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Las buenas obras humanas juegan un papel tremendamente importante. No puede haber salvación sin buenas obras, y tus buenas obras son cruciales para tu salvación. ¿Cómo puede decir esto un protestante?

Las buenas obras de Jesús

Antes que todo, las buenas obras son absolutamente cruciales y son, de hecho, necesarias para salvación porque Dios requiere de buenas obras para salvar a alguien. Estas buenas obras son suplidas y provistas por Cristo, quien en su perfecta humanidad ha ganado el favor infinito de Dios, cuya recompensa es la base de mi salvación (2 Cor. 5:21; Heb. 7:26, 9:14; 1 Pe. 2:22). Sin la justicia de Cristo, estoy en un tremendo problema. Así que mi salvación, de manera inicial, está arraigada en buenas obras: las buenas obras de Jesús.

Nuestra recompensa

¿Qué hay de mis buenas obras? ¿Tienen algún papel que jugar? La mayoría de los protestantes dirían que no. Sin embargo, la justificación es solo una parte de la salvación. Salvación es una palabra abarcadora. La salvación es la palabra que engloba todo el proceso por medio del cual Dios nos trae completamente a una redención total. Justificación es el punto en el proceso en el que Dios me declara como una persona que está en un estado de redención (Rom. 3:21-26, 5:1-2, 8:1; Fil. 3:8-9). La verdad es que ya estás justificado, y estás en un estado de salvación hasta cierto grado, pero aún hay más por venir en tu salvación.

Aún no has ido al cielo. Aún no has sido santificado perfectamente. Aún no has sido glorificado. Ninguna de estas cosas va a suceder hasta que mueras y vayas al cielo. Cuando mueras y vayas al cielo, Dios te dará una recompensa en proporción a la obediencia que le hayas rendido en tu vida cristiana (Mat. 25:21; 1 Cor. 3:12-15). La recompensa que Dios te da en el cielo te será dada en relación a tus obras, pero no porque tus obras sean justas y meritorias e imponen una obligación en Dios a recompensarlas. Dios, en su gracia, nos ha dado la promesa de que recompensará cualquier obediencia que le demos. No tiene ninguna obligación de hacerlo, pero por su bondad y gracia y, como dijo Agustín, Dios corona sus propios regalos. Nuestra entrada al cielo es estrictamente por la justicia de Cristo. Nuestra recompensa en el cielo será dada de acuerdo a las obras de obediencia que le rindamos.


Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Andrés Contreras. Las referencias bíblicas han sido añadidas a la versión original. 
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