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Hace un par de años, una pareja de esposos se acercó al final del servicio de nuestra iglesia para contarnos que venían de una iglesia que predicaba el “evangelio” de la prosperidad. Tenían muchas preguntas y estaban un poco decepcionados por el tiempo que habían “perdido”.

Luego de contarme su historia, la esposa me dijo: “Pastor, usted va a tener que desintoxicarnos”. Entendí lo que quiso decir; me estaba diciendo que tenía que re-aprender. Ella quería conocer el evangelio bíblico, crecer en su fe, y entender más las Escrituras y, para hacerlo, tendría que olvidar mucho de lo que le habían enseñado.

Ya que este es un caso casi cotidiano en nuestros días, quiero proponer algunos aspectos a tener en cuenta cuando se abandona una iglesia que predica la prosperidad.

1. Guarda tu corazón

“Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida”, Proverbios 4:23.

He visto a muchos hermanos amados salir heridos y decepcionados de estas congregaciones. Una desilusión con la iglesia puede ser la semilla de una mala actitud hacia el evangelio, hacia las Escrituras y, lo que es peor, hacia Dios. Si has sido herido, debes pedir al Señor que te ayude a perdonar. El primer paso para guardar el corazón del resentimiento es dispensando perdón.

Además, debes guarda tu corazón del orgullo. Quizá ahora entiendes mejor el evangelio y conoces más las Escrituras, y podrías llegar a pensar que eres mejor que los hermanos que se quedaron en la otra iglesia. Jerry Bridges lo llamaba el pecado del “orgullo doctrinal”. Es esa arrogancia que proyectamos al saber que ahora conocemos la verdad y los demás no. Si Dios nos ha concedido entender la gracia de la salvación, entonces la humildad y la gracia deben caracterizar nuestras conducta y actitud.  

2. Que tu palabra sea con gracia

“Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona”, Colosenses 4:6.

Procura no hablar despectivamente de la iglesia, ni de los líderes, ni de los hermanos de tu antigua congregación. Pablo dijo que nuestras palabras deben ser con gracia. Esto quiere decir que la gracia que Dios nos ha dado en Cristo o la gracia de la salvación debe influir en las palabras que decimos y en la forma como hablamos.

Sé cuidadoso en la forma que te expresas, incluso en Internet. Me entristece ver muchos creyentes usar las redes sociales como un medio para descalificar y hablar acerca de la experiencia que tuvieron, escribiendo para argumentar y discutir. Comprendo la necesidad de denunciar el engaño, especialmente en este tiempo, pero lo debemos hacer de tal manera que Dios sea glorificado. Como tal, proclamar la verdad producirá una medida de controversia, pero cuando esta viene por comentarios rencillosos y arrogantes, entonces antes de edificar estamos siendo de tropiezo.  

3. Sé agradecido

“Que la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos”, Colosenses 3:15.

El apóstol Pablo decía también que debemos dar gracias en todo, y eso implica agradecer a Dios por los años que fuiste parte de esa congregación. Debes dar gracias por las personas que conociste, las experiencias que tuviste, por lo que aprendiste, y porque de todas formas Él permitió que fuera así. Cuando comenzamos a conocer la soberanía divina, aprendemos a confiar que en Dios no hay tiempos perdidos. Recuerda que todo lo que Dios ordena, lo hace para nuestro provecho y para su gloria.

4. Retén lo bueno

“No desprecien las profecías. Antes bien, examínenlo todo cuidadosamente, retengan lo bueno”, 1 Tesalonicenses 5:21.

Creo que este texto puede servir como un buen principio a tener en cuenta. Vence la tentación de descartar todo lo que viviste. Aun de las malas experiencias podemos obtener beneficios. Pablo decía que todas las cosas ayudan a bien, y eso incluye el tiempo que duraste en una iglesia de la prosperidad. Rechazar, y “demonizar” todo lo que sucedió no sería una actitud sabia.

No deseches las cosas sin antes evaluarlas a la luz de la palabra de Dios. Retén y atesora las cosas buenas, al fin y al cabo todo lo bueno viene de lo alto, no sea que te encuentres descartando lo que Dios aprueba en su Palabra. 

5. Ora por tus hermanos

“Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho”, Santiago 5:16.

Debes orar por los hermanos que permanecen en esa congregación. Ora para que Dios abra sus ojos. Ora para que el Señor los despierte a su Palabra. Si todavía conservas una relación cercana con ellos, ora para que se te conceda una oportunidad de poder compartirles lo que has aprendido, y que Dios te dé gracia, sensibilidad, y sabiduría para hacerlo.  

6. No dejes de congregarte

“Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”, Hebreos 10:24-25.

He notado como algunos creyentes que salen de iglesias de la prosperidad se toman una especie de sabático de la Iglesia. Entiendo que en algunos casos esto responde a que no hay iglesias sanas cerca de sus casas, pero no siempre es así. Algunos piensan que deben “desintoxicarse de la iglesia” y deciden no congregarse. Este es un serio error.

No esperes ser “sanado” de una mala experiencia para después congregarte. Recuerda que la iglesia es un lugar para el enfermo y Dios por su Espíritu usa instrumentos humanos para continuar su obra en nosotros. Relaciónate con los hermanos, comprométete, e involúcrate con la congregación. Busca ser pastoreado y discipulado. Honra al Señor siendo un miembro integrado, activo, y comprometido con el cuerpo de Cristo.

7. Recuerda que la iglesia tiene manchas y arrugas

“…Cristo amó a la iglesia y se dio El mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”, Efesios 5:26b, 27.

Este consejo puede sonar un poco extraño, pero creo necesario tenerlo en cuenta, sobretodo con las expectativas que nos hacemos de las iglesias sanas. Las expectativas idealistas siempre terminan en desilusión. El pastor Otto Sánchez una vez me decía que la diferencia entre una iglesia sana y una que no lo es está en lo que se enseña. Después, “los pecados son los mismos”. Un ejercicio saludable será mantener esta conciencia de la doble realidad de la iglesia: amada y cuidada por un lado, y del otro, arrugada y manchada por el pecado.

8. Crece en el conocimiento de Cristo

“Antes bien, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”, 2 Pedro 3:18.

En muchas de las personas que salen de una iglesia de la prosperidad es que desarrollan una obsesión por aprender exclusivamente acerca de temas controversiales. Se enfocan solo en cuestiones como la vigencia de los dones, la cuestión de los pactos, el tema de los ungidos, los llamados de altar, y cosas semejantes. Esto puede ser bueno, pero no debes limitarte a investigar únicamente estos temas. Enfócate en aprender, conocer, y entender mejor tu salvación. Que tu prioridad sea crecer en tu comprensión de la persona y obra de Jesucristo. Crece en tu entendimiento de la cruz. “Mírala, contémplala, y examínala”, como decía un antiguo predicador. Por eso Pablo decía que él predicaba a “Cristo y a este crucificado” (1 Corintios 1:23).

Al final de mi conversación con la pareja de esposos, les recordé las palabras de Juan 17:17 cuando Jesús dijo al Padre: “Santifícalos en tu palabra, tu palabra es verdad”. Luego les exhorté diciendo: “ustedes no necesitan un tratamiento de desintoxicación. Necesitan la Palabra de Dios. Ella es la que limpia, santifica, y también desintoxica”.

Ellos lo entendieron.

Imagen: Lightstock
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