones pecaminosas de las que es necesario arrepentirse inmediatamente:

1) Orgullo. ¿Has notado por qué Pablo le dice a Timoteo que los pastores no deben ser nuevos creyentes? Porque se envanecen (1 Timoteo 3:6). Ya sea que por primera vez despiertes a la gracia, o que recién conozcas las doctrinas de la gracia, una actitud de orgullo es contrario al carácter de Dios.

2) Falta de amor. Aunque es uno de esos versículos muy mal usados, la verdad es que no podemos ignorarlo: el conocimiento envanece, pero el amor edifica (1 Cor. 8:1). El verdadero conocimiento lleva a amar a Dios y amar a los demás (cp. 1 Co. 8:2-13). Si eso no está ocurriendo, tenemos un grave problema.

3) Irrespeto pastoral. El mandato de la Palabra es a obedecer y sujetarnos a los pastores, colaborando en que lo hagan con alegría (Heb. 13:17). Si alrededor nuestro están ocurriendo cosas que no son sanas, nuestro espíritu va a estar inquieto. Pero cuando nuestra actitud es la de andar quejándonos por todo, criticando cada decisión o desmenuzando cada sermón, ya sea en nuestro corazón o aun públicamente, no solo ofendemos a los pastores que deben cuidar por nuestras almas: ofendemos al gran Pastor y Salvador (1 P. 2:25).

Si has pecado en cualquiera de estas formas (y realmente las tres son muestra de lo mismo: orgullo), más que pensar en irte a otra iglesia, necesitas ir donde el Señor en arrepentimiento e ir donde tu pastor y confesar tu pecado. Después de todo, el descanso para nuestras almas se haya en el yugo de humildad y mansedumbre de nuestro Señor (Mt. 11:29).

Cuando la fricción es mayor

Es posible que las circunstancias no sean remediables. Tal vez en el pasado pecaste contra tus líderes y ellos no quieran perdonarte. (O lo que es peor para ti, tú no les has pedido perdón ni les has perdonado). Es posible que no formes parte de una congregación cristiana y que quienes estén dirigiendo sean falsos maestros. O tal vez no sientes que tienes la fuerza o la influencia necesaria para luchar por los cambios. Si la fricción es tal que estás pensando cambiar de congregación, aquí algunas cosas a considerar antes de tomar en cuenta esta difícil decisión:

1) Ora por la situación. Es increíble cuánto más fácil se nos hace hablar de algo que orar por eso. Si no has orado por esta situación, deja de leer esto y vete a orar. No creas que con cinco minutos de oración ya basta: ora hasta que veas la nube del tamaño de una mano (1 Rey. 18:44). Es decir, hasta que veas a Dios actuando, aunque sea poco.

2) No actúes impulsivamente. ¿Recuerdas alguna buena decisión en la Escritura que haya sido tomada de manera impulsiva? Yo tampoco. Sí recuerdo la impulsividad de Pedro al cortar orejas y asegurar su fidelidad al Señor, y la de Jonás al discutirle al Señor por una matita, y la de Moisés al golpear la roca. ¿Notas el patrón? Mejor procura poner todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo (2 Cor. 10:5) y hacer tuya la actitud del salmista: “Esperé pacientemente al SEÑOR, Y El se inclinó a mí y oyó mi clamor” (Salmo 40:1).

3) Lee “Cuando es momento de dejar una iglesia”. Medita en su contenido. Ora lo que lees y preséntalo una vez más al Señor.

4) Busca consejo. Lo ideal sería que pudieras hablar con tus pastores de las dudas que estás sintiendo, aunque esto no siempre pueda ser así. Recomendaría tener mucho cuidado en la forma de conversar esto con otros líderes de la congregación, para no ser causa de división o piedra de tropiezo. Tal vez tienes algún amigo pastor (preferiblemente alguien que te conozca personalmente, no a través de las redes sociales), con quien puedes hablar tus cosas. Procura buscar consejos, no culpables. Busca ser honesto con tus faltas y no exagerar (mentir) en cuanto a la situación de tu congregación. Haz lo contrario a lo que hizo Roboam: presta atención a la sabiduría de la experiencia, no a tus contemporáneos (1 Rey. 12).

5) Busca un “suplente”. Si estás sirviendo en alguna posición, y entiendes que el Señor te está llamando a salir de esa congregación, procura encontrar a alguien a quien puedas entrenar para que te sustituya. Nadie es insustituible, pero es una muestra de amor a aquellos a quienes sirves el no dejar la mesa con tres patas. Sé que pueda parecerte contraproducente ahora mismo, y que lo que desees sea “llevarte a todo el que puedas contigo”, pero eso dejaría un muy mal testimonio del Cristo que profesas creer[1].

6) Reúnete con tu pastor. Esto no siempre es posible, pero es lo ideal. Recuerda las palabras del Apostol: “Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres” (Ro. 12:18). Así que, en cuanto dependa de ti, procura estar en paz. Además, es muy probable que tengas mucho qué agradecerle y aun que preguntarle antes de decidir salir.

7) Ora por la congregación. En medio de la dificultad y la ansiedad, usualmente nos ensimismamos tanto que olvidamos a los que están alrededor nuestro. Haz una nota mental (o anótalo en tu cuaderno de oración) de siempre orar por la congregación. Ora por los líderes, que sientan pasión por predicar al Dios verdadero. Ora por tus hermanos, que puedan conocer mejor a Cristo. Ora por las finanzas de la congregación. Ora porque el Señor pueda transformar completamente aquellas cosas que no le agraden. Si aun los corintios mostraron arrepentimiento al recibir la epístola de Pablo, lo mismo puede suceder en donde estés.

Yo sé que esta es una situación de gran dificultad y dolor. Pero es posible glorificar a Dios en medio de una iglesia donde no te sientes parte. Si has fallado ya, recuerda el evangelio, que no solo te perdona a ti, sino que te capacita para perdonar. Es mi oración que los días de escasas iglesias sanas queden en el pasado, hasta que nuestro Señor regrese pronto, y que jóvenes reformados puedan traer gloria a Dios en lo que eso ocurre.


[1] Si formabas parte de una secta o una congregación que predicaba abiertamente otro evangelio, es posible que no sea correcto preparar a un suplente, pues estarías colaborando con la propagación del reino de Satanás. Por eso la importancia de buscar consejo de alguien más maduro, puesto que un artículo pinta con un lápiz muy grueso, y la vida requiere de trazos más finos.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando